En el otoño de 2025, mientras los habitantes del planeta tierra observan el cielo preguntándose si lloverá al día siguiente, la comunidad científica global se concentra en un fenómeno mucho más asombroso: la aproximación del cometa interestelar 3I/Atlas al Sol.
Este objeto, proveniente de regiones desconocidas de la Vía Láctea, no solo es el tercer visitante confirmado desde fuera del sistema solar, tras los célebres ‘Oumuamua y 2I/Borisov, sino que podría transformar nuestra comprensión sobre la formación de cuerpos celestes o incluso alimentar teorías propias de una novela de ciencia ficción.
La expectación es palpable. 3I/Atlas se desplaza a una velocidad impresionante —superando los 210.000 kilómetros por hora— y su trayectoria hiperbólica indica que no está vinculado a la gravedad solar: llega, observa la estrella y se marcha para no regresar.
Se estima que tiene más de 7.000 millones de años, lo que sugiere que este fragmento de hielo y roca podría ser más antiguo que el propio Sol y contener información sobre los albores de nuestra galaxia.
¿Cometa, asteroide… o nave espacial?
La inquietante pregunta que ha mantenido a los astrónomos en vilo (y ha hecho soñar a los entusiastas de los ovnis) es: ¿qué es realmente 3I/Atlas? Desde su descubrimiento el 1 de julio de 2025 por el telescopio ATLAS en Chile, los datos han sido claros para la mayoría de expertos: al acercarse al Sol, el objeto desarrolla una coma y una cola, expulsando polvo, gas y, más recientemente, agua en cantidades sorprendentes. Todo sugiere que se trata de un cometa “de manual”.
La NASA, la ESA y observatorios como el Keck en Hawái han registrado actividad típica en cometas, incluyendo la emisión de dióxido de carbono y la liberación de hasta 2,5 toneladas de agua por minuto. Sin embargo, algunas voces disidentes se han hecho escuchar. El astrofísico Avi Loeb ha insinuado que ciertos detalles —como su alineación orbital y ciertas anomalías en su brillo— podrían sugerir tecnologías extraterrestres; no obstante, la mayoría apunta a explicaciones naturales. Los científicos coinciden: “Parece un cometa. Se comporta como un cometa”.
Un brillo que revela secretos
La reciente detección de un brillo inusual en 3I/Atlas ha incrementado el interés por parte de la NASA. Observaciones realizadas con el telescopio Swift han captado señales de hidroxilo, una molécula generada cuando la luz solar descompone el agua. Lo sorprendente es que este proceso se detectó cuando el cometa estaba aún lejos del Sol, lo que implica una actividad química inesperada y sugiere que la superficie del Atlas alberga más compuestos volátiles de lo anticipado.
Esta confirmación sobre la presencia de agua —la primera registrada en un cometa interestelar— va más allá de ser una simple curiosidad: indica que los componentes esenciales para la vida, como agua y dióxido de carbono, podrían estar presentes en cuerpos formados alrededor de otras estrellas. En contraste, ‘Oumuamua mostró escasa actividad y Borisov era rico en carbono; sin embargo, Atlas resalta por su abundancia acuosa.
El recorrido de Atlas: un viaje sin retorno
El trayecto del 3I/Atlas es todo menos sutil. El cometa se acercará a Marte hasta unos 30 millones de kilómetros, pasará cerca Júpiter y aunque desde nuestra perspectiva terrestre estará a unos 270 millones de kilómetros (casi dos veces la distancia al Sol), no representará ningún peligro. Durante su paso detrás del Sol —desde nuestra visión— será imposible observarlo directamente; sin embargo, telescopios espaciales seguirán su trayectoria.
Su núcleo, estimado entre 320 metros y 5,6 kilómetros, figura entre los más grandes jamás detectados en objetos interestelares. Aunque no será visible a simple vista, la comunidad astronómica lo monitorizará casi en tiempo real gracias a herramientas como “Eyes on the Solar System” desarrollada por NASA.
¿Por qué estudiar a estos viajeros?
Los cometas interestelares son verdaderos mensajeros cósmicos. Su análisis permite comparar cómo se forman planetas y cometas en contextos diferentes y averiguar si existe una “receta” universal para construir mundos. Cada visitante exterior al sistema solar representa una muestra gratuita procedente de otra zona galáctica, aportando pistas valiosas sobre el origen y evolución planetaria.
Las agencias espaciales han iniciado una intensa campaña observacional utilizando telescopios terrestres y sondas enviadas a Marte y Júpiter. Los datos obtenidos ayudarán a responder preguntas cruciales: ¿son estos objetos tan raros como parecen? ¿Cuántos otros podrían estar cruzando nuestra galaxia sin ser detectados? ¿Podrían contener moléculas orgánicas o incluso semillas de vida?
Curiosidades científicas: entre el asombro y la rareza
La historia del 3I/Atlas está repleta de datos fascinantes dignos de ser compartidos tanto en charlas astronómicas como en reuniones familiares:
- La anti-cola observada por el observatorio Keck parece apuntar hacia el Sol en vez alejarse; esto ha alimentado rumores sobre faros alienígenas, pero se trata realmente de una ilusión óptica provocada por nuestro ángulo visual desde Tierra.
- Los objetos interestelares son tan infrecuentes que hasta ahora solo hemos detectado tres desde que comenzó la astronomía moderna. La probabilidad de que uno cruce nuestro sistema solar es extremadamente baja; aun así aquí está Atlas brindándonos valiosos datos.
- El cometa expulsa agua con fuerza similar a una manguera a presión, evidenciando así que la química detrás estos viajeros puede ser mucho más activa comparada con sus homólogos locales. Si existiera una “olimpiada” para medir expulsión hídrica, Atlas ganaría sin duda alguna.
- Los astrónomos creen que su núcleo podría contener materiales formados antes incluso del nacimiento del Sol mismo; esto lo convierte en una auténtica cápsula temporal galáctica.
- Las primeras especulaciones sobre naves espaciales extraterrestres surgieron debido a su peculiar brillo e inusual trayectoria; sin embargo, hay consenso científico: las explicaciones naturales son mucho más plausibles aunque siempre habrá soñadores dispuestos a imaginar saludos cósmicos.
- En cuanto a confusiones comunes, está el error frecuente de confundir cometas con ovnis o globos meteorológicos. Así que si alguien avista una luz extraña en el cielo gritando “¡Nave alienígena!”, podría estar simplemente presenciando las peripecias del Atlas.
La llegada del 3I/Atlas a nuestro vecindario cósmico nos recuerda cuán lleno está el universo de sorpresas. Cada vez que levantamos la vista al cielo descubriendo un nuevo viajero cósmico, ciencia e imaginación unen fuerzas para ampliar nuestros horizontes… haciéndonos soñar con lo que podría haber más allá.
