Una de las teorías de Albert Einstein logró demostrarse, pero en el espacio.
Un grupo de astronautas encontró el quinto estado de la materia en el espacio por primera vez.
Un avance que ofrece una visión sin precedentes y que podría ayudar a resolver algunos de los misterios más intratables del universo cuántico.
Los estados más comunes son líquido, gaseoso, sólido y plasma, y hay otros que no se producen en forma habitual, como el condensado ferminónico, el supersólido o el que se acaba de comprobar en la Estación Espacial Internacional (EEI).
Los condensados de Bose-Einstein (BEC), cuya existencia fue predicha por Albert Einstein y el matemático indio Satyendra Nath Bose hace casi un siglo, se forman cuando los átomos de ciertos elementos se enfrían hasta casi el cero absoluto (0 Kelvin, menos 273.15 Celsius).
En este punto, los átomos se convierten en una entidad única con propiedades cuánticas, en donde cada partícula también funciona como una onda de materia.
Los BEC se extienden a horcajadas en la línea entre el mundo macroscópico gobernado por fuerzas como la gravedad y el plano microscópico, regidos por la mecánica cuántica.
Los científicos creen que los BEC contienen pistas calves sobre fenómenos misteriosos como la energía oscura, la energía desconocida que se cree que está detrás de la expansión acelerada del Universo.
Pero los BEC son extremadamente frágiles. La más mínima interacción con el mundo externo es suficiente para calentarlos más allá de su umbral de condensación.
Esto hace que sea casi imposible que los científicos estudien en la Tierra, donde la gravedad interfiere con los campos magnéticos necesarios para mantenerlos en su lugar para la observación.
Quinto estado
Crear el quinto estado de la materia, especialmente dentro de los límites físicos de una estación espacial, no es tarea fácil.
Primero, los bosones (átomos que tienen el mismo número de protones y electrones) se enfrían a cero absoluto utilizando láseres para sujetarlos en su lugar.
Cuanto más lento se mueven los átomos, más fríos se vuelven.
A medida que pierden calor, se introduce un campo magnético para evitar que se muevan y la onda de cada partícula se expande. Agarrando muchos bosones en una “trampa” microscópica que hace que sus ondas se superpongan en una sola onda de materia, una propiedad conocida como degeneración cuántica.
En el segundo en que se libera la trampa magnética para que los científicos estudien el condensado, sin embargo, los átomos comienzan a repelerse entre sí, lo que hace que la nube se separe y el BEC se diluya demasiado para detectarlo.
El equipo se dio cuenta de que la microgravedad a bordo de la EEI les permitió crear BEC a partir de rubidio, un metal blando similar al potasio, en una trampa mucho menos profunda que en la Tierra.
Esto explicaba el tiempo enormemente aumentado que se podía estudiar el condensado antes de difundirlo.