Pocas criaturas resultan tan misteriosas como el tigre de Tasmania (Thylacinus cynocephalus).
También conocido como tilacino o lobo marsupial, este animal habitó durante millones de años Australia hasta que desapareció en los años 30 por causas desconocidas.
Su aspecto, de lo más curioso: un cuerpo casi idéntico al de un dingo, con el pelaje rayado que recuerda a un gato y, como si fuera una broma genética, una bolsa para llevar a sus crías como lo hacen los canguros.
Ahora, investigadores de la Universidad de Melbourne han logrado secuenciar el genoma del marsupial extintoa partir del ADN de un ejemplar juvenil de 106 años de antigüedad muy bien conservado en los Museos Victoria de la misma ciudad.
El logro científico ha arrojado luz sobre la compleja historia de este puzle biológico andante.
«El genoma nos ha permitido confirmar el lugar del tilacino en el árbol evolutivo. Pertenece a un linaje hermano de los Dasyuridae, la familia que incluye el demonio de Tasmania y el dunnart (ratón marsupial)», explica Andrew Pask, uno de los autores del estudio, cuyos resultados han proporcionado el primer modelo genético completo del mayor depredador australiano que sobrevivió en la era moderna.
Además, el análisis del genoma también ha revelado un dato que puede ayudar a explicar por qué se extinguió esta criatura.
Hasta ahora, se había señalado al hombre como principal causante del declive del tigre de Tasmania tras su llegada al continente australiano hace 40.000 años.
La actividad humana, se creía, perturbó el hábitat del marsupial y quizás también sus fuentes de alimento.
Pero el nuevo estudio demuestra que el tilacino ya sufría una pobre salud genética antes de ser cazado en exceso.
Puede que otro animal en peligro, el demonio de Tasmania, se enfrente a un destino similar debido a su aislamiento genético en Australia durante los últimos 10.000 o 13.000 años.
Sin embargo, los análisis del genoma sugieren que ambos animales experimentaron una baja diversidad genética antes de que se aislaran en Tasmania.
Por lo tanto, los tigres de Tasmania podrían haberse enfrentado a problemas ambientales similares a los de los demonios, si hubieran sobrevivido, como la dificultad para superar la enfermedad.
«Nuestra esperanza es que el tilacino pueda decirnos mucho sobre la base genética de la extinción para ayudar a otras especies».
Evolución convergente
El estudio también proporciona nueva información crucial sobre cómo evolucionó el tigre de Tasmania hasta parecer tan similar al dingo, a pesar de que ambos están muy distantemente relacionados.
Los científicos consideran ambas especies como uno de los mejores ejemplos de evolución convergente, el proceso por el que organismos que no están estrechamente relacionados evolucionan de manera independiente hasta tener un aspecto muy parecido como resultado de tener que adaptarse a entornos similares o nichos ecológicos.
Descubrieron que debido a su técnica de caza y dieta de carne fresca, sus cráneos y la forma del cuerpo se volvieron similares.
El equipo analizó las características del cráneo, los ojos, la mandíbula y la forma del hocico del tilacino.
«Encontramos que tenía una forma de cráneo más similar al zorro rojo y al lobo gris que a sus parientes más cercanos», explica Christy Hipsley, de los Museos Victoria.
«El hecho de que estos grupos no hayan compartido un ancestro común desde el Jurásico hace que este sea un ejemplo asombroso de convergencia entre especies lejanamente relacionadas», subraya.
«La apariencia del tilacino es casi un dingo con una bolsa. Y cuando analizamos las bases de esta evolución convergente, descubrimos que no eran realmente los genes mismos los que produjeron la misma forma del cráneo y del cuerpo, sino las regiones de control que los rodean que activaban y desactivaban los genes en diferentes etapas del crecimiento».
Vuelta a la vida
Este genoma es uno de los más completos logrados jamás de una especie extinta, por lo que técnicamente podría ser el primer paso para devolver al tigre de Tasmania a la vida, «pero todavía estamos muy lejos de esa posibilidad», señala Pask.
«Todavía tendríamos que desarrollar un modelo de animal marsupial para alojar el genoma del tilacino, como el trabajo realizado para incluir genes de mamut en el elefante moderno. Pero el hecho de que ahora sepamos que el tigre de Tasmania se enfrentaba a una diversidad genética limitada antes de la extinción significa que habría luchado de manera similar al demonio de Tasmania si hubiera sobrevivido».
El último tilacino conocido, llamado «Benjamin», murió en un zoológico de Hobart, Tasmania, en 1936. Quizás no volvamos a ver ninguno, pero su extinción sí puede ayudar a evitar otras.