El Phoenix llega a su destino marciano

El Phoenix llega a su destino marciano

(PD)-. La sonda Phoenix se ha posado sobre la superficie de Marte con el objetivo de explorar una de las regiones más desconocidas del planeta rojo, las planicies del polo norte, en un intento de descubrir restos de agua o depósitos de hielo enterrados a kilómetros de profundidad.

De tener éxito, esta misión podría abanderar una nueva serie de misiones que podrían ir más allá de la mera exploración inicial. La Phoenix es la última de una pequeña flota de naves relativamente baratas que la NASA ha enviado a Marte durante las últimas décadas.

No obstante, han sido la Sojourney, la Spirit o la Opportunity las que se han llevado los ‘galones’, al enviar imágenes nunca vistas del planeta más cercano a La Tierra.

Sin embargo, es la Phoenix la que podría revelar los descubrimientos más sorprendentes.

Antaño un planeta húmedo, plagado de ríos y océanos similares a los de nuestro mundo, la baja gravedad marciana, en comparación con su débil atmósfera, provocó la rápida dispersión de sus reservas en el espacio. Sólo una pequeña parte quedó almacenada en el subsuelo o en los polos. Es ahí donde la nueva sonda tiene previsto desarrollar su labor.

La misión presenta unas cuantas diferencias en cuestión de procedimiento con otros lanzamientos. La sonda tiene previsto aterrizar en una zona elíptica a 68 grados latitud norte, 233 grados este, en las llanuras árticas de la Vastatis Borealis, tras un incierto descenso de siete minutos en el que atravesará la superficie del planeta, en lo que será el momento más arriesgado de la misión.

Durante ese momento, el escudo aislante de la sonda tendrá que soportar una temperatura que rondará los 2.600 grados. Una vez atraviese la atmósfera, la sonda desplegará su paracaídas a 12,6 kilómetros de altura y, durante los tres minutos siguientes, la nave se desenganchará de la protección anticalor, y activará sus cohetes de retroceso a sólo 40 segundos del impacto.

A diferencia de los tradicionales minitodoterrenos que recorren la superficie marciana, la Phoenix no recurrirá a los famosos airbags que recubren el artefacto, que rebota en la superficie hasta detenerse. En este caso, el sistema de aterrizaje por cohete recordará al empleado la sonda Viking.

Una vez sobre la superficie, la sonda desplegará toda una serie de instrumental científico para estudiar el terreno a su alrededor: cámaras estereoscópicas, microscopiso, analizadores electroquímicos y sensores metereológicos. El gadget estrella será, no obstante, su brazo robótico de casi dos metros y medio con cámara incorporada.

El brazo lleva integrada no sólo una cámara rotatoria, sino también lo que la NASA ha denominado ‘púas de sierra’: dientes capaces de atravesar superficies heladas mucho más resistentes que las que se encuentran en las latitudes más próximas al ecuador del planeta.

Con estas armas, la sonda podrá excavar hasta una profundidad de medio metro, a la que los científicos creen que el hielo se encuentra con el suelo de Marte. La sonda extraerá material que será analizado por el laboratorio que la sonda lleva incorporado para buscar signos de materia orgánica, procesos bioquímicos y otras señales de vida extraterrestre.

La NASA ya anticipa una corta autonomía para la sonda Phoenix. Sólo con que la nave opere a pleno rendimiento durante los próximos meses, los responsables de la misión considerarán la misión como un éxito, antes de que el duro clima marciano provoque la primera avería.

Sin embargo, sondas como la Spirit y la Opportunity, que aterrizaron en Marte en 2004 con una expectativa de vida de sólo tres meses, todavía siguen en funcionamiento –descontando los apagones habituales para conservar energía–. La Phoenix no irá a ninguna parte: simplemente quedará posada en el hielo, recabando información, hasta que se rompa.

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