Tal vez por deformación profesional -soy de Ciencias- me perturba bastante oír expresiones que me parecen ilógicas.
Y también me preocupa, porque, a mi modo de ver, desde hace unos años, se emplean cada vez con más frecuencia este tipo de frases, lo que, de seguir así, conduciría a una peor comunicación interpersonal, a más conflictos innecesarios (leyes difícilmente interpretables) y al relativismo. He aquí algunos botones de muestra.
El casi generalizado «está detrás mío». Por favor, tengamos compasión de los pobres chavales que tendrían que analizar esta frase, sintáctica o morfológicamente. ¡Pobrecillos! ¡No hay por donde cogerla!
Recientemente he oído emplear con frecuencia la palabra «brutal» para designar algo grandioso, desmedido, inmenso, descomunal, desmesurado, colosal, formidable, extraordinario, excepcional, etc. ¡Anda que no tenemos posibilidades!. Sin embargo, hace unos días, por ejemplo, una periodista, para decir que un discurso del Papa había sido muy bueno, lo calificó de brutal. ¡Asombroso!
También he oído a políticos muy importantes hablar de «austericidio» en el sentido de «matar por exceso de austeridad» cuando lo que significa es, como es bien sabido, «matar la austeridad». ¡Pobre austeridad!
Otro día oí decir a un corresponsal a su jefe que no le escuchaba, que viene a ser lo mismo que decirle que «lo que me está usted diciendo me entra por un oído y por el otro me sale». ¡Qué pasota!. Otra confusión similar suele darse entre las palabras mirar y ver.
Otro fallo bastante común es emplear el «deber» (obligación) por el «deber de» (probabilidad); y parece claro que no es lo mismo decir, por ejemplo, que este Ministro debe de ser corrupto que decir que debe (tiene que) ser corrupto.
También me ha llamado la atención que algunos periodistas cuando quieren referirse a un marido que lo es de verdad suelen emplear lo de compañero sentimental o pareja, mientras que cuando no lo es, emplean la palabra marido. ¡Curioso!
Recientemente, al escuchar algunas crónicas sobre el frustrado atentado en un tren entre Ámsterdam y París, observé que algunos corresponsales no tenían nada clara la distinción entre «dirección» y «sentido», conceptos que se estudian en la Física desde la Enseñanza Media o desde antes.
Y si nos fijamos en el lenguaje que podríamos llamar progre, la falta de lógica aparece por doquier. ¿Por qué se dice, por ejemplo, concejala, jefa, jueza, artista o socialista y no se usa, respectivamente, concejalo, jefo, juezo, artisto o socialisto? Y tampoco parece muy lógico que muchos de los que criticaban ese lenguaje se hayan dejado llevar por la corriente, y, ahora, sean más papistas que el Papa en este terreno.
Por último, hay personas que, tal vez por querer ser originales, se olvidan de la lógica. Así, por ejemplo, hay personas que añaden al «buenos días» lo del «por decir algo», con lo que dejan de expresar un deseo o una petición para manifestar una constatación.
También he oído en la radio decir la frase «le contaremos la próxima hora en cuanto suceda», lo que me desconcierta bastante, pues no sé qué quiere decir lo de contar la hora ni lo del suceda (¿no habría, más bien, que contar lo que suceda durante la próxima hora?). En otra emisora hay un periodista que dice «…hay noticias que están a punto de pasar…). Yo pensaba que las noticias no pasan, que una vez que se producen, permanecen para siempre, ¿no?
Pienso que no estaría de más que, igual que, por ejemplo, se hacen campañas oficiales en los medios de comunicación para mejorar el tráfico, se hiciesen también para corregir estas desviaciones que, con el tiempo, podrían llevarnos a un cierto confusionismo babélico.
Vicnuel Sánchez González