Los profesores españoles se enfrentan cada vez más a unos estudiantes menos obedientes pero que van por delante en ciertos conocimientos

Unos creen que el problema es que profesores del siglo XX intentan educar a jóvenes del siglo XXI en unas escuelas del siglo XIX, y por eso no termina de funcionar. Otros, que se han perdido valores básicos de la educación, sobre todo, la disciplina y el esfuerzo.

En realidad, son dos maneras distintas de enfrentarse a un mismo hecho: que los docentes no tienen claro, no encuentran o no les ofrecen las herramientas necesarias para enseñar a unas nuevas generaciones de jóvenes que no responden de la misma manera que las anteriores a la educación escolar.

Una generación que «ha crecido en un ambiente más amable y con más libertad», que aventaja «a los mayores y al profesorado en algunos aprendizajes», por ejemplo, en algo tan central hoy día como las nuevas tecnologías, explica el catedrático de Didáctica de la Universidad de Valencia José Gimeno Sacristán.

El sociólogo de la Universidad de Salamanca Fernando Gil lo plantea de manera más cruda:

«Los profesores se enfrentan a los alumnos, especialmente los adolescentes, más desorientados de la historia. Sin el apoyo de las creencias religiosas e ideológicas, flotan a la deriva del consumismo y de la Red. Tienen los padres más permisivos de la historia, con problemas para ejercer la autoridad, lo cual se observa cuando hay tensiones en el centro, porque se posicionan más del lado del hijo-alumno que del lado del profesor».

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