El fallecido era el abuelo de Víctor, el joven atropellado en septiembre por un kamikaze que conducía borracho y en dirección contraria por la M-50

Este es José Mari, el jubilado muerto en un contenedor por su obsesión con el reciclaje correcto

Este es José Mari, el jubilado muerto en un contenedor por su obsesión con el reciclaje correcto
Este es José Mari, el jubilado muerto en un contenedor por su obsesión por el reciclaje correcto EE

El hombre fue incapaz de dejarlo ir. José María San Martín, un jubilado de 79 años, estaba desde hace años muy concienciado con el reciclaje.

La suya no era una fiebre pasajera.

«Hay que dejar un mundo mejor a nuestros hijos», solía decir.

Así que se volvió a echar a la calle, pese a que este domingo pasado llovía y hacía frío, según elpaís.

Media hora antes había lanzado la bolsa al cubo mientras paseaba a su perra yorkshire, Perla.

Al volver a casa y repasar sus actos algo no terminaba de cuadrarle. De repente, cayó en la cuenta de que había echado la bolsa en el lugar equivocado. Bajó a deshacer el error.

José Mari bajó la basura el sábado por la noche a los cubos que hay enfrente de su portal. Era muy cuidadoso con que cada residuo fuera al contenedor correspondiente. Unas horas más tarde se dio cuenta de que había tirado una bolsa donde no correspondía y volvió a bajar para ponerla en su sitio, contra la voluntad de su mujer, Josefa, que le dijo que se quedara en casa.

“Mi padre era muy, muy cabezota”, cuenta su hija Jose.

El civismo de José Mari terminó costándole la vida. Una vecina se encontró al poco tiempo el cuerpo sin vida con la cabeza asomada al contenedor.

José María San Martín cumplió 80 años el día que murió. José Mari, como era conocido en el barrio, fue hallado sin vida en la madrugada de este domingo con la cabeza dentro de un contenedor. Había sufrido un infarto, tal como ha relatado la Policía y ha confirmado su familia a El Español Ocurrió frente a su casa, en el barrio de Vicálvaro (Madrid).

José Mari y su viuda, Josefa, son muy queridos en el barrio. Eran visitantes habituales de la Parroquia de San Gregorio Magno, a pocos metros de su vivienda. Ambos habían formado parte del coro, si bien José Mari hacía un tiempo que ya no cantaba. Años atrás ambos habían estudiado teología juntos. El matrimonio también frecuentaba la piscina del barrio.

José Mari “de siempre” había estado muy preocupado por el medio ambiente.

“Estaba muy concienciado”, explica su hija. “Si veía algo por el suelo, siempre lo recogía”.

El octogenario estaba jubilado y había trabajado toda la vida en las oficinas de Standard Eléctrica, la empresa española dedicada a la fabricación y montaje de equipos de conmutación y teléfonos, que terminó siendo absorbida por Alcatel.

Además de una viuda, deja a cuatro hijos huérfanos y a dos nietos sin abuelo, según recoge Jaime Susanna en El Español y comparte Iván Rastik para Periodista Digital.

Josefa paseaba al perro este martes como hace cada día. Pero con una gran diferencia, lo hacía entre lágrimas y recibiendo el pésame de todos los vecinos que la conocían. La mujer, visiblemente dolida, ha rechazado fotos y declaraciones, solo se ha limitado a recordar lo buena persona que era su marido y lo mucho que le quería.

Unas horas antes del fatídico suceso, José Mari habló con su hija por teléfono, sin saber que sería la última vez que lo haría. El hombre nunca fumó y apenas bebía. “No tenía ningún problema de salud. Era la primera vez que le pasaba algo así”, recuerda Jose. “Pero la muerte de Víctor le dejó muy mal”.

Esta es la última tragedia de un año negro para esta familia madrileña. José Mari era el abuelo de Víctor, el joven trabajador de Carrefour que fue atropellado por un kamikaze borracho en la M-50 en septiembre. El hermano mayor de Víctor, Roberto, también murió hace algo más de un año. Hoy hubiera cumplido 27. “Parece que tenemos mal de ojo”, lamenta Jose.

Esta familia ha perdido tres miembros en menos de dos años. Dos de ellos no superaban la treintena.

El responsable de la muerte de Víctor es Kevin Cui, un ciudadano español de origen chino que dio positivo en el control de alcoholemia y que conducía su coche en dirección contraria por la M-50. Para mayor temeridad, estaba manipulando su teléfono móvil cuando giró para conducir en sentido contrario. La investigación del suceso trataba de averiguar si el objetivo de Kevin era precisamente grabar las imágenes con su móvil.

Víctor tenía 20 años y vivía en Rivas Vaciamadrid, al sureste de Madrid. El joven había conseguido su primer trabajo como carnicero en un supermercado Carrefour, a pocos kilómetros de su casa. A su corta edad, se había convertido en el pilar fundamental de su familia después de la muerte de su hermano Roberto -hace poco más de un año-. Víctor compaginaba su trabajo los fines de semana con sus estudios de Educación Física.

Por su parte, Kevin creció en el municipio madrileño de Leganés, situado al sudeste de la capital. La comunidad china en Madrid suele ser muy cerrada, pero él se esforzó en ser uno de los más populares en el exclusivo centro escolar donde estudió: el colegio Legamar

Con sus compañeros organizaba viajes de fin de curso a bordo de un crucero y noches en discotecas. Con ellos también pasó sesiones intensas de estudio preparando la selectividad. Sus noches de fiesta también las compartía con A., una modelo china de 25 años de la que estaba enamorado. Actualmente, el kamikaze se encuentra en prisión provisional a la espera de juicio. La Fiscalía pide para él 15 años de prisión por homicidio doloso.

Tras el accidente, la familia de Víctor creó el movimiento #JusticiaParaVíctor, con el que pretenden que se endurezcan las penas de los delitos cometidos al volante. También tienen activa una campaña en el portal Change.org que lleva casi 150.000 firmas recogidas.

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