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Gerda Taro, la reportera que murió en la Guerra Civil de España y ayudó a crear a Robert Capa

Gerda Taro, la reportera que murió en la Guerra Civil de España y ayudó a crear a Robert Capa
Gerda Taro. EP

En julio de 1937, en una crítica batalla en la Guerra Civil española, una joven judía de 26 años que había huido de la persecución nazi se convirtió en la primera fotoperiodista muerta en una guerra (REPORTERO DE GUERRA: : La tía Flora tiene laringitis (XL)).

Pero esa joven, llamada Gerda Taro, permaneció en el olvido durante décadas, y quizá aún sea desconocida para muchos.

No lo es, sin embargo, el nombre que ella misma ayudó a crear: Robert Capa (REPORTERO DE GUERRA: Robert Capa en blanco y negro (LIII)).

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Gerda Taro nació como Gerda Pohorylle en el seno de una familia judía en Stuttgart, Alemania, en 1910 y se educó en Leipzig.

Se fue a París en 1933. Fue allí donde, tres años antes de su muerte conoció a un joven fotógrafo húngaro, también origen judío, llamado Andre Friedmann.

Ambos habían huido de la persecución nazi, se enamoraron y empezaron a trabajar juntos en la capital francesa: él enseñándole a ella fotografía y ella enseñándole a él a sacar lo mejor de sí mismo.

Juntos idearon la manera de hacerse conocidos de la fotografía.

Friedmann se convirtió en Robert Capa, un rico y exitoso fotógrafo estadounidense que nunca había estado en Europa, y por eso nadie sabía nada de él.

«Podemos suponer que fue una creación conjunta, ya que Andre Friedmann y Gerda Pohorylle se convirtieron en Robert Capa y Gerda Taro exactamente en el mismo momento, en abril de 1936, cuando vivían y trabajaban juntos en París», le explicó a BBC Mundo Jane Rogoyska, autora de la biografía Gerda Taro, Inventing Robert Capa (Inventando a Robert Capa).

El plan empezó a funcionar y Capa comenzó a hacerse notar. Según Rogoyska, es bien sabido que Taro tuvo una gran influencia en la forma en que él se presentaba.

«Cuando se conocieron, se vestía muy mal y se veía extremadamente pobre (lo era). Taro creía que una buena apariencia era de vital importancia para influir en las personas que podrían comprar sus fotografías, por lo que ella insistió en que se vistiera con elegancia y se cortara el cabello».

«Como refugiados extranjeros, con nombres obviamente judíos (Friedmann y Pohorylle), que intentaban encontrar trabajo en el mercado francés, altamente competitivo, eran muy conscientes de su estatus inferior».

En las trincheras

Cuando estalla la Guerra Civil española, en julio de 1936, la pareja vio la oportunidad para elevar sus perfiles profesionales y, al mismo tiempo, participar en la lucha contra el fascismo.

Dos semanas después de empezada la lucha, llegaron a Barcelona, donde comenzaron a fotografiar a los soldados republicanos que se alistaban para ir al frente.

Recorrieron cientos de kilómetros dentro del territorio controlado por los republicanos en Aragón, Madrid y Toledo, y también estuvieron en la línea del frente en el sur, cerca de Córdoba. Fue esa provincia andaluza donde Capa captó su famosa fotografía

«Muerte de un miliciano».

Su trabajo fue bien recibido en la capital francesa, donde los periódicos estaban dispuestos a publicar fotografías que respaldaran la causa republicana.

Para 1937, Capa ya se había hecho famoso por su documentación de la guerra, y Taro había surgido como una fotoperiodista independiente por derecho propio.

La fotógrafa se involucró emocionalmente en la Guerra Civil española.
Derechos de autor de la imagen International Center of Photography/Magnum Photos
Image caption Taro se involucró emocionalmente en la Guerra Civil. En la imagen, una miliciana republicana en Barcelona.

«Gerda Taro era una fotoperiodista cuyo objetivo principal era dar testimonio de lo que estaba sucediendo en España e intentar influir en los lectores con sus fotografías», dice Rogoyska.

«Como muchos de los periodistas occidentales que viajaron a España en 1936, simpatizaba con la causa republicana y, sobre todo, quería que la gente viera el sufrimiento de los españoles».

Y los soldados y milicianos republicanos tenían un gran respeto por ella.

En el libro de Rogoyska se citan las memorias de Alexander Szurek, adjunto de un general republicano:

«Todos queríamos mucho a Gerda… Gerda era pequeña con el encanto y belleza de una niña. Una pequeña niña era valiente y la División la admiraba por eso».

Y no solo su implicación emocional fue en aumento, también su estilo evolucionó notablemente durante su año en España, reflejando «su confianza y habilidad, así como su creciente disposición para involucrarse en temas difíciles»: tomó fotografías de víctimas de atentados con bomba en morgues, de niños desplazados y heridos, capturó tomas de acción de la primera línea.

Muerte trágica

Gerda Taro pasó el último día de su vida en las trincheras de Brunete, a unos kilómetros de Madrid, junto con los combatientes republicanos.

En viajes anteriores, había estado acompañada por Capa, pero en este, en julio de 1937, viajó sin él.

Era un momento crítico en la Guerra Civil española: las fuerzas del general Francisco Franco habían retomado el control de la ciudad, causando numerosas pérdidas entre las filas republicanas, que se encontraban bajo el fuego enemigo mientras se retiraban.

Con ganas de demostrar su valía y obtener las imágenes más dramáticas que pudo, Taro comenzó a ponerse en situaciones cada vez más peligrosas.

Ni las bombas ni el fuego de artillería la detenían. Ella disparaba su cámara Leica.

Tenía planeado regresar a Francia al día siguiente, donde la esperaba Capa, y solo abandonó las trincheras cuando se quedó sin rollo fotográfico para dirigirse a un pueblo cercano.

Cuando iba a abordar un automóvil que transportaba soldados heridos, fue atropellada por un tanque fuera de control.

Murió en el hospital a la mañana siguiente.

Sus fotografías de ese día, el 25 de julio de 1937, nunca fueron encontradas.
Capa sin Taro

Robert Capa nunca se perdonó por dejarla ir sin él.

«Aparentemente quedó devastado por la muerte de Taro y se culpó a sí mismo. Estaba convencido de que si hubiera estado con ella, ella se habría salvado», dice Rogoyska.

La experta cuenta que después de la muerte de Taro, Capa se encerró durante varias semanas, bebiendo mucho.

Cuando resurgió, según su amigo (también fotógrafo) Henri Cartier Bresson, no parecía el mismo hombre, explicó la autora.

«El joven refugiado húngaro Andre Friedmann, que se había enamorado tan fácilmente de Gerda Pohorylle y le pidió que se casara con él, se había ido. En su lugar estaba un bebedor, jugador, mujeriego y arriesgado Robert Capa».

«A partir de ese momento, Capa rara vez se refirió a Taro en público y, aunque estuvo vinculado románticamente con muchas mujeres hermosas, nunca volvió a comprometerse con nadie».

Capa murió a los 40 años al pisar una mina terrestre mientras fotografiaba la guerra en Indochina en 1954.

La maleta mexicana

Hoy en día, el nombre de Capa es internacionalmente reconocido, pero el de Taro estuvo en el olvido hasta hace unos pocos años.

«Taro fue olvidada hasta finales de la década de 1980, pero desde entonces empezó a salir de las sombras, primero por el trabajo del biógrafo de Capa Richard Whelan, luego por el biógrafo alemán de Taro, Irme Schaber, y por el trabajo del Centro Internacional de Fotografía (ICP, por sus siglas en inglés), que fue fundado por el hermano de Capa, Cornell, y que conserva toda su obra».

Gran parte de esa obra se dio a conocer en 2007 con la llamada «maleta mexicana», tres cajas que contenían miles de negativos perdidos de fotografías de la Guerra Civil española de Capa, Taro y su colega Chim (David Seymour).

Derechos de autor de la imagen International Center of Photography/Magnum Photos
Image caption Taró trató de retratar el sufrimiento de los españoles. En esta se ven refugiados de la guerra que huyeron de Málaga a Almería.

Capa intentó sacar las fotografías de Francia en 1939, pero fracasó, y los negativos terminaron en manos del embajador de México, el general Francisco Aguilar Gonzales, quien las llevó a casa y se olvidó de ellas.

Los negativos estuvieron perdidos en México durante medio siglo. Tras la muerte de Aguilar y de su esposa, las fotografías pasaron a un pariente, el cineasta mexicano Benjamin Tarver.

Cuando Tarver se dio cuenta de lo que había heredado, se lo contó a un profesor de Nueva York, quien a su vez se puso en contacto con el Centro Internacional de Fotografía.

Cornell Capa sentía que las imágenes pertenecían a los archivos de Capa y Taro, pero Tarver no respondió sus cartas.

Eso fue en 1995, y no fue hasta 2007 cuando finalmente se llevaron a cabo las negociaciones que tuvieron como resultado que Tarver donara lo que se conoció como la maleta mexicana al ICP.

El centro realizó un enorme trabajo al atribuir esas fotografías y, por ello, señala Rogoyska, hoy tenemos una idea mucho más clara del alcance del trabajo de Taro.

Con todo, se cree que algunas fotografías atribuidas a Capa son, en realidad, de Taro, pero eso «nunca lo sabremos con seguridad», asegura la experta.

Para Rogoyska, las razones por las que inicialmente Taro cayó en el olvido son muchas: una es que su carrera fue muy corta, duró solo un año (1936-1937).

Además, «con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra Fría, la Guerra Civil Española fue generalmente ignorada y los fotógrafos asociados con el comunismo, como Taro, no fueron considerados de interés en Occidente» -Taro no era comunista, pero trabajaba con frecuencia para un periódico de orientación comunista, el Ce Soir, puntualiza la biógrafa-.

Y el último factor fue la mayor fama de su compañero, Robert Capa: «El se convirtió en uno de los mejores fotógrafos de guerra del siglo XX y ella quedó como una nota al pie de su historia: ‘la novia de Capa'».

Pero ahora la situación es diferente, y la fotógrafa «ha adquirido un estatus de culto, especialmente entre las mujeres jóvenes», dice Rogoyska.

Y, gracias a su cobertura de la Guerra Civil, se hizo, por derecho propio, un hueco en la página de la historia de la fotografía.

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