La depresión, que afecta a unos cuatro millones de españoles, le cuesta al Estado unos 745 millones de euros anuales, de los que sólo el 15,9% corresponde al gasto en medicamentos.
Y según cuentan los especialistas, los principales motivos por los que los pacientes abandonan los tratamientos con antidepresivos son la posible aparición de efectos secundarios; los altibajos emocionales por los que pasa el enfermo en la fase inicial de la terapia y la larga duración de la misma, que dura como media nueve meses.
Así las cosas, lo que uno se pregunta es por qué los expertos, en lugar de seguir insitiendo en la solución química, no se plantean ir a los orígenes de la depresión. Tal vez se tardaría más en dar con la solución que poner en el mercado las pastillas, lo que resulta mucho menos rentable para los laboratorios, y por eso no se hace.
Algunos dirán que es un absurdo plantear las cosas en estos términos, pero al menos en teoría la hipótesis es irrebatible. De los fármacos ya se sabe lo que dan de sí y, por experiencia, los resultados no acaban de ser todo lo buenos que las multinacionales del medicamento pregonan. Pero como la realidad es la que es, lo mejor será ponerse de su lado, aunque sólo sea para evitar en la medida de lo posible que no empeore.
Y en esa línea se postula la doctora Marian March Pujol, de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona. Según esta profesora, para que la depresión no avance se necesita que médico y farmacéutico colaboren para que se cumpla el tratamiento indicado y el paciente no arroje la toalla, actitud que ocasionaría un gasto irracional.
Habla también la doctora catalana de supervisar los factores sociales que acompañan al uso de fármaco. Algo difícil de comprender. Palabras que quizás estén bien dichas pero cuyo contenido no va más allá de los círculos de enterados, mientras la mayoría del personal se queda levitando, con su depresión a cuestas.
No nos engañemos, las enfermedades mentales en España siguen siendo metafísica para las consejerías de sanidad y para el propio Ministerio.
