Trabajamos durante todo el día para seguir sacando los platos, platos y platos que van pidiendo
Luces apagadas. De repente un fogonazo de luz y el público contempla el cuerpo de una modelo balancearse, arqueando las caderas, por la pasarela. Al llegar al final, una pose entre sensual y gracil y media vuelta al punto de salida. Así son la mayoría de desfiles de moda. Pero, ¿qué hay detrás de ese muro al que la concurrencia no tiene acceso y que emana creatividad y diseño?
Detrás de los muros, una pantalla muestra las indicaciones para los modelos.
El backstage es la factoría, la puesta a punto de todo: vestuario, modelos, fila de salida… Junto a los vestuarios de los diseñadores, un rincón especial para shootings, oficinas de organizadores, un espacio para el equipo de planchado y algún que otro habitáculo, hay un recinto de algo más unos 200 metros que es el corazón de MBFW: la sala de peluquería y maquillaje.
El templo de la peluquería y maquillaje, en el que se respira adrenalina, nerviosos, alegría y felicidad, es un espacio configurado por una veintena de espejos, rodeados de la luz artificial que desprenden sus bombillas, una pantalla de televisión en el centro para los estilismos y decenas, cientos de botones de laca, estuches de maquillaje, secadores de pelo… Y lo más importante, una cuarentena de profesionales, especialistas en peluquería, maquillaje y coordinación, que trabajan a destajo durante cada jornada de pasarela.
José Belmonte, es el director del área de Maquillaje de la MBFW Madrid. Lleva trabajando como maquillador desde 1999 y en 2004 recayó sobre él la dirección. «Nuestro trabajo empieza días antes de cada desfile», nos comenta. «Nos reunimos con cada diseñador, que nos trae las propuestas de la mujer que ha concebido para el desfile, y tras los consejos que les damos sobre texturas y acabados para pasarela, hacemos todos los looks.
Una pantalla de plasma en el centro de la sala muestra el paso a paso del maquillaje.
Una jornada normal comienza a las ocho de la mañana con el marcado del maquillaje de las modelos», sigue comentando Belmonte. «Después, cuando termina cada desfile, desmaquillamos y antes del siguiente a maquillar de nuevo. Todo aquí está muy cuidado. Además, nuestro equipo está muy aleccionado. Sabe lo que tiene que hacer».
Belmonte nos confiesa también que hay situaciones de angustia. «Hay momentos en que te agobias porque en medio del proceso se llevan a las modelos a hacer ensayos de las coreografías. Lo peor, desde luego, son las prisas y los nervios. Ver que las modelos no llegan. O que pocos minutos antes de empezar el desfile hay alguna modelo que no está terminada. Y como no podemos jugar con la posibilidad de que una modelo no esté maquillada, a veces nos ha pasado tener que terminar a una modelo en la fila. En esos casos, te llevas todo lo que necesites y un equipo se encarga de acabarla.
Retocando a una modelo en la fila previa a la pasarela.
Muchas veces llego a casa y sueño con que hay tres modelos sin hacer y que el resto ya están todas en la fila. Pero lo mejor de todo esto es ver el trabajo hecho y a las modelos guapísimas, con sus pieles preciosas y todas clónicas, en la fila antes de salir a la pasarela».
Aquí no se para. Esto realmente es como si fuera una cocina. Es la trastienda y trabajamos durante todo el día para seguir sacando los platos, platos y platos que van pidiendo».
Beatriz Matallana es el homónimo de Belmonte, pero en el área de Peluquería. Su trabajo también comienza días antes del desfile con la prueba con el diseñador y con la realización de un paso a paso. Durante la pasarela, lo primero que se hace es marcar a una modelo, con un paso a paso delante de todo el equipo, para refrescar a los profesionales el trabajo y que todos trabajen igual.
Trabajando a cuatro manos para que la modelo esté lista.
«A las ocho y media se empieza con la primera modelo. A la vez voy adelantando el marcado con otra modelo del desfile siguiente. La mejor parte es que poner guapas y guapos a las personas. Es un trabajo muy cercano. Haces algo bueno para dar seguridad a esa persona. Y la parte mala, no la veo. Es un trabajo muy divertido, sin rutina y con días diferentes unos de otros». Eso sí, cuando toca coordinar, Beatriz confiesa que se pone un poco sargento y perfeccionista para que todo salga a la perfección. No en vano, a cuestas lleva más de veinte años de profesión, incluidos sus comienzos en un salón, y más de quince en la MBFW Madrid.
Maquillaje, peluquería y coordinación. Es esa parte que muchas veces damos por su puesta y que pasa siempre tan oculta, pero sin la cual no habría desfiles. Al frente está Gaby. Una alemana que vio a estudiar español a nuestro país y que, por casualidades de la vida, se quedó para siempre. Lleva 18 años trabajando en la MBFW Madrid. Su papel es clave. Ella es el nexo de unión entre las y los modelos y el resto del planeta. Entre risas nos confiesa que le encantaría ponerle un chip a cada una para saber donde están en cada momento.
A veces las modelos no tienen tiempo ni para comer y sobreviven como pueden.
«Es crucial la puntualidad, que las modelos lleguen a peluquería y maquillaje a tiempo, porque sino, se retrasarían los desfiles, y eso no puede ocurrir. Por eso, Hay una hora crítica cuando alguna modelo no aparece».
¿Y qué hacer si alguna no aparece? Gaby nos cuenta que a veces se duermen o que no llegan a tiempo. «Como está previsto siempre que haya recambio, para estos casos se emplea a la sustituta, pero eso conlleva que la modelo se tendría que probar, hacer los arreglos de la ropa, la peluquería y el maquillaje en tiempo récord».
También parte de su trabajo es que las modelos se sientan acogidas. «Cuido de que las modelos se sientan cómodas. Me encargo de acompañarlas, solucionarles sus problemas, ayudar en el idioma si hiciera falta».
Hidratándonse entre desfile y desfile.
El templo de los desfiles es el epicentro, el eje sobre el que gira la MBFW Madrid, pero hay un equipo que está más oculto aún, que convive en un pequeño espacio del recinto durante las jornadas de desfile, pero que es capital: el equipo de planchado de Rowenta.
El equipo de operaciones especiales de Rowenta está configurado por tres mujeres que se encargan de preparar toda la ropa para que esté inmaculada justo antes de que las modelos se las acomoden sobre sus cuerpos.
«Una vez que se han hecho los últimos arreglos por los diseñadores, vamos a los vestuarios y comenzamos nuestro trabajo de planchado», nos confiesa Violeta. Una de las integrantes del equipo. «Después del planchado», nos sigue narrando, «les pasamos el vapor. En total, estamos cerca de dos horas o algo más incluso por diseñador. A veces hay tejidos singulares o costuras con entretelado más complicado que hacen que tardemos un poco más. Nuestra mayor satisfacción es que somos las primeras en ver las colecciones. Pero las vemos y las tocamos».