EL CORTITO DE KARADAGIÁN

Javier Orrico: «Tenemos la generación mejor preparada de la historia… para el ‘black friday'»

Este catedrático de Lengua y Literatura quiere desterrar a la nueva pedagogía de las aulas

Hubo una vez una utopía ilustrada nacida del convencimiento de que la educación redimiría a los hombres de la peor de las esclavitudes que era la ignorancia.

A la ilustración se entregaron maestros abnegados que hicieron de esa profesión la más hermosa del mundo. Pero la llegada de los pedagogos constructivistas llenó las aulas de comisarios y mediadores, cuya única función era arrinconar a los profesores hasta convertirles en grises burócratas.

«Ya no hay proyecto ilustrado porque se abrió las puertas a las masas para acomodarse a ellas, no para elevarlas», afirma Javier Orrico, autor de La tarima vacía (Editorial Alegoría),  catedrático de instituto de Lengua y Literatura, bloguero de Periodista Digital y que lleva décadas denunciando la destrucción que ha causado la ‘nueva pedagogía’ en nuestro sistema educativo.

Su libro es como aplicar los filtros de la serie The Wire a la educación, un sistema condenado sin remedio y carcomido por el fanatismo igualitarista.

«Antes los institutos públicos tenían fama, prestigio y ofrecían garantías de calidad, pero con la LOGSE se aplicaron los dos dogmas más nefastos de la nueva pedagogía: la ‘comprensividad’ -todos los alumnos aprenden juntos lo mismo durante toda la escolarización- y el ‘constructivismo’ -el conocimiento no puede recibirse, sino que ha de ser construido por el propio alumno’-.

«El logro de la LOGSE fue enseñar nada a todos», denuncia Orrico. Pero, según presumían los socialistas, su verdadero logro fue que todos estuvieran escolarizados.

Lo consiguieron pero a costa de cargarse la cultura, porque dado que ahora el conocimiento universal ya no existía sino que era una construcción del alumno, la finalidad de la educación se limitó a ser una repetitiva adquisición de métodos, de competencias, de saber las cosas.

Y dado que el conocimiento ya no era algo que el maestro transmitía al alumno sino que este construía, los profesores mutaron en acompañantes, –‘dinamizadores’ los llamó la obtusa jerga pedagógica– en burócratas. Se convirtieron en una clase muerta condenada a la servidumbre.

Todo engrasado por inspectores que les recuerdan a diario que no tienen otro remedio que acatar las órdenes que reciben. «Las ideas propias sólo son posibles si están de acuerdo con la corrección política y el paradigma establecido por los tecnócratas», lamenta el autor de La educación destruida, un libro pionero publicado en 2005 que hizo temblar las paredes del mundo educativo.

«Llegaron a enviar a los inspectores a prohibir en la práctica que se suspendiera a más del treinta por ciento de los alumnos». Como en The Wire, al sistema sólo le importan las estadísticas. «Pretendieron acabar con el fracaso escolar con la magnífica receta de eliminar toda exigencia, sin importarles si aprendían algo o no».

Al profesor le arrebataron todos los mecanismos de autoridad básicos para imponer orden y atajar la violencia porque ahora los que mandaban eran los psicopedagogos. ¡Ya ni siquiera pueden expulsar a un alumno de clase!

«Los jóvenes estudiosos o débiles fueron entregados a las hordas de matones, y los profesores, avergonzados, pero gravemente amenazados, fueron obligados a escabullirse para no tomar decisiones que luego debieran lamentar».

Orrico suelta una carcajada cuando escucha lo de la generación mejor preparada de la historia. «Mejor preparada… para el ‘black friday'»

Rebajas
La tarima vacía (Ensayo Educación)
5 Opiniones

Es un relato sobre la educación en España de los últimos 30 años, sobre cómo la esperanza de que la instrucción llegara a todos, de que el proyecto y el ideal ilustrados se hicieran realidad, ha sido demolida por la gran impostura que han constituido las leyes educativas de estos años, desde la LOGSE hasta la LOMCE.

Para ello, por supuesto, había que acabar con los profesores, degradar sus sistemas de selección hasta la pérdida de su autoridad intelectual, y convertirlos en meros burócratas, asfixiados por estupideces huecas del tipo de competencias, estándares, rúbricas, estrategias, comisiones de prevención, observatorios, expedientes inacabables y toda las sarta de «oburrencias» que los tecnócratas y falsos ‘expertos’ no han parado de idear desde su ignorancia.

Por último, se abordan algunas otras cuestiones candentes, como la enseñanza de la Literatura, la engañosa ‘educación en valores’, pura filfa doctrinaria, o la nueva fascinación tecnológica.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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