Alfonso Rojo

Alfonso Rojo (Ponferrada 1951), fundador, director y principal accionista de Periodista Digital, es licenciado en Derecho y en Ciencias de la Información. Inició su carrera en 1976, como fotógrafo de Diario 16, formó parte del equipo fundacional de El Mundo y hasta optar definitivamente por el periodismo en Internet, trabajó como enviado especial, corresponsal en el extranjero y reportero de guerra. Es autor de 11 libros.

Museo Hermitage, progres de pacotilla, socialismo real y un caos celestial (XLXVXIII)

Museo Hermitage, progres de pacotilla, socialismo real y un caos celestial (XLXVXIII)

Un lugar común en los ardorosos debates ideológicos durante nuestros años de universidad española, a principios de la década del ‘70’, era la supuesta «superioridad cultural» socialista. Éramos muy jóvenes, bastante tontos y estábamos convencidos de que el sistema soviético, «a pesar de todas sus carencias», producía obreros que leían a los clásicos en lugar de mirar embobados seriales
Samarcanda, ciudad del profeta Mahoma (XLXVXII)

Samarcanda, ciudad del profeta Mahoma (XLXVXII)

Alá akbar! ...¡ Alá akbar!...» La melopea del muecín inundaba el cielo azul de Samarcanda, amplificada por los potentes altavoces. Tras setenta años de silencio, los 70 millones de musulmanes de la antigua URSS habían recuperado su voz. En Samarcanda, Bujara, Taskent o Alma Atá, se cambiaron hasta los nombres. La gente ya no se llamaba Eugueni, Boris o Natasha, sino Mohamed, Hassan o Fátima.
Pontos: el hijo pródigo de los Argonautas (XLXVXI)

Pontos: el hijo pródigo de los Argonautas (XLXVXI)

Alcibíades era de los que habían experimentado en propia carne las ventajas y los inconvenientes del desmoronamiento comunista. En 1989, gracias a la perestroika y a sus estimados ahorros, compró una casa con jardín en Zugdidi. A principios de 1992, aprovechando el barullo del retorno de Gamsajurdia, unos desalmados «nacionalistas georgianos» asaltaron su domicilio, le propinaron una zurra y
De Tiflis a Marbella, pasando por el Valle de los Caídos (XLXVX)

De Tiflis a Marbella, pasando por el Valle de los Caídos (XLXVX)

El 6 de enero de 1992, el desventurado Zviad Gamsajurdia consiguió huir hacia Azerbaiján a través de las líneas enemigas, pero se le negó el asilo. Deportado a Armenia, con el fin supuesto de ser extraditado a Georgia, se le permitió refugiarse en Chechenia para no provocar mayores tensiones entre las ex repúblicas soviéticas. Asumió el poder el aparatchik comunista comunista Eduard Shevardnadze,
Dzhojar Dudáyev: pasión y muerte del general checheno (XLXVIX)

Dzhojar Dudáyev: pasión y muerte del general checheno (XLXVIX)

La gente está con nosotros, pero ellos tienen las armas!». Desde el balcón de la Prefectura, demudado, sin afeitar y con gesto dolorido, el diputado Walter Shusgaya explicó el 23 de enero de 1992 a los habitantes de Zugdidi que no les quedaba otra opción que la «desobediencia civil». «¡Pueden matarnos, pero no pueden forzarnos a obedecerles!» A primera hora de la tarde, ante más de 3.000
El retorno de Zviad Gamsajurdia y un balazo en la cabeza (XLXVIII)

El retorno de Zviad Gamsajurdia y un balazo en la cabeza (XLXVIII)

La tarde del 15 de enero de 1992, Zviad Gamsajurdia abandonó sigilosamente su refugio en Guetajovit y se trasladó a Erevan. Allí, con la evidente complicidad del presidente Levon Ter-Petrosian -que presidente de Armenia desde 1991 hasta 1998-, abordó un avión y partió rumbo a la localidad georgiana de Sujumi. En plena noche, por carretera y con una aparatosa escolta, viajó hasta Zugdidi, la
Paisaje después de la Batalla (XLXVII)

Paisaje después de la Batalla (XLXVII)

Tres días después de escapar de Tiflis, el presidente Zviad Gamsajurdia seguía oyendo día y noche el seco estampido de los cañonazos. Enclaustrado con la desconsolada Manana en un recóndito refugio de montaña próximo a la ciudad armenia de Guetajovit y protegido por medio centenar de «leales» y un retén del OMON armenio, el derrocado presidente georgiano podía escuchar nítidamente el estruendo
Pasión y fuga del desventurado Gamsajurdia (XLXVI)

Pasión y fuga del desventurado Gamsajurdia (XLXVI)

El viernes encontramos a Dzhaba Ioseliani, el estrambótico jefe de «los Caballeros de Georgia», una banda de 400 facinerosos de dudosa catadura moral, que iban camino de convertirse en la principal fuerza político-militar de la pequeña república. El vanidoso ex profesor de Arte Dramático, que en su juventud participó en el atraco a un banco y en el estrangulamiento de una mujer, arrugó la
¡Mierda de vaca! (XLXVI)

¡Mierda de vaca! (XLXVI)

Era poeta, hijo del más famoso escritor de la historia de Georgia y durante el régimen comunista fue enviado en dos ocasiones a los campos de concentración del Gulag por defender el derecho de los cinco millones y medio de georgianos a la independencia. Zviad Gamsajurdia ostentaba además el curioso honor de haber sido diagnosticado «enfermo mental» tres veces por los psiquiatras del KGB y fue
Aeroflot: no uses tus alas (XLXVI)

Aeroflot: no uses tus alas (XLXVI)

Observados a través de las pringosas cristaleras de la terminal principal del Aeropuerto de Vnukovo, varados sobre la nieve, grises y sucios, los aviones Tupolev recordaban esas perezosas bandadas de urracas que picotean el hielo en los parques de Moscú. Hacía exactamente una semana que habían comenzado los tiros contra el presidente Zviad Gamsajurdia en Tiflis y el 29 de diciembre de 1991, cuando
Rafik, el chófer tártaro (XLXV)

Rafik, el chófer tártaro (XLXV)

No hay boca de Metro cerca, ni autobuses, ni coche propio, lo que en cualquier ciudad occidental sería una catástrofe, y dejaría al periodista reducido a la más miserable de las impotencias. Llueve a cántaros y hace una noche de lobos. En el piso de tus amigos no responden al teléfono y no hay forma de entrar en el portal a pedir asilo momentáneo. No tienes forma de volver a casa. En el ex Imperio
El vodka que tiene Moscú… (XLXIV)

El vodka que tiene Moscú… (XLXIV)

Es absolutamente falso eso de que el lenguaje de los gestos es universal. En España, para explicar sin palabras algo tan humano como es empinar el codo, lo normal es llevarse el dedo pulgar hacia la boca. En Rusia, donde consumir bebidas alcohólicas es mucho más corriente, basta darse unos golpecitos con el revés de la uña del dedo corazón en el cuello, justo debajo de la oreja derecha. El origen
El único superviviente (XLXIII)

El único superviviente (XLXIII)

Lo único que al final ha quedado intacto del monstruoso estado que Vladimir Ilich Lenin fundó en 1917 es su momia. Inasequible al desaliento, indiferente al paso del tiempo, a la caída del comunismo, al derrocamiento de Gorbachov y la llegada del capitalismo salvaje y los millonarios, el cadáver embalsamado del padre de la Revolución Bolchevique sigue en su mausoleo. Se había corrido la voz
El Suspiro del Yeti y la Sociedad de la Escasez (XLXII)

El Suspiro del Yeti y la Sociedad de la Escasez (XLXII)

La gente no se saluda en la escalera. Los moscovitas ni siquiera se miran a los ojos cuando coinciden en el ascensor. En eso son igual que los habitantes de Nueva York, donde se te ocurre decir buenos días a la rubia que entra en el ascensor y puede desde gritar socorro a demandarte por intento de violación. También va camino de suceder algo similar en España y casi toda esta Europa, obsesionada
Del Imperio Soviético al ‘Imperio de los Sentidos’ (XLXI)

Del Imperio Soviético al ‘Imperio de los Sentidos’ (XLXI)

En 1988, durante uno de aquellos programas por satélite que realizaba Phil Donahue simultáneamente en la URSS y EEUU, el histriónico presentador norteamericano preguntó a su audiencia rusa si en el Imperio Soviético había «sexo». Tras unos segundos de embarazoso silencio, una mujer mofletuda, con pinta de funcionaria y de haber pasado con creces los 50, se incorporó muy seria y afirmó con
La Mujer del Zar (XLX)

La Mujer del Zar (XLX)

Indiferente a los formalismos y a las cortesías protocolarias, Yeltsin ni siquiera esperó a que Gorbachov hiciera la mudanza. El atribulado ex presidente soviético, agotado por su larga y desesperada lucha, había abandonado el miércoles el Kremlin sin recoger sus efectos personales, convencido de que disponía de tiempo hasta el domingo para hacerlo. El viernes 27 de diciembre de 1991 se presentó
¿Tovarich? ¿Señor? ¿Ciudadano? (XLIX)

¿Tovarich? ¿Señor? ¿Ciudadano? (XLIX)

Oscar Wilde, el iconoclasta poeta y ensayista británico, decía que la realidad imita al arte y la reciente historia soviética parece darle la razón. El penoso destino de Gorbachov era un calco casi perfecto de las tribulaciones del zar retratado por Alexander Pushkin en Boris Godunov, obra que después inspiró a Modesto Musorgsky la mejor de las óperas rusas. En el escenario, angustiado por los
El último comunista romántico (XLVIII)

El último comunista romántico (XLVIII)

Queridos compatriotas, conciudadanos: debido a la situación que prevalece actualmente, pongo fin a mis funciones como presidente de la URSS.» Pálido, desencajado, con sus ojos oscuros hundidos en el fondo de las cuencas y la voz opaca, Mijail Gorbachov anunció el 25 de diciembre de 1991, a las 7 de la tarde hora de Moscú, su rendición incondicional ante Boris Yeltsin. Sin citarlo, pero sabiendo
La sentencia de Alma Ata (XLVII)

La sentencia de Alma Ata (XLVII)

Yeltsin, que se disponía a viajar a Roma para entrevistarse con el Papa Juan Pablo II, declaró el miércoles 18 de diciembre de 1991 que acudía con frecuencia a misa y aprovechó para sacudirle de nuevo a Gorbachov. «Los comunistas han intentado imponer el ateísmo, pero no lo han conseguido», afirmó con una desfachatez inaudita, olvidando su prolongada y procelosa carrera en las filas del descreído
Y Gorby descubrió el rock and roll (XLVI)

Y Gorby descubrió el rock and roll (XLVI)

La paulatina pérdida de poder empezaba ya a notarse en el interior del Kremlin. El viernes, 13 de diciembre de 1991, por los mentideros de Moscú corría el maligno rumor de que en las antaño bien surtidas cantinas de la fortaleza se había agotado la comida. Los supuestos enterados alegaban que sólo servían sopa de col y que, por falta de fondos, la tesorería de palacio no había podido pagar
Cortejando al kazako (XLV)

Cortejando al kazako (XLV)

Gorbachov acostumbraba llegar a su despacho alrededor de las diez de la mañana, pero el lunes, 9 de diciembre de 1991, todavía no había amanecido cuando la larga comitiva de Chaikas y ZIL negros entró como un relámpago en el Kremlin por la puerta de la Torre Spasskaya. La tarde anterior, después de escuchar al receloso Shushkevich, el presidente soviético había permanecido agarrado al teléfono,
La Profecía, la Mancha y el Apocalipsis (XLIV)

La Profecía, la Mancha y el Apocalipsis (XLIV)

En una esquina de la abigarrada Calle Arbat, entre los vendedores de antigüedades, los cambistas de dólares y los pintores, acostumbraba apostarse uno de esos predicadores alucinados que desde tiempos inmemoriales recorren Rusia anunciando con voz de ultratumba y ojos espantados la llegada del Apocalipsis. El santón, un tipo enjuto, desgarbado, con larga barba y aspecto rasputiniano, llevaba años
Moscú: las Navidades del hambre (XLIII)

Moscú: las Navidades del hambre (XLIII)

Calle Michurinski. La miseria tiritaba pegada a la pared de Produkti, un destartalado almacén donde tres días antes habían anunciado la llegada de un cargamento de vodka. Habían empezado a helarse las oscuras aguas del Moskova y el termómetro, que aquel día de diciembre de 1991 marcaba 9 grados bajo cero, galopaba hacia el menos 25, pero la gente montaba guardia día y noche frente al oxidado
La URSS: El antiguo arte de envolver (XLII)

La URSS: El antiguo arte de envolver (XLII)

Lo tradicional ha sido siempre la avoska, esa bolsa de red que todo ciudadano soviético, de cualquier edad o condición, llevaba permanentemente en el bolsillo. Que en el almacén de la esquina había patatas, pues se llenaba la avoska. Que ocurría el milagro de cruzar frente a una tienda donde en ese instante vendían tocino, salchichas, arenques o nabos, lo mismo, y si en casa no hacían falta
La Mafia nuestra de cada día (XLI)

La Mafia nuestra de cada día (XLI)

La obsesión por los asaltos, las cerraduras, las puertas blindadas y la seguridad que dominaba Moscú en los meses posteriores al desmoronamiento de la URSS, recordaba la paranoia que se abatía sobre Nueva York, cuando desembarqué en la ciudad de los rascacielos a mediados de 1983. En Nueva York, todo estaba plagado de unos espejos cóncavos o convexos, similares a los que instalan en las rampas
El Ángel Exterminador (XL)

El Ángel Exterminador (XL)

Tras el fracaso del golpe comunista de agosto de 1991, cuando la fiebre privatizadora se convirtió en una verdadera epidemia y el mercado libre era visto como la varita mágica capaz de resolver ipso facto todos los problemas, Boris Yeltsin abrió la espita para que la gente pudiera convertirse en propietaria legal de sus míseras viviendas estatales. Desde entonces, bastaba rellenar un formulario
El pisito soviético (XXXIX)

El pisito soviético (XXXIX)

En ‘Crimen y castigo’, la magistral novela de Fiodor Dostoyevski, hay una escena en la que el atormentado Raskolnikov, el estudiante que ha asesinado con un hacha a la vieja usurera, decide encararse con el comisario Porfiri Petrovich y se presenta a verle. En los prolegómenos de la conversación, el policía manifiesta ser propietario de «habitaciones particulares», aunque temporalmente, debido
Las alegres chicas de la noche moscovita (XXXVIII)

Las alegres chicas de la noche moscovita (XXXVIII)

Hace cincuenta años, cuando Televisión Española sólo emitía en blanco y negro y en provincias había que trepar periódicamente al tejado para orientar unas aparatosas antenas que parecían tendederos de ropa, hizo furor en España un engolado artista llamado Míchel. Miguel Samper Peiró, conocido artísticamente como «Míchel», Era un tipo alto, vestido de rigurosa etiqueta, con espeso peluquín
Un milagro llamado bistec (XXXVII)

Un milagro llamado bistec (XXXVII)

El día del invierno de 1991 que visitamos la Escuela Técnica Profesional número 41, donde 600 rusos se preparaban para ser ‘restauradores’, la lección en la clase de cocina era algo que la inmensa mayoría de los habitantes del ex Imperio Soviético sólo habían visto en el cine el ‘Steak Strogonof’. La profesora, una matrona gorda con mofletes relucientes y gafas de presbicia, permanecía
Los microbios capitalistas (XXXVI)

Los microbios capitalistas (XXXVI)

Apenas nos dimos cuenta, pero más que la trepidante música de las bandas de rock o los engolados discursos de los políticos, la prueba evidente del vertiginoso cambio que se operaba en la URSS estaba en los periódicos. No en las críticas portadas, los descarnados editoriales o los acerados comentarios de los columnistas, envalentonados tras el fracaso del golpe neocomunista, sino en el interior,
Lituania: Música y Cicatrices (XXXV)

Lituania: Música y Cicatrices (XXXV)

Arturas Zuokas mostraba orgulloso el recuadro en letra negrita publicado en la primera página de Respublica, el combativo diario lituano. «¡Veintinueve estados!», decía esbozando una sonrisa deslumbrante. «Ya nos han reconocido diplomáticamente veintinueve estados.» En la lista, para hacer bulto, junto a países del peso internacional de Dinamarca, Suecia y Argentina, los no excesivamente escrupulosos
Letonia: el primer embajador (XXXIV)

Letonia: el primer embajador (XXXIV)

El pequeño embajador ladeó ligeramente la cabeza y pausadamente, con una voz demasiado grave para su menudo cuerpo, dijo: «Le traigo a usted y al pueblo de Letonia los mejores saludos de la reina Margarita II de Dinamarca.» El presidente letón, Anatolias Gorbunovs, alargó el brazo para recoger el documento que le mostraba el danés Otto Borch. Después, henchido de satisfacción, enseñando más
Estonios de ida y vuelta (XXXIII)

Estonios de ida y vuelta (XXXIII)

Con las heroicas imágenes del Parlamento ruso todavía palpitando frescas en la retina, esperábamos hallar en Tallín, la capital de Estonia, un hervidero de pasiones nacionalistas y nos dimos de bruces, en aquel otoño de 1991, con una ciudad apacible, con rótulos escritos en alfabeto latino en lugar de cirílico, donde los nombres parecían finlandeses, abundaban las iglesias protestantes y, a
La bigotuda de Intourist (XXXII)

La bigotuda de Intourist (XXXII)

La empleada de Intourist fruncía los morros y negaba enfáticamente con la cabeza: "Para viajar a Estonia necesita usted visado. No le podemos facilitar billetes ni para el avión... ni para el tren». De nada servía argumentar con cara de santo que en 1991 todo estaba cambiando rápidamente en la URSS, que el Imperio Soviético se desplomaba o que hasta el mismísimo Yeltsin había calificado, unos
El Nacimiento de una Nación (XXXI)

El Nacimiento de una Nación (XXXI)

Boris Yeltsin, el «gran libertador», el héroe de las jornadas de agosto de 1991, fue a la postre una mera figura de transición. No hay hechos inevitables en la Historia, pero el presidente ruso resultó devorado por los acontecimientos, como lo fue su rival Gorbachov, quien inconscientemente hizo bastante más que Yeltsin para destruir el monolítico sistema comunista. Sin mucha facilidad de palabra,
Rabo de toro y hernia discal (XXX)

Rabo de toro y hernia discal (XXX)

La agonía política de Boris Yeltsin duró un año, 1988, en el que todos, desde la cúpula soviética a los dirigentes occidentales lo ignoraban o lo calificaban de payaso. En honor a la verdad es necesario recalcar que el presidente ruso contribuyó, con ese populismo hortera que en Europa resulta algo ingenuo, a difundir esa imagen de bufón irresponsable. Su visita a España en abril de 1990 es
Un chapuzón en el Moskova (XXIX)

Un chapuzón en el Moskova (XXIX)

En mil años de Historia sólo ha habido tres caminos para convertirse en zar de todas las Rusias: heredar legítimamente el cargo, asesinar vilmente al antecesor o usurpar arteramente el trono. A la luz de lo que presenciamos los últimos días de agosto de 1991, la apabullante conclusión es que los 73 años de paréntesis comunista, durante los que Rusia estuvo disuelta en una entidad más amplia,
Los defensores de la Bastilla (XXVIII)

Los defensores de la Bastilla (XXVIII)

Dos semanas después de los tumultuosos incidentes del 19, 20, 21 y 22 de agosto de 1991, todavía permanecían en Bulvarnoya Kolsto los restos de las barricadas. En el húmedo asfalto, entre las flores, alguien había plantado una pancarta estremecedora: "¡Paseante! No olvides jamás que estos 16 jóvenes han muerto por ti y que tú no estabas aquí para ayudarles". El cartel, los fragmentos de trolebús
La captura del elefante blanco (XXVII)

La captura del elefante blanco (XXVII)

El cerebro del fracasado golpe, el misterioso 'elefante blanco' que el sábado 17 de agosto de 1991 dio su beneplácito a la conjura comunista, tardó en caer. Anatoh Lukianov, presidente del Soviet Supremo y amigo íntimo de Gorbachov desde que ambos eran compañeros de universidad, fue arrestado el viernes 30 de agosto, en su propio despacho del Kremlin. Le quitaron el cinturón, los cordones de
Pepinillos, tinta y miedo (XXVI)

Pepinillos, tinta y miedo (XXVI)

La ceremonia, una extraña mezcla de bautizo y funeral, comenzó a las 20.10 de la tarde, cuando un viejo obrero que parecía sacado de un fotograma de la película 'Acorazado Potemkin', subió hasta el piso octavo, donde esperaban ansiosos los redactores, con el primer ejemplar del «Nuevo Pravda». A las 20.15, sobre la enorme mesa de la sala de juntas, ya no quedaba ni rastro de los desangelados
El misterio de Argentina y los caraduras peronistas

El misterio de Argentina y los caraduras peronistas

El fracaso de Argentina como nación es el mayor misterio político del siglo XX». Yo diría que también del siglo XXI, porque la frase, con la que el semanario «New Statesman» abría su portada hace cuatro décadas, sigue plenamente vigente. Leyendo hoy, en estas mismas páginas, la descripción que los compañeros de PD América hacen de la situación en el país austral, me entran escalofríos.
Se cumplen 74 años de la Bomba de Hiroshima: el día que se cayó el sol y las pieles se desprendieron como cáscaras de mandarinas

Se cumplen 74 años de la Bomba de Hiroshima: el día que se cayó el sol y las pieles se desprendieron como cáscaras de mandarinas

A las 8.15 del 6 de agosto de 1945, hace exactamente hoy 74 años, el Enola Gay arrojó su "Little Boy" sobre la ciudad nipona de Hiroshima, causando 100 mil muertes en nueve segundos. Japón aceptó firmar su rendición incondicional y así se puso fin a la II Guerra Mundial. De todos los periodistas de la época, el candidato menos probable a una distinción como corresponsal de guerra era un redactor
Quasimodo en Moscú (XXV)

Quasimodo en Moscú (XXV)

Fue una fiesta ‘colonial’. Había pasado la vorágine del frustrado golpe de Estado, los que escribíamos desde Moscú ya no accedíamos automáticamente a las primeras páginas de los diarios y a Paolo, el brillante y divertido corresponsal de un respetable rotativo italiano, se le ocurrió organizar un guateque de relajación en uno de los apartamentos del ghetto. En la Edad Media, en la zona
El suicidio del mariscal Ajroméyev (XXIV)

El suicidio del mariscal Ajroméyev (XXIV)

Un oscuro conserje del Kremlin encontró el fin de semana, balanceándose al extremo de una soga, el cuerpo inerte del mariscal Serguéi Fiódorovich Ajroméyev. Jefe del Estado Mayor soviético entre 1984 y 1988, Ajroméyev había participado en el intento de golpe de Estado que a punto estuvo de llevar a Rusia a la guerra civil. Hombre clave en la negociación de las reducción del número de armas
Españoles en el Purgatorio (XXIII)

Españoles en el Purgatorio (XXIII)

¡No! ¡No ha habido ni un solo español implicado en la intentona golpista!». Cristóbal García, el presidente del Centro Español en Moscú en agosto de 1991, negaba enfáticamente con la cabeza. García, un ingeniero egresado de una Universidad soviética que una semana antes, cuando le llamaron de la Voz de Asturias, hizo piruetas dialécticas para evitar pronunciarse sobre el golpe, señalaba