A ver qué universidad de prestancia admitiría entre sus filas a personas de baja calificación y con un expediente “especial”

Así de horrible es la educación especial en EE.UU.

No es difícil tropezarse con los hijos de los inmigrantes ya adultos, que sólo hablan inglés a nivel conversacional

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Educación Pixabay

En mi artículo anterior, tuve la oportunidad de describir cómo funciona el sistema, dentro de la educación pública, de lo que llamamos «educación especial». Y cómo se inicia. Pero hay mucho que contar y que observar. Porque releo el cierre del mismo y, de alguna manera, puede parecer que es una afirmación gratuita y no es así.

Si tenemos en cuenta que, como dije, se ha cuantificado en siete años la competencia académica en una lengua y contamos el número de años que los niños pasan en la educación primaria ¡oh, coincidencia! resulta que son siete. Es decir, que desde Kindergarden hasta sexto, la adquisición del inglés es, previsiblemente, progresiva. Y es un dato fundamental si sabemos que todos, absolutamente todos los exámenes importantes -estatales o federales- se hacen en inglés, independientemente del grado de conocimiento que tenga un niño de esta lengua. Da igual si acaba de llegar de un país hispano y no entiende absolutamente nada. Hace el examen y su calificación empieza a engrosar un expediente académico del que se sacará la nota media cuando empiece a solicitar su ingreso en diferentes universidades. Obviamente, siete años de malentendidos pesan bastante, y más aún, como digo, en un sistema de ingreso a la universidad que es competitivo al máximo porque tu universidad puede determinar tu forma de vida, especialmente si el centro es prestigioso.

Así de lejos llegan las consecuencias de venir a este país sin hablar inglés y siendo un niño. Cuando a ese hecho se le suma un expediente por educación especial, que no es otra cosa más que una discapacidad académica manifiesta por diferentes razones, empiezan a cobrar sentido las estadísticas que señalan a los hispanos como al grupo social con mayor índice de abandono escolar y fracaso estudiantil.

A ver qué universidad de prestancia admitiría entre sus filas a personas de baja calificación y con un expediente «especial».

Otra cosa es la manera en la que se incorpora el inglés en el currículo académico de los niños que tienen otra lengua nativa, porque hay tres formas, dentro de la educación pública: el sistema bilingüe -en donde la mitad de las materias se imparten en inglés y la otra mitad en español-, el sistema dual -en donde se empieza con un 80% en español y un 20% en inglés, y los porcentajes van aumentando y disminuyendo hasta igualarse- y la enseñanza de una lengua extranjera aparte de todo currículo. Los resultados de todo ello son niños que, por ejemplo, aprendieron matemáticas en inglés en tercero de primaria y desconocen todos los términos relacionados con ello en su lengua nativa y al año siguiente, esas mismas matemáticas las adquieren en español y no saben el vocabulario de la materia en inglés. Las consecuencias se aprecian casi inmediatamente, porque terminan hablando un inglés en el que no pueden crecer y que está lleno de carencias. Y lo mismo les sucede en español que es una lengua que, oficialmente, forma parte de la educación pública para que el inglés entre más rápido.

Con ese panorama, no es difícil tropezarse con los hijos de los inmigrantes ya adultos, que sólo hablan inglés las más de las veces, a nivel conversacional, en donde se cuela alguna expresión en español accidentalmente y por la que se disculpan enseguida. Desde esa atalaya, su lengua nativa quedó definitivamente asociada a la pobreza, la simpleza y a los padres campesinos que jamás se adaptarán al American dream.

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