Decía en un artículo anterior que Ortega Lara y el juez Serrano son los referentes morales de VOX. El primero, como símbolo de la libertad, la democracia y la dignidad contra el terrorismo; el segundo, como abanderado de la lucha por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y contra el feminismo y la execrable ley de violencia de género.
Pese a sus diferentes trayectorias personales y políticas, ambos tienen como denominador común su insobornable compromiso con la verdad; su valentía, sin sectarismos ni complejos, frente a los apesebrados muñidores de la corrección política. Sus trayectorias, firmes y ejemplares, han sido el faro que ha guiado hacia VOX gran parte de sus casi tres millones de votantes. Los mismos que hoy se sienten traicionados, puteados y perplejos por la deriva del partido: el incumplimiento de sus promesas electorales y sus ‘pactos’ vergonzantes con el PP y C’s.
En este contexto no parece casual la desaparición de la escena política de ambos líderes de VOX. Ortega Lara, missing sin motivo aparente. Que sepamos. Y el juez Serrano, presidente de VOX en el Parlamento de Andalucía, desautorizado públicamente por su propio partido. ¿Motivo? El ilustre diputado y juez sevillano se permitió disentir -que no significa no acatar- de la sentencia del Supremo que el pasado mes de junio condenó a quince años de prisión a los miembros de La Manada. De inmediato la jauría progre -política y mediática- se tiró al cuello de Serrano. Y su partido, preso de un ataque de corrección política aguda, lo desautorizó públicamente. Sin preguntarle siquiera. El encargado de asestarle la puñalada trapera -incluso de amenazarlo con medidas disciplinarias- fue un tal Alfredo Hernández, todavía portavoz de VOX en el Parlamento andaluz. Días después, en declaraciones a ABC, Abascal insistía cínicamente en desautorizar a Serrano: «Deseo subrayar que, más allá de dimes y diretes y de lo que se ha dicho en redes sociales, VOX acata y respeta las sentencias judiciales»
«Para ganar votos y proyección pública, VOX se ha valido de la fama y liderazgo de Serrano como abanderado de los hombres maltratados y castigados por la infame ley de violencia de género»
El veto y el aislamiento de Francisco Serrano por la cúpula nacional de VOX no son nuevos. Se corresponden exactamente con la estrategia entreguista y políticamente correcta de Abascal tras las elecciones andaluzas; y muy especialmente tras las generales, autonómicas y municipales. Así, primero se lo quitaron de en medio en el Comité Ejecutivo Nacional. La excusa oficial para tan sorprendente decisión fue que como candidato debía centrarse en las elecciones andaluzas. En vista de eso, cuando fue diputado electo, cabeza de lista y portavoz de VOX en el Parlamento andaluz, Abascal lo volvió a vetar en las negociaciones con el PP y C’s para la investidura del nuevo presidente de gobierno de Andalucía. Su ninguneo lo hizo en favor de Ortega Smith: curiosamente, los ‘acuerdos’ para el futuro gobierno andaluz ahora tenían que llevarse desde Madrid. Y Serrano debía permanecer callado.
Con la presión del lobby feminista a las puertas del palacio de San Telmo y la claudicación vergonzante de VOX ante las ‘lineas rojas’ del PP y C’s en favor de la inicua ley de violencia de género, la estrategia de silenciamiento de Serrano se recrudeció. En consecuencia, bajo pretexto de lograr más agilidad y mayor reparto de funciones, el pasado mes de febrero VOX ‘remodeló’ su grupo parlamentario y cesó al juez Serrano como portavoz, nombrando en su lugar al tal Hernández, un desconocido abogado cordobés. A cambio, Serrano fue nombrado ‘presidente’ del grupo parlamentario. Un cargo ‘institucional y representativo’. Un cargo ‘honorífico’, sin contacto con los medios. El líder indiscutible de VOX en Andalucía convertido en un jarrón chino, silente y decorativo. Como guinda de esta cadena de atentados, su desautorización y la amenaza de sanciones disciplinarias por su discrepancia con la sentencia del Supremo adquiere su pleno significado.
A pesar de los vetos y descalificaciones que VOX ha impuesto al juez Serrano, lo cierto es que se ha apropiado de su fama y popularidad por su discurso en contra de la ideología de género. Aunque ahora marque distancias o se aleje de las posiciones expresadas por Serrano en la sentencia de La Manada, VOX construyó una parte fundamental de su discurso político -el referido a la violencia de género o el feminismo- aprovechando íntegramente los planteamientos del juez en esta materia. Para ganar votos y proyección pública, VOX se ha valido de su fama y liderazgo como abanderado de los hombres maltratados y castigados por la infame ley de violencia de género, la LIVG. Esa ley inicua que niega la presunción de inocencia del varón, invierte la carga de la prueba y ostenta el triste récord de acaparar en su contra más de 200 recursos de inconstitucionalidad. La ley más cuestionada de España.
En resumen: la purga está servida. Tanto es así que, según fuentes bien informadas, la patada a Serrano es inminente. Hasta aseguran que ya no volverá al palacio de San Telmo. Así, con el veranito, las vacaciones y tal, esperan que la militancia no arme demasiado revuelo y Serrano desaparezca en silencio. Por motivos estrictamente personales, faltaría más.