Cinco Héroes Adolescentes

(Diario de Jerez).-Abraham, Antonio, Manuel, Jesús y Sergio, cinco jóvenes entre 16 y 28 años, que no dudaron en arriesgar sus vidas para salvar de las llamas a dos niñas y a su abuela en Jerez.

«Muchos decían que éramos unos vándalos, ahora nos miran de otra manera«. Son ‘La Patrulla X’ de La Granja. Cinco jóvenes que se han convertido, de un día para otro, en héroes particulares de la barriada, desde que el pasado viernes 10 de octubre rescataron de las llamas de una vivienda a dos niñas y a su abuela. Una operación «perfectamente coordinada», parece como si lo hubieran soñado: Antonio trepó hasta alcanzar la ventana, entró y abrió la puerta de la casa a Luis, Abraham, Manuel y Sergio. «Al principio la señora pensaba que queríamos robar. Tuvimos que explicarle que no, que veníamos a ayudarla a ella y a sus nietas, que había fuego en la casa», comentan como anécdota.

Estos chavales viven en La Granja desde que nacieron. Allí, en la plazoleta, se reúnen diariamente. Son cinco héroes anónimos, cuatro de ellos en paro. Casi todos pertenecen al mundo de la construcción. La crisis del ladrillo les ha llevado a esta situación. «No se nos caen los anillos con nada. A lo que sea se le mete mano. Buscamos trabajo». «Mal mirados», dicen ellos por estar todo el día en la calle, sin hacer nada, ahora se sienten valiosos para la sociedad, para sus vecinos. «Pues si no hubiéramos estado aquí, fíjate qué hubiera pasado. Nunca hemos hecho nada malo. Ahora, sin embargo, nos dan las gracias. Las cosas de la vida», dice Antonio Bonilla, de 22 de años.

Reunidos bajo la ventana de la casa de Eva María, empezaron a oler a quemado. «Casi que ni nos miramos. Pensamos enseguida en las niñas y entramos en acción. No me creía lo que había ahí arriba. Cuando vi ese cuarto en llamas… Mucho calor, mucho humo. Ahí te caes de espaldas y te ahogas sin darte cuenta. Yo iba como estaba ahora, agachado porque la cantidad de humo era impresionante. Arriesgamos nuestras vidas inconscientemente», relata Antonio.

«No nos sentimos ni más especiales ni nada. Esto nos ha valido para salvar vidas, pero yo los humos los tengo en el mismo lado que antes» dice Luis Fernández, de 28 años. «Quizás nos tengan un poco más de admiración. En ese aspecto sí me siento más orgulloso. Todos nos decían que éramos unos vándalos, unos vagos por estar en paro y aquí sentados. Vagos no, es que no encontramos trabajo. Y así, ¿dónde vamos a estar?, ¿fuera de la plazoleta? Aquí estamos más tranquilos y seguros. La Granja es lo mejor para vivir. De aquí no nos moveremos», apunta Antonio, que dice que al día siguiente de lo ocurrido, «la gente nos daba las gracias y sentíamos algo de coraje por cómo algunos nos han mirado hasta este día. Pero lo importante es que lo bueno lo llevo yo en mi corazón, para mí, para dentro. La madre nos dice que no sabe cómo agradecernos lo ocurrido, yo le digo que dé gracias a Dios porque estuvimos ahí y tuvimos el valor de hacer lo que hicimos». «Además, Eva María, la dueña de la casa, es muy buena con nosotros, es especial. Pero si hubiera sido otra persona, también lo habríamos hecho. Ella ha estado para nosotros sin saberlo, y nosotros para ella. Todo lo que tiene te lo da, y si no lo tiene, te lo busca», subraya Abraham Grilo, 18 años. Cuentan que la alcaldesa, Pilar Sánchez, visitó la zona el día después de la tragedia y les dijo que «luego dicen que la juventud», y al parecer les prometió empleo.

«Impactante -recuerda Antonio. Cuando vemos a la madre y cómo nos mira… te impacta. Esa cara de agradecimiento. Siempre nos intenta invitar a algo, como si tuviera una deuda con nosotros. Pero no es así. No hay que dar nada a cambio».

Ríe Antonio cuando cuenta lo que dijo su padre cuando se enteró de que estaba en el hospital (por inhalación de humo): «¡Algo habrá hecho el niño!». Y no hizo nada, bueno sí. Salvó, junto a cuatro amigos, tres vidas. «Ahora es él (el padre) el que va contando por ahí lo que hice. Y yo le digo que para qué cuenta nada, que yo no le he dicho nada a nadie» (ríe). Familiares, amigos y vecinos no han dudado en felicitar a los chicos. De hecho, hasta el párroco de la Iglesia de los Dolores, del Parque Atlántico, donde carga Manuel, lo ha llamado para darle la enhorabuena. La Hermandad le va a dar un obsequio por su hazaña.

Hermanos chicos y mayores de los cinco fantásticos se sienten orgullosos de lo que tienen en casa. «Mi hermana estaba dos minutos antes del incendio en casa de las niñas y la bajé porque no quería irse», dice Sergio. «Mi hermano mayor -relata Abraham- dice que nunca pensaba que yo fuera a hacer una cosa así».

La única novia que tiene Antonio, el más hablador, es su coche. Dice que por ahora no le interesa echarse ninguna y que esta aventura tampoco le ha servido para que se le acerquen las chicas. «Las niñas nos miran igual». «¡Sí hombre, eso quisiéramos nosotros, que las chavalas nos miraran más!», le corrige Abraham.

El grupo recuerda que cuando llegaron los bomberos les preguntaron: «¡Pero chiquillos!, ¿ustedes cómo habéis tenido cojones de meterse (sic) ahí arriba sin saber lo que había. ¿De dónde habéis sacado las fuerzas?». «Nos avisaron de que igual que nos había salido todo bien, también nos podría haber salido fatal. No fue así. Cuando bajamos escupíamos negro y las orejas las teníamos también ‘tiznás'».

¿Quién os protegió? «A mí Dios, yo soy creyente y fue él», dice Antonio. «Yo no soy creyente. Lo que pasó, pasó y ya está», confirma Abraham.

Los estudios no han sido opción elegida por estos cinco jóvenes. Oficial de segunda de ferralla para Luis, oficial de primera de electricidad para Antonio, un módulo de jardinería para Abraham. Sergio Ramírez, de 16 años, quiere entrar en una cerrajería, pero le piden el Graduado. Piensa sacárselo en la calle Vicario cuando cumpla los 18. «Ése sí que se lo ha montado bien, -dice Abraham refiriéndose a Manuel Sánchez, de 17 años, el que falta-, de ocho a tres en un supermercado y ganando 600 euros». A Manuel le gustaría aprender un oficio, «para que cuando pasen dos o tres años tenga algo sabido». Pero, lo que está claro es que ninguno quiere ser bombero, «y eso que nos lo han planteado, pero no, eso es para los que tengan preparación». Ahora, el grupo está ayudando a la familia a desalojar la casa de enseres. Están junto a la entrada, negros, llenos de malos recuerdos. Uno de los sofás es ahora zona de reunión de la pandilla. Allí, en la plazoleta, juegan con las niñas que se salvaron del fuego gracias a ellos. Una de ellas se acerca a la madre y quiere saber qué le está preguntando esta periodista. «Una encuesta para saber quién es la niña más guapa de La Granja», le digo. Sin dudarlo, la pequeña levanta la mano dejando claro que es ella. Sonríe y sigue jugando con Abraham, Antonio, Manuel, Jesús y Sergio.

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