Ha muerto mi “Alter Ego”, mientras era extorsionado por profesores universitarios.

(Profesor Jose Buendía) Unos lo llaman maquiavelismo, otros síndrome frío de personalidad sagaz, los clínicos hablan de personalidad sádica, y en el ámbito penal se conoce como personalidad criminal ¿Qué es lo que lleva a unos profesores universitarios a utilizar sus conocimientos con fines destructivos? El día tres de Enero, las condiciones de la muerte de JB en la Calle Toledo número 6, quedaron confirmadas. La circunstancia de que GL., catedrático de Derecho, consultase el listín de teléfonos, le condujo a tener que hablar con doña María NR. viuda del recientemente fallecido “¿Llaman otra vez de la Universidad? Mi marido ha muerto, y hemos recibido varios escritos con insultos y amenazas”.

En dos conversaciones posteriores, -esta vez ya sin la equivocación del número de teléfono-, ha manifestado que un mes antes de morir su marido, llegó una carta de la universidad. Que se asustó en un primer momento al leer las cosas que decía el escrito, y porque desconocía las intenciones de aquellas personas, que anteriormente ya habían llamado varias veces. Que después de su muerte llegaron dos escritos más. Que alarmada por su contenido acudió a un policía, quien la tranquilizó…

Las fechorías de estos docentes, adquieren un especial significado con la muerte de JB, mientras era amenazado. Se habían equivocado de calle, de casa y de persona. A la víctima, a partir de ese momento yo le llamé: Mi Alter Ego.

No resulta fácil escribir sobre este hecho, y he dudado bastante antes de incluirlo aquí; en primer lugar porque lo considero de una gravedad tremenda, y en segundo lugar porque no soy novelista; y aquí hay materia de sobra para una novela. Si a pesar de todo escribo, es porque siempre es útil hablar sobre lo que es, y sobre lo que sé.

Pero surgen muchos interrogantes: ¿Conozco a Mi Alter Ego? ¿Puede alguien conocer al otro? Pienso que no, y que ni siquiera es importante. Y, ¿por qué llamarle al Otro, Yo? Él ha muerto, y yo estoy vivo; él no era conocido, yo sí; a él le maltratan, a mí me conceden un “galardón”. ¿Soy yo el odiado, o es mi Alter Ego? ¿Qué le produjo la muerte? ¿Por qué no siguieron las huellas de aquella correspondencia tan singular? Demasiadas preguntas para un Yo denostado por docentes universitarios.

Hace unos meses, durante la lectura de la correspondencia epistolar de estos anónimos docentes, se me ocurrió imaginar qué libro escribiría mi otro perseguidor o el perseguidor de mi otro, si decidiera hablar de psicología ¿Serían conceptos analíticos? En mi fantasía contesté que no; por la sencilla razón de que el escribiente de tales mensajes inmisericordes tiene, qué duda cabe, algunos conocimientos de esta materia, pero no se entera; y su ignorancia le ha hecho peligroso.
Nada ha modificado tanto la mirada sobre el comportamiento humano, como la teoría de Sigmund Freud, al que hoy recordamos por haber puesto de manifiesto nuestra doblez y nuestra hipocresía. Desde esa perspectiva, sabemos por qué alguien es capaz de provocar una pena tan grande en el otro, que le acompañe hasta la muerte. Mi otro Yo, ha muerto; y yo he muerto en él; si no en la realidad, sí al menos en la forma de percibirlo.
¿Qué cartas escribirían estos universitarios, una vez informados de que ha muerto mi Alter Ego? ¡Qué lastima!, la artillería pesada, en palabras de un colega pusilánime, no apuntó bien. No son buenos terroristas ¡Que los inhabiliten!

Durante varios meses, las cartas de estos colegas se han convertido en documentos del máximo interés; en material psicopatológico, susceptible de ser analizado en clases prácticas. Lo que dicen a mi Alter Ego, estos especialistas en literatura psicológica o en psicología literaria es increíble. Son escritos muy largos, que fueron elaborados con especial exquisitez. No en vano los amanuenses son expertos en habilidades sociales. Yo invito al lector a transitar con lentitud por estos escritos universitarios, ahora en poder de los jueces. Desmenuza, amigo lector, los términos tan delicados que emplean, dirigidos a un hombre que había de morir días después: “Esperamos que usted ya esté muy mal, esa es nuestra esperanza”. No quiero reproducir aquí tan abundantes e inocentes perlas.

Y, ¿por qué escriben así? ¿Quién redactaría estas sencillas y hermosas cartas a Mi Alter Ego? “Esperamos que estés muy mal” ¿Quién compondría este magnífico texto para la reflexión de un moribundo, y para el proceso de duelo de su familia? Augusto Monterroso no lo habría hecho con tanta “ternura”, con tanta exactitud, con tanta brevedad, -(sólo dos páginas cada epístola; la última recibida cuando JB ya había fallecido)- ¿Cómo se escribe con tal serenidad? ¿Cómo se prepara, la muerte del Alter Ego con tales cuidados paliativos?: “Vamos a enviar esta información a tu domicilio familiar para asegurarnos de que te llega”. Y llegó a tiempo, esta pieza literaria sobre psicología de la muerte y terapia de los procesos de duelo. Indudablemente a quienes escribieron o bien sobrevivieron con ataque de pánico a la anunciada artillería, les vendrá de muerte este epistolario para su crecimiento personal, que es lo que se lleva ahora.

Docentes e investigadores ayudaron a morir a un ciudadano de bien, pero se equivocaron, aunque experimentaban sus equivocaciones como aciertos. Pretendían acabar con disidentes, heterodoxos, y todo aquel que se sale de parva; en definitiva perseguían una causa noble. Pero, ¿era el Alter Ego un disidente? Su apellido le delata. Era inconcluso, inadecuado, contradictorio y loco. Y lo más grave, no quería salir de su locura.

Sin embargo, el trabajo aún no está hecho, por la sencilla razón de que la artillería no dio en el blanco. Las situaciones inconclusas luchan por ser resueltas; y existe un sistema de energía motivacional al servicio de la tarea cuando se comienza, que sólo se agota si se concluye. Quiere decir, que harán falta más alter-egos, dispuestos a recibir los mensajes psicológicos adecuados para poder morirse como Dios manda. Por otro lado, estos doctores escribientes, invitaban a mi Alter Ego a un viaje muy prolongado, ¿te das cuenta? Me han dado ganas de salir a la calle con una gran pancarta en todos los idiomas que dijera muy fuerte: Tengo un Alter Ego, con sesentaytantos años que sonríe a pesar de las arrugas, y quiere irse de aquí. Él ya se ha ido, y yo también me iré. Pero acompañado de los cuatrocientos mil millones de amigos míos, que aprendieron, -por supuesto fuera de las aulas universitarias-, que en ocasiones es mejor caminar contracorriente.

POST DATA.
En el Juzgado, se encuentra en fase de Instrucción un Procedimiento abreviado sobre Delito por agresiones y amenazas, en el que ya hay inculpados.

Firmado: José Buendía
Profesor de Universidad
Marzo, 2009

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