A la hora de repartir estopa, no hay otro en nuestro firmamento literario

Arturo Pérez-Reverte tilda a los ministros de «analfabetos» por quitar El Quijote de la escuela

«Esta edición lo que intenta es precisamente que el Quijote sea asequible para un escolar normal».

No se corta un pelo. Dice lo que piensa y no le importa que el aludido sea grande, poderoso o muy rico.

A la hora de repartir estopa, no hay otro en nuestro firmamento literario que Arturo Pérez-Reverte.

El ahora académico, antaño periodista audaz y siempre escritor brillante ha culpado a los «ministros analfabetos» de quitar «El Quijote» de las escuelas y dijo que ya no se lee porque ellos no lo entendían y prefirieron eliminarlo, antes que educarse a sí mismos.

Y es que el libro de Miguel de Cervantes no es siquiera una lectura recomendada en los planes de estudio hoy en España, algo que viene de «generaciones de ministros analfabetos, uno tras otro, que ignoran qué es ‘el Quijote’, ni saben para qué sirve», sino que «les suena a un texto complicado, aburrido, cervantino y esas cosas».

En una conferencia de prensa en la ciudad mexicana de Guadalajara, donde se celebra la Feria Internacional del Libro (FIL), presentó su adaptación de «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha» que le encargó la Real Academia Española.

El trabajo ha sido de aupa.Pérez-Reverte soltó durante su charla en un dato demoledor: de los 22 países de habla hispana, sólo seis conservan el Quijote en sus planes de estudios, y entre ellos no están ni España, la cuna del idioma, ni México, el país con más hablantes.

«El Quijote está siendo abandonado por los sistemas escolares españoles y americanos», se duele el escritor y académico de la lengua.

Culpa a «generaciones de ministros analfabetos que no saben para qué sirve el Quijote».

Y añade:

«Es muy triste que en este desmantelamiento de la cultura que estamos teniendo se dé importancia a libros menores y sin embargo no se trabaje con el Quijote. Porque el Quijote no es solamente un libro bellamente escrito y un clásico de nuestra lengua, sino una escuela de filosofía, de ética, de lealtad, de honradez, de imaginación. El Quijote es un ejemplo. Y como elemento de trabajo, es una fuente riquísima para un profesor para discutir con los alumnos incluso de aspectos morales de la sociedad moderna».

Con esta justa indignación en mente, enfrentó el encargo de adaptar el original de Miguel de Cervantes «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha» a una versión popular, publicada por la Real Academia Española (RAE) junto a Santillana para celebrar su tricentenario y presentada ayer en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Jalisco.

«Esta edición lo que intenta es precisamente que el Quijote sea asequible para un escolar normal».

Se trata, como recuerda en su prólogo Darío Villanueva, secretario de la RAE, y recalca Pérez-Reverte, de un viejo compromiso que la Academia tenía pendiente desde hace más de un siglo, pues una Real Orden de 12 de octubre de 1912 le encargaba «la dirección de dos ediciones del Quijote, una de carácter popular y escolar y otra crítica y erudita».

La segunda la cumplieron en 2004, con la edición anotada por el académico y especialista Francisco Rico.

Para la primera, la idea fundamental de Pérez-Reverte fue eliminar las digresiones para dejar íntegra la historia de don Quijote y Sancho Panza.

«En los colegios normalmente se utilizan antologías, trozos más o menos largos de la novela, porque el problema fundamental está en que el Quijote completo para uso escolar es difícil de manejar. Tiene varios cuentos e interpolaciones hechas por Cervantes que complican la trama y se alejan de la peripecia de don Quijote y Sancho. Lo que decidimos fue eliminar todo aquello que no tiene que ver directamente con la historia de los dos protagonistas».

«Le hemos dado al profesor una herramienta educativa mucho más asequible y amena para jóvenes, sobre todo porque cuando uno lo lee, está leyendo realmente el Quijote, no pedazos».

El reto fundamental, relata el académico, era «cómo coser esos cortes para que el lector no se diera cuenta en qué momento se habían hecho».

Para hilar esas costuras, Pérez-Reverte decidió utilizar palabras sacadas del propio Miguel de Cervantes, «no más de cien», con la divisa de modificar el original lo menos posible.

«Fue muy divertido, pero claro, meterte con Cervantes impone mucho respeto. Lo hice con mucho cuidado y con mucha humildad».

Su asistente en este trabajo de más de un año, el técnico filólogo de la RAE Carlos Domínguez, encargado de la revisión, corrobora hasta qué punto se cumplió el objetivo:

«Al desaparecer esas historias intercaladas, ni yo mismo, en pruebas sucesivas, reconocía dónde había desaparecido tal texto. Fluía perfectamente toda la historia como si nada faltase».

Otra consigna de Pérez-Reverte era evitar cualquier nota al pie de página para no interrumpir la lectura -únicamente dejó la que explica quién fue Avellaneda, autor del Quijote apócrifo. Por este motivo, explica, cambió «todas aquellas palabras demasiado antiguas por otras también antiguas y tomadas de Cervantes pero cuyo sentido era más fácil de comprender por un lector moderno».

Así, «armas jaldes» son «gualdas» (amarillas) en esta versión.

¿Qué pasa con el lector purista que piense que el Quijote es inconcebible sin las historias del cautivo, Cardenio, Dorotea, el curioso impertinente o las bodas de Camacho? Pérez-Reverte es vehemente:

«Precisamente este Quijote no va dirigido al purista, que puede leer el Quijote completo cuando quiera porque para eso está, sino al lector convencional o al lector juvenil».

«El Quijote está siendo dejado de lado por su supuesta complejidad. Este Quijote justamente intenta combatir eso. Es una herramienta para luchar en esa batalla tan digna, tan noble y tan necesaria».

La obra, que se presenta también en versión digital, incluye una guía didáctica de la novela elaborada por profesores especialistas, con actividades, orientaciones y material preparado para facilitar la lectura y trabajar con alumnos de distintos niveles.

 

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