Violencia en el instituto finlandés. Ocurrió antes y volverá a ocurrir de nuevo.(I)

(Iñaki Piñuel).- Seres aparentemente normales que se convierten en asesinos en masa. Vidas triviales banalmente segadas por un ciudadano al que nadie prestaba atención. Que nadie piense que está al abrigo de esta violencia. El genocidio nazi practicado por la nación más avanzada de la tierra de su época, las matanzas masivas de civiles a manos de sus vecinos de Ruanda y Burundi en los años noventa, o las más recientes barbaries y atrocidades en el corazón de Europa, en los territorios de la antigua Yugoslavia, nos señalan una y otra vez lo mismo: personas totalmente normales como cualquiera de nosotros pueden, bajo ciertas circunstancias, verse inmersas en la comisión de actos de violencia extrema. Basta que concurran ciertas condiciones.
Los violentos asesinatos de Finlandia nos pueden llevan a la reflexión recurrentemente estéril acerca de los “violentos” como seres pervertidos de raíz, o como patologías psiquiátricas descontroladas, que simplemente, se nos han ido de la mano.
Desde Columbine hasta los sucesos de Kauhayoki (Finlandia) de ayer, se vienen repitiendo sucesos que se ofrecen a la opinión pública como misteriosos, o aparentemente incomprensibles.
Sin embargo el análisis científico de lo que es la violencia nos confirma que esta tiene un origen trivial en el mecanismo mimetico y en el narcisismo social que nos invade y que dicta a cada uno que en esta sociedad, para ser alguien relevante, se requiere ser notorio y famoso.
Internet y You tube no hacen sino reforzar y exacerbar todo el proceso mimético. Las nuevas tecnologías hacen del mundo un inmenso espejo en el que cada uno se pregunta mientras se contempla en él: “Quien soy yo para los demás”.
Todo el mundo clama contra la violencia en un mundo cada vez más escandalizado por sus manifestaciones: contra las guerras modernas, que concitan manifestaciones multitudinarias de condena como una alternativa que ya no es éticamente asumible, y contra la violencia nuestra de cada día, la que nos toca de cerca y que podemos reconocer fácilmente en nuestras familias, colegios, vecindarios y en el mismo entorno laboral.
Nadie en su sano juicio justifica hoy la violencia. En todo caso la justifica como una reacción a la violencia de otros, que son siempre los que han comenzado primero.
La violencia es el gran tema de nuestro tiempo y, sin embargo, casi nadie es capaz de dar cuenta de un fenómeno tan común y omnipresente. Todos ven la violencia enfrente, solo unos pocos ven la violencia propia, la de cada día, es decir la viga en el propio ojo. Nuestra participación en la generación de víctimas resulta tan trivial como inconsciente.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído