El ex presidente de la Generalidad de Cataluña Jordi Pujol (CiU) está de bolos para presentar su último volumen de sus memorias que ha escrito el periodista de El Punt Avui Manuel Cuyàs. El ahora independentista –tras más de dos décadas de presidente autonómico– quiere dejar por escrito sus vivencias políticas que han marcado la historia de España.
Sin embargo, no toda la historia de Jordi Pujol quedará reflejada en sus memorias —Las memorias (selectivas) de Pujol–. ¿Hombre de Estado? ¿Español del año? En la autobiografía autorizada del patriarca del nacionalismo no se explican las sombras de una trayectoria política al servicio de la construcción nacional de Cataluña, por encima de derechos individuales, y que pasan por casos judiciales y amistades peligrosas.
PRIMERA DEMOSTRACIÓN DEL VICTIMISMO NACIONALISTA
María Jesús Cañizares firma este domingo 11 de marzo de 2012 en ABC un reportaje —Jordi Pujol, su historia menos honorable— que recuerda los casos más sonoros que Pujol no trata en su extensa biografía escrita que ahora presenta en cada pueblo de Cataluña.
«Los intentos fallidos de crear un gran banco catalán o de rodearse de una burguesía en alza pusieron los sucesivos gobiernos de CiU bajo sospecha. […] Lluís Prenafeta o Macià Alavedra; empresarios afines como Javier de la Rosa, o prohombres del catalanismo como Félix Millet, implicado recientemente en la supuesta financiación irregular de Convergència a través del desvío de fondos del Palau de la Música», esto también es historia del pujolismo.
En este sentido, la periodista (delegada de ABC en Cataluña) recuerda que «Pujol fue pionero en el arte de interpretar las embestidas políticas y judiciales como supuestos ataques a Cataluña». Eso hizo con el caso Banca Catalana y así se hizo incluso con la sentencia del Estatuto de Autonomía que dictó el Tribunal Constitucional en 2010.
¿Qué fue el caso de Banca Catalana?
«En 1984, los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena presentaron una querella contra directivos de Banca Catalana, entre los que se encontraba el propio Pujol, por el supuesto desvío de fondos. En concreto, se les acusaba de la compra irregular de valores inmobiliarios, con dinero de la caja b, para financiar distintas operaciones gravosas para la entidad, que terminó siendo intervenida en 1982. Los fiscales también sostenían, entre otros hechos, que Pujol y el resto de consejeros habían repartido 516 millones de pesetas en dividendos entre 1974 y 1976, cuando el banco ya tenía importantes pérdidas».
Pujol respondió, entonces, que la decisión de los fiscales era «una inmensa mala jugada del PSOE», que gobernaba desde 1982. Se puso en marcha el victimismo de calle. Prenafeta, entonces secretario general de Presidencia de la Generalidad, organizó una manifestación de apoyo a Pujol.
Poco después, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña archivó el caso, pero la posterior designación de Villarejo como fiscal jefe de Cataluña «encendió a Pujol hasta tal punto que, en un acto institucional, reprochó al fiscal general del Estado, Javier Moscoso, su falta de sentido de Estado», apunta Cañizares.
PLANASDEMUNT, PALLEROLS, TURISMO… 3%
Tras Banca Catalana –que acabó en manos del actual BBVA–, en 1989 el ex director financiero de Casinos de Cataluña denunció que esta empresa había pagado unos 3.000 millones de pesetas a compañías afines a Convergència. El caso se archivó. Pero saltó el caso Planasdemunt, «en el que el ex consejero de Economía, Jordi Planasdemunt, se vio implicado en un fraude de unos 6.000 millones de pesetas mediante pagarés falsos. Fue condenado a siete años de prisión. Los consejeros Jaume Roma y Josep Maria Cullell también dimitieron tras verse implicados en supuestos casos de corrupción».
No habían salido de un caso de corrupción cuando saltó a la luz pública el caso Pallerols, según recuerda la periodista catalana: «Compañías del empresario andorrano Fidel Pallerols, vinculado a los socialcristianos, recibieron subvenciones inicialmente destinadas a cursos de formación. Por este caso dimitió el consejero de Trabajo, Ignasi Farreres».
También se investigó la gestión de Unió en el Consorcio de Turismo de la Generalidad y, ya en la oposición, Pasqual Maragall recordó a CiU que recibían comisiones ilegales en la adjudicación de obra pública. El famoso y archinombrado 3% catalán.
«LOBO INDEPENDENTISTA CON PIEL DE NACIONALISTA»
Ha sido habitual que Pujol, y el sector negocios de Convergència, se haya intentado rodear de empresarios de la burguesía barcelonesa nacionalista. Lo ocurrido con Spanair es el último gran fracaso para consolidar grandes compañías alrededor de CiU.
«A mediados de los años noventa, los esfuerzos de Pujol comenzaron a dar resultado, pero a través de la persona equivocada. Javier de la Rosa, ungido por el dirigente autonómico como «empresario modélico», fue a la cárcel por la descapitalización de la empresa Grand Tibidabo. El caso salpicó a Prenafeta. Las amistades peligrosas de Jordi Pujol incluían al juez Lluís Pasqual Estevill, denominado en su día el «azote de la burguesía» y que se convirtió en vocal del Consejo General del Poder Judicial a propuesta de CiU. Aseguran que, de esta forma, Pujol lanzaba una advertencia a Felipe González, pues el CGPJ designó a los miembros del Tribunal Supremo que debían juzgar el caso GAL. Estevill acabó en la cárcel acusado de prevaricación por dictar resoluciones injustas a cambio de dinero. Alavedra admitió haber intercedido entre el juez y varios empresarios».
Pujol asegura ahora que votaría «sí» en un referéndum sobre la independencia de Cataluña —Jordi Pujol en laSexta: «Ahora se hace difícil ser español»–. Según recoge Cañizares, el ex líder del PP de Cataluña y actual líder popular en el Ayuntamiento de Barcelona, Alberto Fernández, Pujol «es un lobo independentista con piel de cordero nacionalista». Es decir, siempre ha sido independentista.
En la misma dirección se manifiesta Joaquim Nadal, presidente del PSC en el Parlament y ex alcalde de Gerona: «Pujol siempre ha pensado lo mismo, pero es un político astuto y optó por el posibilismo. CiU practica un independentismo vergonzante». Pero no cree que fuera un hombre de Estado: «Nunca fue Cambó».