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Así son los Walipinis, los invernaderos subterráneos que permiten cultivar verduras en el desierto

Los Walipinis son una suerte de invernaderos que pasan desapercibidos en el clima extremo del Altiplano de Bolivia

Así son los Walipinis, los invernaderos subterráneos que permiten cultivar verduras en el desierto
Walipinis RS

El Altiplano andino, altiplano sudamericano, meseta del Collao o meseta del Titicaca, es una extensa planicie de altura o altiplano de América del Sur ubicada a una altitud media de 3800 msnm que abarca parte del norte de Argentina, según wp, el occidente de Bolivia, parte del norte de Chile y parte del sur del Perú. Tiene importancia histórica por haber sido el lugar en que surgieron diversas civilizaciones, como la cultura Tiahuanaco, y se realizó la domesticación de plantas como la papa y animales como la llama. Por sus características ambientales y ecológicas, es una región natural única en el continente y por su altitud pertenece a la llamada región de la Puna.

Los Walipinis son una suerte de invernaderos que pasan desapercibidos en el clima extremo del Altiplano de Bolivia, pero que, bajo tierra, esconden frondosos huertos, impropios de un paisaje tan árido, con días calurosos y noches heladas, vientos fuertes y agua escasa, en el que gran parte de la vegetación no sobrevive.

Estas construcciones, cuyo nombre, en aymara, significa «muy bueno» o «muy bien», ideadas hace unos 25 años por el cooperante suizo Peter Iselli, consiguen crear en su interior una burbuja de temperaturas suaves y constantes donde sembrar frutas y hortalizas. Sus paredes subterráneas de tierra ayudan a retener el calor y la humedad, algo que minimiza el consumo de agua, que en esta zona es un recurso muy escaso.

Abandonados por Iselli y rescatados por el ingeniero agrónomo Héctor Vélez, que lleva más de 17 años al frente de un proyecto de ecogranja financiado por la familia Gemio, estos Walipinis son, desde el punto de vista técnico, según N+1, comparados con los invernaderos convencionales, más baratos y eficaces, informa en un artículo la BBC.

Con este tipo de construcciónsubterránea, los productores se ahorran mucho dinero en la compra de materiales para levantar una estructura externa, que además en el Altiplano hay que reemplazar con frecuencia a causa de los fuertes vientos y la gran radiación solar que corroe los materiales. Pero los Walipini no son una solución mágica, y aunque no requieren una gran inversión económica, los costes son elevados: además de agua, exigen tiempo y bastante trabajo. La principal inversión inicial es en mano de obra para crear el hoyo en la tierra.

Cambio de dieta

La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), publicó en 2012 una guía para la construcción de Walipinis y levantó una veintena para las familias más vulnerables de la región: las que vivían en los lugares más altos y más aislados del Altiplano, como la de Victoria Mamane, en San Pedro de Totora.

Durante la primera década del 2000 se replicaron Walipinis masivamente, explica este diario: “Muchas organizaciones hicieron proyectos con distintas carpas solares para mejorar la dieta de la población, basada casi exclusivamente en carbohidratos y proteínas -quínoa, papa, maíz y llama-, y para darles a las familias andinas una herramienta con la que garantizar su seguridad alimentaria frente a los efectos del cambio climático”.

Gustavo Clavijo y Javier Argandoña, de CIPCA, el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado en el Altiplano, creen que a pesar de ser una tecnología eficaz desde el punto de vista técnico muchos Wallipini fueron abandonados porque necesitan bastante dedicación, y no existe en esta región de Bolivia una tradición del cultivo y consumo de hortalizas. «No es algo propio», comentan, aunque matizan que las familias sí están adquiriendo hábitos de consumo distintos, cada vez más variados.

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