Todos damos por sentado que cada 5 de enero por la noche, 3 reyes magos de Oriente traen regalos a todos los niños del mundo, tal y como hicieron con el niño Jesús en su momento. Pero ahora bien, ¿de dónde nace esta historia realmente?.
Quienes conocen bien los evangelios, saben que la palabra magos hace siempre alusión a una casta de sacerdotes medas o persas, especializados en observación astronómica y relacionados habitualmente con la aristocracia.
En 1370 salió publicado El libro de los reyes magos del autor Juan de Hildesheim que sentó las bases de los tres personajes, tal y cómo los conocemos hoy en día y que no se parecen mucho a los anteriormente descritos por la tradición oral y la propia Biblia.
Gaspar y Baltasar vieron juntos la estrella que anunciaba el nacimiento y emprendieron el camino juntos, sin Melchor, y aunque la ruta de caravanas del norte, que iba desde el curso alto del Eufrates hasta llegar a Damasco, era mucho más corta para llegar a Belén, nadie sabe por qué Melchior se sumó a Gaspar y Baltasar en este viaje más largo.
La tradición oral afirma que los tres reyes magos tenían orígenes distintos; uno árabe, otro africano y de medio oriente, pero en el evangelio se habla de tres magos que vinieron de Oriente .
El nacimiento del niño Jesús bajo el mandato del rey Herodes atrajo a los tres reyes magos a Belén, según la Biblia, preguntando: ¿donde esta el Rey de los Judíos, que ha nacido?, lo que enfurecería posteriormente al celoso e histriónico Herodes.
La confusión sobre si eran reyes o magos, o ambas cosas, viene de la traducción incorrecta de la palabra latina magi, cuyo plural en latín es magus, que deriva a su vez del griego magos.
De ahí que en castellano, nos ha llegado la palabra magos como seres con algún poder sobrenatural o mágico, lo que nos cuadra para explicarle a los más pequeños cómo logran estar en todas las casas del mundo en un sólo noche.
Lo que sí es cierto es que la magia se sigue produciendo en su nombre siglos después cada 5 de enero por la noche, y eso tiene un valor que ni el mejor historiador o estudioso del mundo puede poner en duda.
