Hace 66 millones de años, un asteroide transformó para siempre la vida en nuestro planeta
El impacto fue devastador. Hace 66 millones de años, un asteroide de entre 10 y 12 kilómetros de diámetro se estrelló contra la Tierra en lo que hoy es la península de Yucatán, en México. El choque, con una fuerza equivalente a 10.000 millones de bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki, marcó el fin de una era y el comienzo de otra.
Los dinosaurios, que habían dominado el planeta durante más de 160 millones de años, se extinguieron junto con el 75% de las especies terrestres y marinas.
Pero la vida, como siempre, encontró su camino.
El cráter de Chicxulub, como se conoce al lugar del impacto, tiene más de 180 kilómetros de diámetro y es una de las zonas de impacto más grandes del mundo. La colisión no solo creó un cráter gigantesco, sino que también desencadenó una serie de eventos catastróficos: tsunamis de cientos de metros de altura, terremotos que sacudieron el planeta durante semanas o meses, y una nube de polvo y cenizas que bloqueó la luz solar durante años.
«Fue un acontecimiento catastrófico», explica la Dra. Emily Carlisle, coautora de un estudio reciente sobre la evolución de los mamíferos placentarios. «El impacto provocó un tsunami de al menos 800 metros de altura que atravesó el océano Atlántico. Imaginen una ola del tamaño del Empire State Building arrasando todo a su paso».
Pero la historia no termina con la destrucción. De hecho, es aquí donde comienza la fascinante saga de la supervivencia y la evolución.
Mientras los gigantescos saurópodos y los temibles depredadores como el Tyrannosaurus rex desaparecían, pequeñas criaturas que habían vivido a la sombra de los colosos comenzaban a prosperar. Entre estos supervivientes se encontraban los ancestros de los mamíferos modernos, incluidos nosotros mismos.
«Los mamíferos que sobrevivieron a la extinción lo lograron principalmente porque pudieron excavar para meterse bajo tierra», señala el Dr. Stephen Brusatte, paleontólogo de la Universidad de Edimburgo. «Esto les permitió sobrevivir al período inmediato al impacto, los incendios y el invierno nuclear que siguió».
Estos primeros mamíferos supervivientes eran pequeños, no más grandes que una rata moderna. Pero tenían algo crucial: adaptabilidad. Mientras el mundo a su alrededor cambiaba drásticamente, estos animales evolucionaron rápidamente para aprovechar los nuevos nichos ecológicos que quedaron vacantes tras la extinción de los dinosaurios.
Una de las adaptaciones más sorprendentes fue el desarrollo de las plumas en algunos dinosaurios supervivientes, los antepasados de las aves modernas. Estas plumas, que originalmente podrían haber servido para el aislamiento térmico, se convirtieron en una ventaja crucial para la supervivencia en el frío mundo post-impacto.
«Las aves son, en esencia, dinosaurios que sobrevivieron», explica la Dra. Gerta Keller de la Universidad de Princeton. «Son el testimonio viviente de la increíble capacidad de adaptación de la vida».
Mientras tanto, los mamíferos comenzaron a diversificarse y a crecer en tamaño. Los antepasados de animales tan diversos como perros, gatos, ballenas y armadillos ya existían en la era de los dinosaurios y sobrevivieron a la extinción masiva. Para ellos, la catástrofe fue una oportunidad de prosperar y diversificarse.
«Lo que para los gigantes reptiles fue una catástrofe, para los mamíferos fue una oportunidad de prosperar«, señala el Dr. Jorge Moreno-Bernal, paleontólogo de la Universidad del Norte en Colombia. «Ocuparon más territorio y se transformaron en la variedad de animales placentarios que conocemos hoy».
Esta diversificación no fue inmediata. Durante los primeros 10 millones de años después del impacto, un período conocido como el Paleoceno, los mamíferos mantuvieron una forma corporal robusta, herencia de sus ancestros subterráneos.
«Incluso para ser un animal que vive en los árboles, seguían siendo muy fornidos», explica la Dra. Shelley.
«Esto refleja la importancia de la fuerza y la resistencia en el mundo post-apocalíptico que siguió al impacto».
A medida que los bosques se recuperaban y el clima se estabilizaba, los mamíferos comenzaron a evolucionar hacia formas más diversas. Algunos regresaron a los árboles, desarrollando extremidades adaptadas para trepar. Otros se hicieron más grandes, ocupando los nichos ecológicos que antes pertenecían a los dinosaurios.
Uno de los grupos más exitosos fue el de los primates, nuestros propios antepasados. Estos animales, con sus manos prensiles y su visión binocular, estaban bien adaptados para la vida en los árboles y eventualmente evolucionarían hacia formas cada vez más complejas.
«Es fascinante pensar que nuestros ancestros más lejanos sobrevivieron a uno de los eventos más catastróficos en la historia de la Tierra», reflexiona el Dr. Brusatte. «De cierta manera, somos los herederos de esa increíble capacidad de supervivencia».
La historia de la vida después del impacto de Chicxulub es un testimonio de la resiliencia y adaptabilidad de la vida. De las cenizas de la destrucción surgió un mundo nuevo, poblado por criaturas que aprovecharían al máximo las oportunidades que se les presentaban.
Hoy, 66 millones de años después, vivimos en un mundo moldeado por ese antiguo cataclismo. Los mamíferos, incluidos nosotros, hemos llegado a dominar la Tierra de una manera que los dinosaurios nunca lo hicieron. Y sin embargo, los ecos de ese pasado lejano aún resuenan en nuestro ADN y en el mundo que nos rodea.
Los dinosaurios y la evolución de los mamíferos:
- El asteroide que impactó en Chicxulub viajaba a una velocidad de unos 72.000 km/h cuando golpeó la Tierra.
- Algunos científicos creen que el asteroide de Chicxulub podría haber sido parte de un asteroide mucho más grande que se dividió en el espacio hace más de 160 millones de años.
- No todos los dinosaurios se extinguieron. Las aves modernas son descendientes directos de un grupo de dinosaurios terópodos.
- Los cocodrilos y las tortugas sobrevivieron a la extinción masiva, lo que demuestra su increíble capacidad de adaptación.
- El período inmediatamente posterior al impacto se conoce como «invierno de impacto», durante el cual la temperatura global cayó drásticamente debido al polvo y los aerosoles en la atmósfera.
- Algunos mamíferos que sobrevivieron a la extinción eran tan pequeños que podían caber en la palma de una mano humana.
- La evolución de los mamíferos después de la extinción de los dinosaurios es uno de los ejemplos más rápidos de diversificación evolutiva conocidos en el registro fósil.
- El cráter de Chicxulub no se descubrió hasta la década de 1970, cuando geólogos que buscaban petróleo notaron anomalías en sus mediciones.
EL ORIGEN DE LAS SERPIENTES
Las serpientes provienen directamente de un puñado de especies que sobrevivieron al impacto del asteroide gigante que acabó con los dinosaurios.
Los científicos creen que este devastador evento de extinción, desatado hace 66 millones de años, fue una forma de «destrucción creativa» que permitió a las serpientes diversificarse en nuevos nichos, previamente ocupados por sus competidores.
La investigación muestra que las serpientes, que en la actualidad incluyen casi 4.000 especies vivas, comenzaron a diversificarse en el momento en que un impacto cósmico acabó con los dinosaurios y la mayoría de las otras especies del planeta.
El estudio, dirigido por científicos de la Universidad de Bath e incluidos colaboradores de Bristol, Cambridge y centros de investigación en Alemania, utilizó fósiles y analizó las diferencias genéticas entre las serpientes modernas para reconstruir la evolución de las serpientes. Los análisis ayudaron a precisar el momento en que evolucionaron las serpientes modernas.
Sus resultados muestran que todas las serpientes vivientes se remontan a solo un puñado de especies que sobrevivieron al impacto del asteroide hace 66 millones de años, la misma extinción que acabó con los dinosaurios.
Los autores argumentan que la capacidad de las serpientes para refugiarse bajo tierra y pasar largos períodos sin comida les ayudó a sobrevivir a los efectos destructivos del impacto.
Como consecuencia, la extinción de sus competidores, incluidas las serpientes del Cretácico y los propios dinosaurios, permitió a las serpientes moverse a nuevos nichos, nuevos hábitats y nuevos continentes.
Luego, las serpientes comenzaron a diversificarse, produciendo linajes como víboras, cobras, culebras, pitones y boas, explotando nuevos hábitats y nuevas presas.
La diversidad de serpientes modernas, incluidas las serpientes arbóreas, las serpientes marinas, las víboras venenosas y las cobras, y las constrictoras enormes como las boas y las pitones, surgió solo después de la extinción de los dinosaurios.
Los fósiles también muestran un cambio en la forma de las vértebras de las serpientes como consecuencia de la extinción de los linajes del Cretácico y la aparición de nuevos grupos, incluidas las serpientes marinas gigantes de hasta 10 metros de largo.

