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El respeto como valor tiene una doble estructura: el respeto a uno mismo y el respeto a los demás.
Ambos van generalmente unidos y, por eso, prefiero tratarlos de forma integral.
El respeto llevará al niño a ser un adulto independiente, sano, capaz y que no manipulará a los demás pero que tampoco permitirá que lo manipulen a él.
La inteligencia emocional pasa por la autoestima y esta se sustenta en el respeto.
Respetarse a uno mismo implica cuidarse física, emocional e intelectualmente.
Es el eje central de lo que le quiero transmitir en este libro.
¿Quiere que su hijo sea feliz hoy pero especialmente durante el resto de su vida?
Ponga su empeño desde ahora mismo en enseñarle a nutrirse adecuadamente, a hacer ejercicio regular, a generar hábitos, a manejar el esfuerzo, muéstrele la grandeza de la música, de la creación artística.
Potencie sus ideas creativas, su sentido del humor y su iniciativa.
También instrúyale desde la vertiente social, así que muéstrele los beneficios de la colaboración, de ayudar a los demás y enséñele a hacer esto teniendo personalidad, es decir, defendiendo sus valores y su estilo de vida y respetando lo que sea respetable de los demás. Explíquele que sus valores, aunque puedan ser minoritarios, no son menos valiosos que los de la muchedumbre.
Demuéstrele que lo normal, sea referido a la norma o a lo que hace la mayoría, no es siempre lo mejor y que solo dispone de una vida para vivirla en plenitud.
Y quiero terminar este libro con algunas palabras del final del libro de Pat Conroy, El Príncipe de las Mareas:
«Pero es el misterio de la vida lo que ahora me intriga. Y al llegar a lo más alto del puente, con las estrellas luciendo sobre el puerto, miro hacia el norte y vuelvo a pensar que ojalá repartieran dos vidas a cada hombre y a cada mujer…»
