Si pensabas que los veranos en Estados Unidos solo eran sinónimo de olas de calor y barbacoas, este 2025 te habrá hecho cambiar de opinión. Desde el 4 de julio, cuando Texas amaneció sumida en una de sus peores tragedias recientes, hasta los desbordamientos que han puesto en jaque a ciudades del Midwest, las inundaciones han sido las grandes protagonistas del verano.
Las cifras asustan: más de 100 víctimas mortales en Texas, incluyendo decenas de niños sorprendidos mientras dormían en campamentos junto al río Guadalupe, y cientos de miles de personas desplazadas. ¿La causa? Una combinación explosiva entre fenómenos meteorológicos extremos, patrones atmosféricos atascados y una geografía traicionera.
¿Por qué tantas inundaciones este año? La atmósfera tiene la respuesta
Los científicos lo tenían claro antes incluso de que cayera la primera gota: este sería un verano anómalo. Los satélites de la NASA llevaban semanas alertando sobre lo que llaman un «atasco atmosférico», un fenómeno en el que enormes masas de aire húmedo quedan atrapadas sobre la misma región durante días. Esto provoca lo que los meteorólogos denominan “tormentas de tren”: células tormentosas que se regeneran una tras otra descargando lluvias torrenciales en el mismo punto.
En lugares como Missouri, Illinois y Tennessee, los mapas satelitales pintaban manchas rojas donde en apenas cinco días cayó el equivalente a cuatro meses de lluvia. El resultado fue una sucesión de inundaciones repentinas y fluviales como no se recordaba desde hace décadas.
Texas, por su parte, es un caso de libro. La región conocida como “Flash Flood Alley” (el callejón de las inundaciones repentinas) combina suelos rocosos incapaces de absorber agua y una topografía que canaliza el caudal directamente hacia ríos y arroyos. Basta una tormenta intensa para que el nivel del agua suba varios metros en cuestión de minutos, arrastrando todo a su paso.
La mano humana: crecimiento urbano y políticas poco previsivas
No toda la culpa recae sobre la madre naturaleza. Las ciudades estadounidenses están creciendo más rápido de lo que sus infraestructuras pueden soportar. Houston encabeza la lista mundial de urbes que literalmente se están hundiendo: más del 40% de su superficie desciende cada año hasta cinco centímetros debido a la sobreexplotación de acuíferos subterráneos y al peso imparable del desarrollo urbano.
Esta subsidencia convierte a las ciudades en esponjas inversas: en vez de absorber el agua, facilitan su acumulación superficial, agravando los efectos de cualquier lluvia intensa. Si sumamos políticas poco ambiciosas para gestionar el riesgo hídrico —como sistemas anticuados o falta de planes hidrológicos modernos— tenemos una receta perfecta para el desastre.
El cambio climático como telón de fondo
La comunidad científica es tajante: el cambio climático amplifica estos episodios extremos. Un planeta más cálido significa una atmósfera capaz de retener más vapor de agua (cada grado Celsius extra aumenta esta capacidad alrededor del 7%). Así, cuando las condiciones son propicias, las lluvias se vuelven más intensas y persistentes.
Además, eventos catalogados como “inundaciones milenarias” —aquellas que estadísticamente solo deberían ocurrir una vez cada mil años— se están volviendo inquietantemente frecuentes. Lo que antes era excepcional ahora amenaza con convertirse en tendencia.
Consecuencias insólitas: del Lago Travis al caos ecológico
Las inundaciones no solo dejan daños humanos y materiales; su impacto ambiental es igual o más profundo. En Texas, por ejemplo, el embalse del Lago Travis registró su mayor subida en tres años: seis metros extra en apenas cuatro días tras lluvias excepcionales. Este fenómeno rompió la sequía prolongada pero trajo consigo toneladas de residuos arrastrados por el agua y alteró drásticamente el equilibrio ecológico local.
A esto se suma la presión sobre recursos hídricos ya escasos —el crecimiento demográfico y el consumo disparan aún más los riesgos— y obligan a repensar urgentemente estrategias sostenibles para la gestión del agua.
Curiosidades científicas: lo que no sabías sobre las inundaciones
- Las “inundaciones milenarias” reciben ese nombre porque estadísticamente deberían ocurrir solo una vez cada mil años… aunque últimamente están apareciendo cada década o menos.
- Los satélites modernos pueden detectar variaciones milimétricas en la elevación del terreno urbano gracias a tecnología radar interferométrica; así han descubierto que Nueva York también se está hundiendo lentamente.
- El término “tormenta de tren” no tiene nada que ver con locomotoras: describe cómo las células tormentosas avanzan siguiendo trayectorias paralelas como vagones sobre raíles invisibles.
- En algunos puntos del Midwest este verano ha llovido tanto como suele hacerlo durante toda la primavera y el otoño juntos.
- El récord mundial documentado de subida súbita en un río fue registrado precisamente en Texas: más de 26 pies (casi 8 metros) en apenas 45 minutos durante este mes.
- Houston se hunde más deprisa que Venecia… aunque sin góndolas ni serenatas.
Anécdotas bajo la lluvia: entre héroes y despistes tecnológicos
- Durante el desastre texano del 4 de julio, Scott Ruskan, nadador profesional convertido en rescatista, salvó él solo a 165 personas bajo condiciones extremas… ¡y asegura que ni siquiera sabía nadar mariposa!
- El director del campamento Mystic perdió la vida intentando salvar a decenas de niñas; hoy una estatua improvisada con botas mojadas recuerda su gesto heroico.
- Algunos vídeos virales recientes sobre “inundaciones históricas” resultaron ser falsos o grabados años atrás… incluyendo uno ¡donde las olas entraban por la ventana desde las Islas Marshall!
- Los hidrólogos han bautizado con humor a algunas calles urbanas texanas como “avenidas fluviales exprés”, ya que aparecen solo durante tormentas extremas y desaparecen al día siguiente.
¿Seguirán estas historias repitiéndose cada verano? La ciencia puede anticiparlas mejor que nunca… pero queda mucho por hacer para dejar (al menos) los flotadores para las piscinas.
