Prohibir los crucifijos en las aulas no evita que nos quedemos perplejos al escuchar que el futuro está en la I+D+i y por eso el PSOE en Extremadura subvenciona cursos sobre masturbación
Promover la eliminación de los crucifijos de las aulas no va a evitar que hoy otros miles de ciudadanos pierdan su puesto de trabajo. Eliminar los crucifijos de las aulas no exime a Zapatero de la responsabilidad por su pésima gestión de la economía. Impulsar la eliminación de los crucifijos no oculta el problemón con las pensiones ni el lío que tiene montado el Tribunal Constitucional con la sentencia del Estatut.
Prohibir los crucifijos en las aulas es una violación de los derechos constitucionales establecidos, de la misma forma que sucede con el uso de Sitel sin el respaldo de una Ley Orgánica. Prohibir los crucifijos en las aulas es intentar que miremos para otro lado y no exijamos que se esclarezca quiénes son los responsables de un delito de colaboración con banda armada cometido en el chivatazo del Bar Faisán. Promover la eliminación de los crucifijos de las aulas no evita que sigamos denunciando que es una barbaridad pretender que las menores de 16 años aborten sin la autorización paterna. Modificación legal con la que a su vez intentan distraernos de una crisis económica, sistémica y estructural, que Zapatero y su Gobierno no saben afrontar y que eleva a más de 4.500.000 el número de parados.
Prohibir los crucifijos en las aulas es una barbaridad cultural más grande que pretender hacernos creer que la ley de la sostenibilidad de la economía va a servir para algo. Prohibir los crucifijos en las aulas no evita que nos quedemos perplejos al escuchar que el futuro está en la I+D+i y por eso el PSOE en Extremadura subvenciona cursos sobre masturbación. Prohibir los crucifijos en las aulas sólo demuestra que Zapatero, incapaz ante las necesidades de los ciudadanos, actúa como un ser malvado que odia y proyecta sus frustraciones y sus incongruencias sobre la sociedad, financiando e incentivando la división entre los españoles. La cruz no es un problema. Zapatero sí. ¡Qué cruz!
Este artículo fue originalmente publicado en La Gaceta.