Un nuevo mundo submarino

Un nuevo mundo submarino

A menos de una semana de conocerse el descubrimiento de un paraíso perdido en Papua, otro grupo internacional de biólogos marinos afirma haber encontrado a 30 metros de profundidad un verdadero tesoro submarino en las aguas cristalinas que rodean a la caribeña isla de Saba.

Cuenta Fabiola Czubaj en La Nación, que esponjas, algas y peces multicolores deslumbraron al equipo de buzos que durante diez días de inmersiones de observación en enero último se topó con más de 150 especies que hasta ahora no habían sido registradas.

«Descubrimos a razón de más de una nueva especie de peces y de algas por día», aseguró a LA NACION el doctor Michael Smith, director de la Iniciativa sobre Biodiversidad en el Caribe de la organización Conservation International (CI) y coordinador de la expedición.

Para el grupo, formado por científicos de la organización Conservation International (CI), del Museo de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, del Ministerio de Medioambiente de las Antillas Holandesas y de dos universidades estadounidenses, sólo las nuevas especies de algas identificadas superaron la docena.

«El banco de Saba posee la mayor concentración de especies de algas marinas de todo el Caribe -afirmó por vía telefónica el doctor Smith, biólogo experto en peces y buzo-. Uno de los puntos sobresalientes de esta expedición es que en el lugar se halló una gran extensión de algas comercialmente valiosas para la comunidad de Saba, pero que no la están explotando.»

La expedición, que comenzó el 3 de enero último, luego de tres años de preparación, reunió a 13 especialistas en algas marinas, esponjas y peces. «El viaje nació como un pedido de ayuda de la comunidad de Saba para proteger el atolón del tráfico marítimo de la zona, que incluye a los buques petroleros que anclan en medio de ese frágil ecosistema», relató Smith.

Diez días bajo el agua

Durante los diez días que duró el programa de evaluación rápida (RAP, por sus siglas en inglés), los investigadores pasaron de ocho a diez horas diarias bajo las aguas que custodian el atolón del banco de Saba, una montaña sumergida y coronada por corales a 250 kilómetros de Puerto Rico.

«Allí teníamos dos estructuras separadas, la isla por un lado y el banco por el otro. Aunque ambas están muy próximas, permanecen separadas -explicó Smith-. Dormíamos en la isla y por la mañana tomábamos tres barcos hasta el banco.»

Cada embarcación transportaba a un equipo de trabajo distinto. Uno, el de pesca y con un pescador a bordo que ayudaba con las tareas de recolección de muestras, llevaba a los expertos en peces. Los otros dos barcos, que transportaban a los expertos en corales y en algas, pertenecían a la patrulla marina que custodia las áreas protegidas de las Antillas Holandesas, a las que pertenece Saba.

«El lugar de la expedición es muy peligroso porque es océano abierto, con mareas muy fuertes, y no hay tierra cerca. Esto nos obligaba a mantener siempre las tres embarcaciones juntas», comentó Smith, investigador del Centro de Ciencias Aplicadas de la Biodiversidad de CI.

Los biólogos, todos buzos profesionales, realizaban dos inmersiones diarias y cubrían una distancia de entre 65 y 80 kilómetros. «Esto nos llevaba cuatro horas de ida y cuatro horas de vuelta», dijo Smith, con 30 años de experiencia en este tipo de inmersiones.

A media tarde todos volvían al laboratorio temporal montado en la isla para procesar técnicamente hasta pasada la medianoche los especímenes recolectados. Además de los estudios morfológicos realizados por los científicos, se deberán realizar pruebas genéticas sobre las muestras y los tejidos recogidos para probar la ubicación de las nuevas especies en la cadena de evolución. Esas pruebas se harán en laboratorios de museos de ciencias naturales de los Estados Unidos.

Especies deslumbrantes

Entre las nuevas especies que deslumbraron a los científicos están dos categorías biológicas de gobios, peces pequeños con aletas abdominales y torácicas unidas en forma de embudo, y más de doce especies de algas (como Dictoyota y Sargassum, entre otras).

También lograron encontrar en cuatro sitios distintos de inmersión el gobio de Roosevelt, uno de los peces más raros del Caribe, como también una especie de pez sapo, el Antennarius pauciradiatus.

Las laderas del atolón estaban cubiertas de esponjas gigantes que, según el detalle de los biólogos, no presentaban ninguno de los signos de enfermedad o de palidez habituales en las esponjas que habitan en el suelo marino del resto del Caribe. Uno de los biólogos registró en nueve inmersiones unas 50 especies (Callyspongia plicifera, Aiolochroia crassa y Agelas conifera, entre otras), algunas de las cuales sirven de hogar para los gobios.

«Saba es uno de los tesoros que aún conserva el Caribe… El agua es tan limpia y la población submarina es tan saludable que podemos hacer de ese lugar un verdadero paraíso si lo protegemos», concluyó Smith.

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