UN EVENTO ASTRONÓMICO QUE DESPIERTA FASCINACIÓN GLOBAL

Un visitante cósmico: Telescopios de todo el mundo observan la llegada de un gigantesco objeto interestelar a nuestro Sistema Solar

La comunidad científica mundial se moviliza para estudiar el tercer objeto interestelar detectado en la historia, un coloso helado que surca nuestro Sistema Solar y renueva la fiebre por lo desconocido

El objeto interestelar, bautizado como 3I/ATLAS
El objeto interestelar, bautizado como 3I/ATLAS. PD

Las alarmas astronómicas han sonado en todo el planeta.

Un nuevo objeto interestelar, bautizado como 3I/ATLAS, ha irrumpido en nuestro Sistema Solar a toda velocidad, acaparando la atención de decenas de telescopios terrestres y espaciales.

Se trata del tercer viajero confirmado procedente de otro sistema estelar tras el célebre Oumuamua (2017) y el cometa Borisov (2019). Descubierto por el sistema de alerta ATLAS en Chile, este coloso helado —con un diámetro estimado entre 20 y 40 kilómetros— avanza con una rapidez que roza los 245.000 kilómetros por hora.

Lejos de representar un peligro, este visitante cósmico es una oportunidad única para entender los materiales y procesos que se dan más allá de nuestra estrella.

Su paso, que será más cercano al Sol en octubre (a una distancia de 1,4 unidades astronómicas, similar a la que separa la Tierra del Sol), servirá para comparar su composición con la de los cuerpos nativos del Sistema Solar y responder a una pregunta que nos persigue desde hace siglos: ¿qué hay ahí fuera?

Una red global de telescopios al acecho

El descubrimiento ha puesto en marcha una auténtica coreografía científica. Más de 20 observatorios repartidos por todo el globo, desde el Teide y La Palma hasta las instalaciones del sistema ATLAS en ambos hemisferios, siguen cada movimiento del 3I/ATLAS con precisión milimétrica. No están solos: los telescopios espaciales Hubble y James Webb ya han incluido al objeto en sus programas de observación prioritaria.

El objetivo es múltiple:

  • Determinar su composición química, para descubrir si comparte elementos con los cometas locales o si alberga misterios ajenos a nuestro entorno solar.
  • Medir su periodo de rotación y analizar posibles variaciones en su brillo, indicios clave sobre su estructura interna.
  • Refinar su órbita y confirmar al 100% su procedencia interestelar, un trámite casi protocolario dada su trayectoria hiperbólica y velocidad descomunal.

Todo apunta a que este objeto se formó en otro sistema estelar y fue expulsado tras alguna catástrofe gravitatoria, emprendiendo un periplo solitario que podría haber durado millones de años antes de cruzarse con nuestro Sol.

De Oumuamua a 3I/ATLAS: la obsesión humana con lo inexplicable

Desde tiempos remotos, los objetos extraños surcando el cielo han sido fuente inagotable de mitos y especulaciones. La llegada de Oumuamua en 2017 avivó la imaginación colectiva: ¿era un iceberg de hidrógeno? ¿Un fragmento planetario? ¿O tal vez —como se atrevieron a sugerir algunos astrónomos— una sonda artificial enviada por civilizaciones lejanas? Su forma alargada y su comportamiento atípico alimentaron titulares e inspiraron teorías más propias del cine que de los laboratorios.

El caso de 3I/ATLAS es diferente: todo indica que se trata de un cometa clásico, cubierto principalmente de hielo, aunque algunos detalles todavía escapan a la observación directa. Sin embargo, eso no ha impedido que resurja la eterna fascinación por los objetos voladores no identificados (OVNIS). Cada vez que algo inusual aparece más allá de la atmósfera terrestre, los foros y redes sociales hierven con especulaciones sobre artefactos extraterrestres o tecnologías desconocidas. La ciencia responde con datos: ni Oumuamua ni Borisov ni ATLAS muestran signos inequívocos de manufactura inteligente —pero la puerta a lo inesperado nunca está cerrada del todo.

Curiosidades científicas y anécdotas cósmicas

La llegada del tercer objeto interestelar conocido ha dejado tras de sí una estela de datos asombrosos y pequeñas historias dignas de contarse:

  • La velocidad mínima para escapar del Sistema Solar desde las proximidades terrestres es de unos 42 km/s. ¡3I/ATLAS viaja hasta a 66 km/s!
  • La probabilidad estimada para detectar uno de estos viajeros era bajísima hasta hace pocos años. Ahora, con la apertura inminente del observatorio Vera Rubin en Chile, se espera encontrar hasta una decena más cada año.
  • El nombre provisional A11pl3Z fue asignado antes de confirmarse oficialmente como cometa interestelar. El proceso implica revisiones internacionales, análisis orbitales complejos y debates entre astrónomos que rozan lo filosófico.
  • El cometa pasará mucho más cerca de Marte que de la Tierra. De hecho, cuando alcance su punto más cercano al Sol, nosotros estaremos en el otro extremo orbital, así que nada de fotos espectaculares desde el jardín… salvo para quienes tengan paciencia y buen equipo.
  • En septiembre de 2024, científicos recuperaron fragmentos metálicos en el Pacífico que podrían ser restos interestelares. Un 22% presentaba composiciones químicas jamás vistas en cuerpos celestes conocidos dentro del sistema solar.
  • Cuando Oumuamua cruzó nuestro vecindario cósmico sin mostrar cola visible ni características típicas de cometa o asteroide, se dispararon las búsquedas sobre «naves alienígenas» en Google… demostrando que el misterio vende tanto como la ciencia.

Y para los amantes del dato curioso: si pudiéramos subirnos a lomos del 3I/ATLAS durante su visita relámpago, tardaríamos menos tiempo en llegar a Marte que cualquier nave espacial construida hasta ahora —aunque aterrizar sería otra historia.

En definitiva, cada nuevo visitante interestelar es un recordatorio brillante (y fugaz) del lugar minúsculo pero privilegiado que ocupamos en el cosmos. Hoy son telescopios y algoritmos quienes escudriñan lo desconocido; mañana puede ser cualquier curioso mirando al cielo quien detecte el próximo guiño estelar.

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