El extravagante polo a lomos de elefantes tailandeses

El extravagante polo a lomos de elefantes tailandeses
. EFE/Archivo

Jugadores de medio mundo y una veintena de paquidermos con todo su peso participan estos días en Tailandia en el torneo de polo sobre elefantes, una extravagante actividad que cada vez atrae a un mayor número de aficionados.

Los partidos entre los distintos equipos transcurren al paso mesurado de los imponentes elefantes, aunque en alguna ocasión trotan, y la cortesía impera por parte de los jugadores y sus bestias, ya que las normas prohíben cualquier muestra de agresividad.

«He practicado muchos deportes y, ciertamente, éste no es el más peligroso. En los 25 años que llevo competiciones de polo sobre elefantes, nunca he visto un accidente. Toco madera para que siga así», indicó a Efe Raj Kalaan, coronel retirado del Ejército indio.

A sus 71 años, Kalaan, que jugó durante su juventud en el equipo de polo equino de la India y posee una cuadra de caballos en su país, continúa subiéndose a los elefantes y ha conquistado ya seis Copas del Rey en Tailandia con su equipo, el Chivas Regal.

A pesar del ritmo pausado de los paquidermos, los jugadores se afanan con ahínco por golpear la pelota de plástico con sus tacos, más largos que los del polo ecuestre, y son animados con pasión por el público bajo un implacable calor tropical.

Sobre una superficie de unos 100 por 60 metros de césped, cada equipo pone en juego a tres elefantes montados por un guía y el jugador que golpea la pelota sentado también sobre el lomo del animal.

El juego se divide en dos tiempos de siete minutos y gana el equipo que más goles en una portería contraria, similar a las que se emplean en el rugby aunque de menor dimensión.

En este campeonato que se celebra en la localidad de Hua Hin y organizado por un cadena hotelera, se han inscrito doce equipos con jugadores procedentes del Reino Unido, India, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Australia, Italia o Alemania.

Las mayoría de los jugadores son personas adineradas o de la alta sociedad, entre ellos están los príncipes alemanes Anna y Carl Eugen Wallerstein, la diseñadora estadounidense Sara Story, el arquitecto inglés Tim Beaumont o el exjugador de rugby neozelandés Robin Brooke.

«Los jugadores de este deporte son adinerados pero no snob, somos una familia muy abierta y aceptamos a personas a cualquiera. Jugamos como aficionados para que todo el dinero de los patrocinadores se destine a proyectos sociales y de protección de elefantes», explicó el escocés Peter Prentice, del equipo relojero Audemars Piguet.

Prentice aseveró que las pasiones que despierta el polo sobre elefante es equiparable al de cualquier otro deporte.

No todos ven este deporte con los mismos ojos y algunos miembros del público lo califican con un «deporte extraño» o una «excentricidad» de ricos.

«No estoy muy segura de que sea lo más apropiado tener a los elefantes jugando al polo, es raro», dijo Wendy, una espectadora estadounidense.

El resto del año, la veintena de elefantes que participan en el campeonato son utilizados por sus dueños como pedigüeños ambulantes en las zonas turísticas de varias ciudades tailandesas.

«Al menos durante el torneo, los elefantes son alimentados y tratados adecuadamente y sólo juegan dos partidos diarios frente a las 10 o 12 horas que están en las calles el resto del año», señaló Mark Alan Thomson, relaciones públicas de la organización.

A raíz de que Tailandia prohibiera casi por completo la tala de árboles, en 1989, los cientos de elefantes que trabajaban en el arrastre de madera fueron a parar en su mayoría al sector turístico para entretener a los visitantes.

El polo sobre elefantes nació en 1982 en la jungla de Nepal, donde se celebra anualmente un torneo mundial, y luego se extendió a India y Sri Lanka, aunque estos dos países no son miembros de la Organización Mundial de Polo sobre Elefantes (WEPA, en las siglas en inglés).

Tailandia acogió su primera Copa del Rey bajo la WEPA en 2001 y desde entonces se ha celebrado en la ciudad costera de Hua Hin y en en Chian Rai, en el norte del país.

Gaspar Ruiz-Canela

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