Manuel Dóniz García

La infame guerra de Cuba y la defensa del Caney

Cayo Hueso, nombre puesto por su descubridor y primer conquistador, Juan Ponce de León en el año 1591

La isla de Cuba posee  una gran fatalidad geográfica, está a sólo 140 kilómetros de Key West en el estado de Florida (Cayo Hueso, nombre puesto por su descubridor y primer conquistador, Juan Ponce de León en el año 1591). Este hecho ha provocado las apetencias de los norteamericanos desde el nacimiento de esta nación.

Ya en tiempos de Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, se realizaron infructuosos intentos de compra de la isla, repitiendo el mismo negocio de Florida, adquirida a España por cinco millones de dólares que finalmente nunca pagaron. Pero Cuba era territorio español desde 1511y no estaba en venta y nunca lo estaría.

Pero los yankis no pararon en su empeño, en 1823 y, por medio de la Embajada, se dirigió escrito al Ministerio de Exteriores, a cuyo frente estaba Don Evaristo Fernández, en tiempos de Isabel II, mensaje por el que le informaron que,” la anexión de cuba es indispensable para la seguridad de USA, por lo que la isla debería ser vendida por ciento veinte millones de dólares, de no acceder a su ofrecimiento, la isla podría ser arrebatada a cualquier precio”. Pero, la guerra civil de los Estados del Norte con los del Sur, paralizó momentáneamente este empeño.

A partir de 1895, cuando el gran país norteamericano consiguió situarse como gran potencia industrial, ambicionaba no sólo Cuba, sino todo el territorio colonial que aún pertenecía a la débil España. Como primera medida fomentó y armó a los movimientos criollos independentistas de Cuba para desestabilizar el dominio español de la isla, aunque sus deseos eran anexionársela finalmente.

Para intervenir directamente a lado de los mambises, les vino bien la explosión del crucero Maine en la rada de La Habana. Este navío, el más viejo de la armada norteamericana fue enviado con la justificación de proteger los intereses de ciudadanos norteamericanos durante la revuelta cubana y cuya explosión, por razones poco claras el 15 de febrero de 1898, provocó la muerte de 258 marinos y 3 oficiales, dejando sólo 89 supervivientes.

La  guerra no fue declarada de inmediato, pero los periódicos norteamericanos de William Randolf Hearst y Joseph Pulitzer empezaron tal campaña de descrédito falaz, que envenenaron a todos los norteamericanos, predisponiéndolos contra los españoles y consiguiendo que comienzo de la beligerancia fue una petición unánime de toda la sociedad estadounidense, por lo que, en abril de 1898 se iniciaron las hostilidades contra España.

Desde Cayo West a la localidad de Juan Tánamo fueron embarcadas numerosas tropas norteamericanas para luchar contra los rayadillos españoles a los que infravaloraban,  con la justificación de apoyar a los independentistas cubanos. Se fueron sucediendo las escenas de heroísmo por parte de los españoles que defendían un territorio de su propiedad, frente al implacable avance norteamericanas pero, pese a su tenaz resistencia,  perecieron a causa del número de atacantes y su mejor armamento. Pronto, el general Shafster, al mando del V Cuerpo de Ejército se hallaba a sólo diez kilómetros de la importante ciudad de Santiago.

El teniente general Arsenio Linares, comandante de la plaza, ordenó reforzar las posiciones de defensa de la ciudad, poniendo las tropas al mando del general Joaquín ibicenco Vara del Rey, con aproximadamente quinientos soldados para defender la posición del pueblo de El Caney. La mejor posición de este lugar estaba en el fortín de El Viso, edificado sobre un montículo, aparte de seis blocaos radicados alrededor del pueblo, donde se excavaron trincheras y se tendieron alambradas.

Los estadounidenses dieron comienzo a su ataque a las 6 de la mañana del día 1 de julio de 1898, con abundante fuego de artillería para despejar en lo posible el paso a la infantería pero, al parecer, este ataque efectuado a demasiada distancia causó pocos daños en las defensas españolas. Después del primer ataque de los infantes al mando del oficial Henry W. Lawton, fueron mantenidos a raya por las tropas españolas e incluso, la llegada de la Brigada Independiente de Bates, reforzada por doscientos rabiosos independentistas cubanos, fueron parados por los quinientos soldados del general Vara del Rey, que hacían frente a un ejército de más de seis mil quinientos hombres con tal valentía que, el capitán Wester del ejército atacante llegó, a decir: “Esta lucha del Caney siempre aparecerá ante el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de abnegación militar”. Pero la artillería, emplazada más cerca de las posesiones españolas, empezó a hacer mucho daño y el general Vara del Rey murió de un disparo en su cabeza, lo que acarreó el desaliento de los españoles que finalmente fueron aplastados por el enemigo. Un grupo de soldados que evacuaba el cadáver de su general en dirección a Santiago junto con otros supervivientes, fueron tiroteados por soldados yankis, que  no respetaron su retirada, haciendo una matanza.

La Batalla de El Caney transcendió internacionalmente y, a este respecto, el agregado militar sueco de la embajada de su país en  Washington dijo públicamente: “Después de este acto heroico, no se volverá a escuchar ni una sola palabra en el campo norteamericano sobre una cuestión antes presupuesta, la inferioridad de la raza española”.

La revista española de la época Blanco y Negro afirmó en una crónica escrita en relación a esta batalla: Resistieron como si no fueran hombres sujetos a la debilidad de la carne, sino estatuas de bronce a las que animara un hálito divino”.

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