La expedición Malaspina alcanza Río de Janeiro

Científicos de la expedición Malaspina, que busca medir la salinidad y la temperatura del océano, han lanzado frente a la costa brasileña la primera de las veinte boyas destinadas para este proyecto, antes de hacer su primera parada en Río de Janeiro.

Esta expedición es un proyecto multidisciplinar liderado por el

Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para estudiar el impacto del cambio global y la biodiversidad del océano. Los datos

recogidos por las boyas en el océano servirán para mejorar los mapas globales de salinidad que actualmente se elaboran con la información obtenida desde el espacio por el satélite SMOS (Soil Moisture and Ocean Salinity), de la Agencia Espacial Europea.

El buque Hespérides partió el pasado 15 de diciembre de Cádiz.

Las 20 boyas, diseñadas por investigadores del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC), en Barcelona, son capaces de medir temperatura y salinidad en la superficie mientras se desplazan con la corriente. Cada una de ellas se encargará de transmitir por satélite toda esta información durante aproximadamente dos años.

Los científicos utilizarán los datos obtenidos en el océano para mejorar los actuales métodos que transforman las medidas del satélite en salinidad, una variable para entender el papel regulador del océano sobre el clima de la Tierra.

«La mayoría de las boyas que operan actualmente toman sólo datos por debajo de los cinco o diez metros para evitar la posible contaminación de los sensores por suciedad superficial. Por eso,

apenas existen registros de salinidad tan cerca de la superficie», ha explicado el investigador del CSIC Jordi Font, coordinador de esta parte del proyecto.

La información de las boyas servirá para que varios equipos internacionales de investigadores validen y mejoren los datos tomados por el satélite SMOS. Desde noviembre de 2009, este sistema mide la humedad de la superficie terrestre, explora la salinidad de los océanos y realiza mapas globales con esta información.

«Estos mapas son aún de poca calidad, porque los métodos de cálculo de salinidad están en fase de prueba. Las boyas que hemos diseñado van a servir para contrastar los datos del satélite y compararlos con valores medidos directamente en el océano», ha destacado el científico.

400 INVESTIGADORES DE TODO EL MUNDO

La expedición Malaspina es un proyecto Consolider-Ingenio 2010 del Ministerio de Ciencia e Innovación en el que participan 400 investigadores de todo el mundo repartidos en 27 grupos de investigación. Durante nueve meses, recorrerán 33.000 millas a bordo del Hespérides, de la Armada Española, y del Sarmiento de Gamboa, del

CSIC.

Durante este tiempo, los científicos recogerán 70.000 muestras de aire, agua y plancton desde la superficie hasta una profundidad de 5.000 metros. La mayor parte de esta travesía corresponderá al Hespérides, que hará escala en Río de Janeiro, Ciudad del Cabo, Perth, Sidney, Auckland, Honolulú, Panamá, Cartagena de Indias y, finalmente, Cartagena. El Sarmiento de Gamboa, que parte el próximo 27 de enero, navegará de Las Palmas de Gran Canaria a Santo Domingo.

Tras un mes de navegación, los científicos a bordo del Hespérides han realizado una prospección del ecosistema del océano hasta 4.000 metros de profundidad con redes y botellas de muestreo en 26 puntos. Además, han estudiado las propiedades oceanográficas de la superficie, han evaluado la acústica de las corrientes marinas y han realizado una topografía del fondo marino.

LAS MICROALGAS DEL OCEANO

Las muestras tomadas han revelado que, aunque el océano profundo no esconde una gran cantidad de microorganismos -su abundancia es de 10 a 100 veces inferior a la de la superficie-, se trata de un ecosistema «biológicamente muy activo», ha indicado el investigador del CSIC y coordinador de Malaspina Carlos Duarte.

Gracias a una botella de recogida de muestras patentada para el proyecto, han comprobado que en las profundidades del océano oscuro, la región situada entre los 2.000 y los 4.000 metros de profundidad, vive una gran cantidad de microalgas en perfecto estado. En esta zona no esperaban encontrar más que células muertas.

En los últimos 10 días, los científicos han observado que el desierto oceánico situado en el giro subtropical sur acumula niveles muy elevados de dióxido de carbono. «En esta zona, las aguas son tan transparentes que la radiación ultravioleta B llega a 70 metros de profundidad, provocando daños a los organismos marinos», ha indicado Duarte.

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