Hace casi 30 años, Jaroslav Pavlicek construyó la única base privada del continente helado

¿Van a desalojar al único okupa de la Antártida?

Autoridades internacionales filtran que la Base Eco Nelson podría ser demolida por seguridad

¿Van a desalojar al único okupa de la Antártida?
Jaroslav Pavlicek. AT

Los inspectores recomiendan demoler la base y limpiar toda el área en su informe para los 52 países firmantes del Tratado Antártico

La Base Eco Nelson es una estación permanente, ubicada en la isla Nelson en el archipiélago de las Shetland del Sur en la Antártida, que fue establecida por el explorador de la República Checa Jaroslav Pavliček en 1989.

Tiene carácter internacional y no gubernamental, por lo tanto no se considera como una estación checa, pero corre peligro. Autoridades internacionales filtran que podría ser demolida por seguridad. Los inspectores recomiendan demoler la base y limpiar toda el área en su informe para los 52 países firmantes del Tratado Antártico, que regula las actividades en el continente.

La base está situada en la bahía Maxwell, cerca de la boca oriental del estrecho Fildes, que separa a la isla Nelson de la isla Rey Jorge (o 25 de Mayo).

Está situada en una parte de la costa libre de hielo con una superficie de unos 4 km², con vegetación.

La Base Eco Nelson ofrece alojamiento a los huéspedes voluntarios de todo el mundo (1 a 9 personas) por un tiempo de 20 días a un año.

Se centra en el arte de la supervivencia con énfasis en la ecología. Tiene también limitaciones en el equipaje permitido y el uso de agentes químicos. Todos los residuos deben ser transportados de regreso. Se realiza también la recogida de residuos arrojados por el mar.

Como explica Nuño Domínguez en ‘El País’ este 13 de junio de 2017, este es el anuncio que Jaroslav Pavlicek hace en la página web de la base Eco-Nelson:

«Se buscan voluntarios de cualquier edad —incluidos niños y discapacitados— para experimento de supervivencia extrema en la Antártida. La estancia mínima es de mes y medio y la máxima de un año. Los costes, de hasta 5.000 euros, corren a cargo de los voluntarios. El alojamiento y la comida son gratis».

En 1989, este ciudadano checo llegó a la inhóspita isla Nelson, a unos 700 kilómetros del cabo de Hornos, y comenzó a construirse un refugio cerca de una playa donde no se forma hielo y las temperaturas oscilan entre los tres grados y los 11 bajo cero.

Su objetivo era causar el menor impacto posible. Quedaba prohibido usar detergente, jabón, champú o dentífrico. Los platos se chupaban hasta dejarlos limpios.

Cada voluntario puede traer solo ocho kilos de objetos personales y tras su estancia debe llevarse todos sus residuos. La base está equipada con jergones, estufa, algunos libros; lo esencial para vivir.

El lema: “Mantente ocupado, ayuda a los demás”.

Este enclave se ha convertido en la única base privada de la Antártida, lo que sienta un peligroso precedente de cara al turismo en un continente consagrado a las actividades científicas y donde hay una especial protección ambiental.

En 2015, ya con 72 años, Pavlicek seguía viajando a Eco-Nelson. Este periódico no ha conseguido contactarle, pero el año pasado seguía invitando por correo electrónico a los voluntarios interesados en visitar su base a realizar un cursillo de supervivencia previo en República Checa.

Pavlicek dejó la facultad de filosofía en 1968, cuando los tanques invadieron Checoslovaquia, y se marchó a los montes Tatras para trabajar de porteador. Allí se interesó por el alpinismo y la supervivencia en ambientes extremos. A partir de la década pasada comenzó sus experimentos en la base antártica, donde pasaba unos pocos meses al año.

En la web de la base, donde relata su biografía, pueden verse fotos de niños y adultos en las instalaciones.

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