La venta en las calles del centro de Quito, de un látigo, también llamado cabestro, destinado a disciplinar a niños malcriados o que no hacen los deberes, ha causado en Ecuador una enorme controversia entre padres y autoridades.
Es tan salvaje y cruel la ‘idea’ que subyace tras el instrumento de castigo, que organizaciones de defensa a menores han logrado prohibir su comercialización.