Diario de un NO nacionalista

¿Qué es Societat Civil Catalana?

“…decimos que este “Procés” ni lo queremos, ni nos conviene, porque es una farsa con la que tapar muchas vergüenzas (algunas conocidas y otras por conocer), es democráticamente una estafa porque todo está preparado para alcanzar un resultado unívoco, no nos conviene porque nos aleja de las soluciones reales a problemas reales.”

Muchas veces, cuando me preguntan qué es eso de Societat Civil Catalana, no puedo dejar de rememorar cómo se gestó este proyecto tan apasionante e incluso -en la medida de la anómala situación política y social catalana- tan revolucionario que trataba de aunar los esfuerzos de aquellos catalanes contrarios a la ruptura con el resto de España y de los españoles, de todos los catalanes que estamos por el respeto al imperio de la Ley, al estado de Derecho y por el cumplimiento de las normas democráticas.

Nuestra asociación, antes de constituirse como tal, se empezó a pergeñar tras una mesa en la que nos reunimos unas pocas personas preocupadas por la deriva esencialista de algo que desde el poder político catalán y sus instituciones públicas se denominaba el “Procés”, un camino con una meta preestablecida, un relato con final autoevidente, como si la democracia estuviese condicionada por una especie de fatalidad histórica, todo ello “vendido” a la población con un lenguaje confuso y perverso que disfrazaba de “derecho” lo que únicamente era una posibilidad, el tan llevado y traído “derecho a decidir”, decidir en el vacío, escondiendo que lo único que se quiere que se decida es el sí a la secesión (traumática) con el resto de españoles. 

Esta obsesión por manipular el lenguaje y gracias a unos costosísimos medios de comunicación públicos y subvencionados consiguieron crear una sensación de unanimidad político-social que asfixiaba la pluralidad cultural e ideológica de Cataluña, asfixia que iba en detrimento de la ya de por sí poca calidad de nuestra cultura democrática, en este medioambiente de ingeniería social fue dónde personas de diverso origen cultural, social, político e identitario llegamos a cristalizar Societat Civil Catalana, una asociación que se mueve y respira por la voluntad y el esfuerzo de muchos catalanes que no nos conformamos a vernos arrastrados por unos cantos de sirena autorreferenciales, que creemos que la Democracia no es un instrumento (para conseguir la independencia en este caso) sino un fin en sí misma.

Imagino que el clima de imposición ideológica y, en cierto modo, identitaria hizo que galvanizara un colectivo tan dispar como transversal, un grupo de personas unidas por una ética de mínimos y por la defensa de una democracia no condicionada por proyectos tan románticos como aventurados, personas de izquierdas y de derechas, nacionalistas moderados y cosmopolitas, afiliados a partidos políticos y quienes como yo nunca hemos militado en ningún partido, veteranos de la lucha política (muchos de ellos bregados en la lucha antifranquista) y neófitos en estas lides, todos juntos gracias al magma de una unión en la diversidad, unión que solo es el reflejo de una Cataluña real que ha sido sistemáticamente ignorada por los poderes públicos catalanes, una Cataluña silenciada y sibilinamente obligada a adaptarse a un proceso de aculturación ideologizada. 

Porque Societat Civil Catalana es eso, esa parte de la sociedad civil catalana que siente como propia y como un valor en sí mismo la diversidad cultural y política, que concibe la pluralidad como un elemento enriquecedor y motor de la perfectibilidad de la democracia, que huye de esencialismos y combate las políticas que conducen a la exclusión, somos sociedad civil pero apartidista, que cree en la democracia representativa, que quiere recuperar la esencia de lo mejor de las democracias liberales, una sociedad civil que exige a sus gobernantes resultados pero que no quiere imponer políticas a nuestros legítimos representantes, creemos que solo quienes han pasado por las urnas tienen la obligación (y el deber) de gobernar, cualquier intento de limitar o coaccionar a los gobiernos con la excusa de supuestas mayorías sociales o con la “fuerza de la calle” es una perversión (más) de la democracia, una desnaturalización de la misma, una especie de política de las mayorías aclamativas o, directamente,  de las mayorías mediáticas y mediatizadas.

De ahí nuestra insistencia en el debate sincero, transparente y, ante todo, racional, queremos encarar los tremendos problemas de la sociedad desde la objetivización de los mismos, queremos huir de la manipulación en forma de cortinas de humo, de la estigmatización del adversario, de la creación de una alteridad que sirva de chivo expiatorio de todos los males y contradicciones de nuestro sistema político, sistema que se asemeja cada vez más a un coto cerrado (y privado) que a una sociedad abierta.

Hay que serenar los ánimos, tenemos que recuperar el espíritu de concordia aunque los foros de diálogo sean (democráticamente) descarnados, debemos devolver a la política su razón de ser y a la ciudadanía el protagonismo que parece haber perdido, queremos y debemos aglutinar a todos aquellos que están por una Cataluña abierta y plural, por una España inclusiva que reconoce su intrínseca diversidad, una identidad tan rica como plural, tenemos que aspirar a una Europa de los ciudadanos, que reivindique, proteja y promueva los derechos de los individuos, derechos y libertades positivas y negativas, donde sea palpable que la soberanía recae en cada uno de nosotros y no en proyecciones mentales, historicismos interesados o arcaicas fronteras, queremos sumar y multiplicar, nunca dividir.

Societat Civil Catalana nació de unas pocas personas preocupadas, pero nuestro proyecto, aquél que está aunando y atrayendo a miles de catalanes que ya no tienen miedo a hablar en voz alta, que ya no tienen por qué sentirse diferentes, que han tomado las riendas de su destino, es un proyecto de futuro que quiere enriquecer la cultura democrática de nuestro país, que quiere modernizar nuestras instituciones, que quiere abrir espacios de libertad y cooperación de todos los catalanes y del conjunto de españoles, aspiramos a crear una sociedad mejor en la que todos nos sintamos cómodos.

Por todo ello decimos que este “Procés” ni lo queremos, ni nos conviene, porque es una farsa con la que tapar muchas vergüenzas (algunas conocidas y otras por conocer), es democráticamente una estafa porque todo está preparado para alcanzar un resultado unívoco, no nos conviene porque nos aleja de las soluciones reales a problemas reales, porque nos hace perder la ventana de oportunidad para regenerar la política y a nuestras instituciones, porque responde a un programa político en el que lo colectivo (y colectivizado) está por encima del individuo.

Por ello, por todo ello, estaremos el 11 de septiembre en Tarragona, para “recuperar el seny y recuperar la senyera” para retomar la senda de la racionalidad, el diálogo y la cooperación, para volver a hacer nuestra una simbología de unión, sí, de una unión en la diversidad, de una catalanidad inclusiva en la que todos seamos partícipes más allá de nuestras ideas políticas o de nuestra forma de vivir nuestra realidad social, cultural o lingüística, por una Cataluña de todos en una España moderna y plural.

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