Europeos sí, pero que planchen ellas

Europeos sí, pero que planchen ellas

Una radiografía sobre los europeos demuestra que el sexismo está instalado en la vida cotidiana en España. El 56% apoya que la mujer reduzca su jornada laboral por los hijos y el 30% cree que los hombres tienen preferencia si escasea el trabajo.

El 92% de los suecos participa en las tareas de casa; en España sólo el 53%.

Los españoles son los europeos que más participan en manifestaciones.

En el furgón de cola de Europa, dice Alicia Rodríguez de Paz en `La Vanguardia´. Ahí es donde se sitúa España en lo que respecta a la igualdad entre sexos: casi la mitad de los hombres –en concreto, el 47%– admiten a las claras que no dedican “nada o casi nada” de tiempo a las tareas en el hogar. En este penoso ranking, sólo hay dos países aún másmachistas, Grecia (con un 57% de los hombres que rehúyen cualquier labor doméstica) y Portugal (61%). Entre los hombres que afirman cocinar, limpiar o planchar en casa, destacan los suecos (sólo el 8% admite que no hace nada), finlandeses (9%), islandeses (11%) y noruegos (12%). Detrás de algunos países ex comunistas, aparecen holandeses, británicos y franceses, con registros que no superan en ningún caso el 25% de la población masculina.

Según la Encuesta Social Europea, realizado en 25 países y financiada por la Fundación Europea de la Ciencia y la Comisión Europea, buena parte de los ciudadanos tienen interiorizado que, además de las labores domésticas, las mujeres han de asumir la carga principal en el cuidado de los hijos. El porcentaje de ciudadanos que consideran que la mujer debería estar dispuesta a reducir su jornada laboral “por el bien de la familia” va del 70% en Ucrania y Portugal a alrededor del 25% en Holanda y los países nórdicos. Los españoles no pueden sacar mucho pecho porque casi uno de cada seis entrevistados apoyó este “sacrificio esperable” de las mujeres.

Paradójicamente, en el caso español, el sexo de los encuestados no influye en la respuesta, ya que un 58% de las mujeres está de acuerdo con dicha afirmación, unos cinco puntos más que los hombres. Es más, tres de cada diez españoles creen que cuando el trabajo escasea,

“los hombres deberían tener prioridad frente a las mujeres para obtener un puesto de trabajo”.

Sin embargo, el discurso de lo políticamente correcto ha calado y lleva a que la inmensa mayoría de los hombres en Europa no tenga reparo en afirmar que tienen el deber de asumir las mismas responsabilidades que las mujeres en las tareas de la casa y con los hijos. En muchos de los países (desde Suecia hasta el Reino Unido, pasando por Francia y Noruega) representa más del 90% del total, mientras que España se sitúa en un discreto segundo plano con un 77% de los hombres a favor de repartir por igual las labores domésticas y el cuidado de los hijos.

En cuanto a la conciliación de la vida laboral con la personal, una cuarta parte de los españoles afirma que a menudo tienen la sensación de que el trabajo les impide dedicar el tiempo que querría a su pareja o a su familia.

Italia no aparece en los resultados presentados ayer porque se retrasaron en la entrega de sus datos y todavía no han sido acreditados definitivamente. De todas formas, los responsables del estudio en España aseguraron que, con toda probabilidad, sus resultados sobre participación masculina en las tareas domésticas serán muy similares a los del trío mediterráneo (España, Grecia y Portugal).

En la segunda edición de esta radiografía sobre los estados de la Unión Europea y su entorno, hay también una valoración sobre los servicios públicos. Los españoles dan un aprobado al sistema sanitario (5,8) y a la educación (5,4), puntuaciones “en comparación con el resto de países, bastante elevadas”, señaló Mariano Torcal, catedrático de Ciencia Política en la Universitat Pompeu Fabra y coordinador de la encuesta en España. En ambos casos, la valoración fue más positiva que en el primer estudio, correspondiente al 2002.

“En principio los españoles prefieren no automedicarse y recurrir al médico; sin embargo, un porcentaje nada desdeñable, casi el 5% del total, admite que ha tomado reiteradamente un medicamento recetado a otra persona próxima”.

Explica Torcal. El estudio también aborda la percepción sobre la relación médico-paciente: muchos critican que el médico no consulta al paciente antes de decidir el tratamiento, aunque casi la mitad cree que los médicos están dispuestos a admitir sus errores ante el enfermo.

Frente a la inmigración, los españoles forman parte de los europeos que más valoran los beneficios que acarrean los trabajadores foráneos. Con una puntuación del 5,6 se hallan por delante, por ejemplo, de Suecia (5), Francia (4,7), Reino Unido (4,6), Alemania (4,4) o Portugal (4,4.).

Dentro del comportamiento político, España destaca como el primer país en movilizaciones en la calle, ya que un tercio de los ciudadanos (34%) afirmaron haberse manifestado en el último año. Le siguen, a notable distancia, ucranianos (21,7%), islandeses (15,4%), luxemburgueses (14,8%) y franceses (12,8%). El catedrático de la Pompeu Fabra contextualizó los datos al señalar que el trabajo de campo se realizó entre septiembre del 2004 y febrero del 2005 y, por tanto, aún perduraba «un clima de oposición al Gobierno de Aznar«. Los responsables de la encuesta recordaron, sin embargo, que no se trata de un fenómeno coyuntural. En el anterior estudio España ya era el segundo país en grado de movilización, con un 18% de los ciudadanos.

Este alto índice de movilización no se corresponde en absoluto con otras expresiones de cultura política. Casi uno de cada diez encuestados (28%) señala que la política «no le interesa nada«. Sólo les superan en Grecia y Portugal, con porcentajes que rozan incluso el 40%. Este alejamiento de la cuestión política triplica el de los países del norte, donde los desinteresados no superan el 10%.

Tanto Torcal como el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Fernando Vallespín, coincidieron en indicar que estos resultados avalan la tradicional desafección política de un país con una corta tradición democrática, «como ocurre en otros estados del sur y en los poscomunistas».

¿Son compatibles el desinterés por la política con una alta participación en protestas? La explicación, según Vallespín, reside en la existencia de un grupo amplio de ciudadanos «reactivos», es decir, aquellos que sólo están dispuestos a intervenir cuando consideran que han de mostrar su descontento.

España se sitúa entre la media docena de estados estudiados que peor valoran a los políticos. El nivel de la confianza en el parlamento o el sistema judicial también está por debajo de la media europea.

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