Calígula, tercer emperador romano vivió y reinó muy poco: murió asesinado a sus 29 años después de creerse un dios durante sus apenas 4 años de poder absoluto, sangre derramada, escándalos sexuales, incestos y un número de ejecuciones -ordenadas algunas, personales otras- casi incalculables.
No por nada Suetonio, en su célebre libro Vida de los Doce Césares, hace un decisivo quiebre al terminar la primera parte: «Hasta ahora hemos hablado del hombre; hablemos ahora del monstruo».
Y no lo fue menos Cayo Julio César Augusto Germánico, llamado «Calígula» por la soldadesca de su padre, Germánico, uno de los más grandes generales de la historia de Roma.
Niño apenas, lo acompañaba en sus campañas militares vestido con uniforme y calzado con las caligas -botas- de los legionarios, que dieron el llamarlo «calígula» (botitas).
Muerto Germánico en Antioquía (año 19), Calígula -que siempre detestó ese apodo-, de sólo 7 años, vuelve a Roma con su madre, Agripina la Mayor, y sus hermanos. Pero sus parientes lo perturban, y él también a ellos…, de modo que una vez en el poder no tarda en deshacerse de dos de sus tíos, aquejados de «inexplicables muertes»: subterfugio usado para las soluciones vía puñal o veneno…
Fuente original: Alfredo Serra, Infobae/ Leer más
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