Ciudades fantasma

¿Sabes por qué Hiroshima y Nagasaki no son ciudades fantasma como Chernóbil?

¿Sabes por qué Hiroshima y Nagasaki no son ciudades fantasma como Chernóbil?

Existe un bulo cada vez más extendido en las redes sociales que niega que  hace 74 años se lanzara una bomba atómica. ¿La prueba definitiva? Que en Hiroshima y Nagasaki se puede vivir y en Chernóbil, no, según recoge EFE y comparte Francisco Lorenson para Periodista Digital.

El 6 de agosto de 1945, el bombardero estadounidense Enola Gay dejó caer sobre Hiroshima a ‘Little Boy’, una bomba que sería el primer ataque nuclear de la historia. Solo tres días después, ‘Fat Man’ arrasaba Nagasaki.

Se calcula que el ataque nuclear acabó con la vida de unas 200.000 personas, según datos de la ONU, pero la evidencia no impide que vídeos y artículos especulen con que estas bombas eran incendiarias y de napalm y todo fue un montaje de Estados Unidos para exhibir su poder tras la Segunda Guerra Mundial.

Afirmación: El principal argumento de los escépticos es que Hiroshima y Nagasaki permanecen habitadas cuando, en teoría, la radiación generada por el ataque nuclear debería haber dejado tras de sí ciudades fantasma como Chernóbil. ¿Por qué no ha ocurrido lo mismo en ambas catástrofes?

Hechos: Lo cierto es que el accidente de Chernóbil produjo, tanto inicialmente como a lo largo del tiempo, una cantidad mucho mayor de materiales radiactivos debido a la naturaleza de la reacción, a los niveles de radiación de estos materiales y a que la explosión de la central ocurrió a nivel de suelo.

De hecho, los expertos constatan «diferencias muy grandes» entre ambos eventos: «Es como comparar un accidente en una fábrica de fuegos artificiales con una matanza en Texas. La culpable en ambas es la pólvora», explica Carlos Vázquez, vocal de Jóvenes Nucleares, dentro de la Sociedad Nuclear Española. Los distintos efectos de la radiación se explican por el desarrollo de los acontecimientos en tres fases:

Antes de la explosión
El reactor de Chernóbil estaba pensado para producir plutonio para «bombas» atómicas y energía eléctrica. Las centrales nucleares normales «no explotan» porque están hechas únicamente para generar electricidad, explica este investigador de la Universidad Politécnica de Madrid.

Durante la explosión
La explosión de la planta nuclear «puso 400 veces más material radiactivo en la atmósfera de la Tierra que la bomba atómica», según el Organismo Internacional de Energía Atómica International (OIEA).

Datos de la Fundación para la Investigación de los Efectos de la Radiación lo confirman, pues la explosión del reactor ucraniano contenía 180 toneladas de combustible nuclear, el 2% del cual (36.000 kilogramos) era uranio puro —más radiactivo que el enriquecido—; las bombas de Hiroshima y Nagasaki transportaban 63 kilos de uranio enriquecido y 6,2 de plutonio, respectivamente.

En esta línea, según el Departamento de Energía estadounidense, el rendimiento de la explosión de Hiroshima fue de 15 kilotones (la unidad de cuantificación de la energía liberada en explosiones) y la de Nagasaki, de 21.

El accidente de Chernóbil habría generado una explosión de entre 3.000 y 5.000 kilotones. «En una central nuclear, la fisión es mucho más eficiente y esto va a producir mucha más radiactividad», argumenta el portavoz de Jóvenes Nucleares.

Y durante más tiempo: los materiales de desecho nuclear tienen una vida relativamente larga, lo que significa que aunque la explosión de un reactor puede llegar a ser menor que la de una bomba atómica, sus efectos duran mucho más tiempo.

No en vano, para algunos físicos como Javier Santaolalla el factor determinante que explica las diferencias entre Hiroshima y Chernóbil es el concepto de «vida media de la radiactividad», entendida como el periodo de tiempo en el cual este material pierde su efervescencia y comienza a apagarse.

El material radiactivo se comporta como las palomitas de maíz en el microondas, según este doctor en Física de Partículas y popular divulgador científico en las redes: «Los granos de maíz se activan enérgicamente y comienzan a explotar, hasta que al cabo de un rato el frenesí termina».

También «un pedazo de material radiactivo dispara partículas continuamente, hasta que finalmente se apaga», añade. «Los átomos radiactivos vertidos en Japón han decaído ya en estables, es decir, no radiactivos», explica, «mientras que en Chernóbil se prevé que lo hagan dentro de 30 años».

Este es el principal motivo por el que Hiroshima y Nagasaki están habitadas hoy en día, y Chernóbil (en la zona de exclusión, a 30 kilómetros de la central) no.

Después de la explosión
Sin embargo, Vázquez incide en los esfuerzos de Japón para repoblar las ciudades arrasadas desde el primer minuto, empujado por su densidad de población, frente al desdén de las autoridades de la extinta URSS por recuperar una zona contaminada tan vasta.

De hecho, el investigador desmiente que Chernóbil sea «una ciudad fantasma», ya que en la zona contaminada —que alcanza una distancia de 400 kilómetros desde la planta— viven unos 5 millones de personas, según el Comité de Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica (UNSCEAR, por sus siglas en inglés).

El lugar de la explosión también es un factor clave en el nivel de impacto de ambos accidentes nucleares.

En Japón, las bombas detonaron en el aire y las partículas radiactivas se dispersaron con la nube que provocó la explosión. En Chernóbil, el propio terreno se volvió radiactivo al fundirse el reactor de la central nuclear a nivel de suelo, algo clave en la recuperación de una zona contaminada, ya que en la superficie se requiere de mucho más tiempo para eliminar los materiales tóxicos.

El período más peligroso después de la detonación de la bomba son las primeras semanas o meses, cuando se recomienda a las personas que no abran las ventanas, que usen máscaras, que no beban agua… pero el riesgo no persiste en el tiempo.

Sin embargo, Chernóbil estaba diseñado para utilizar todo el alcance de la fisión para producir energía a partir de un proceso de reacción lento y sostenido en el tiempo.

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