(PD).- El aprendizaje de los jeroglíficos ya es posible. Escribir y pronunciar la primera escritura conocida hasta ahora por la humanidad está al alcance de quien lo desee, si visita alguna de las 30 facultades e institutos de Egipto donde se enseña.
Los jeroglíficos pueden ser estudiados en el siglo XXI. «Enseñamos esta caligrafía, que data de hace 3.500 años antes de Cristo y que cuenta con alrededor de mil ideogramas, en más de 30 universidades e institutos «, diceo Abdel Halim Nuredin, profesor de Egiptología en la Universidad de El Cairo, una de las 30, junto a otros centros educativos, que enseñan la histórica escritura.
«No puedo decir que aprender a escribir y pronunciar los jeroglíficos sea algo difícil o fácil ya que depende de la disposición y el interés que tenga la persona en conocer todo lo relacionado con la historia faraónica», afirma el maestro al ser preguntado sobre si era complicado llegar a entender esa escritura.
En ese sentido, Nuredin dice que él la ha aprendido muy bien y que desde 1964 la ha enseñado a miles de estudiantes universitarios, entre ellos, húngaros, holandeses, polacos y otros europeos, además de chinos y japoneses.
Herencia lingüística
Aicha Mahmud, profesora ayudante de Arqueología en la Universidad cairota de Ein Shams, se muestra orgullosa con sus conocimientos de jeroglíficos. «Las dos razones que me motivaron a aprenderlos es que para nosotros es nuestra verdadera lengua nacional, y que pese a que se usó hace miles de años, aún algunos de sus vocablos se encuentran presentes en nuestro dialecto actual», destaca Mahmaud.
«Mam, que se dice cuando alguien desea comer; Tata, que las madres pronuncian cuando alientan a sus bebes a dar sus primeros pasos; y Bauti, tipo de bandeja usada por los verduleros para ofrecer sus verduras, son algunas palabras jeroglíficas que todavía pronuncian los egipcios de las zonas rurales», recorda Mahmud.
El fundador de la Egiptología, el francés Jean Francois Champollion, pudo descifrar, por vez primera, la escritura jeroglífica egipcia en 1822, para lo que se basó en la Piedra de Rosetta, que se encuentra en el «British Museum» en Londres.
