Dos versiones sobre los genéricos

Dos versiones sobre los genéricos

De entre los debates que tienen como centro la actividad de la industria farmacéutica, el que más ríos de tinta y saliva ha hecho correr es el de los genéricos. ¿Genéricos sí o genéricos no? ¿Son igual de efectivos los genéricos que los medicamentos innovadores? ¿Por qué los laboratorios farmacéuticos se quejan de la comercialización de estas medicinas? Estas preguntas tienen distinta respuesta según a quién se le formule la cuestión. Versiones contrapuestas, pero ambas con su parte de razón.

El medicamento genérico es aquel que está elaborado a partir del mismo principio activo, la misma dosis, la misma forma farmacéutica y las mismas características que un medicamento original investigado y desarrollado por un laboratorio. Es decir, el genérico es una copia casi perfecta de un original, con las mismas propiedades que el medicamento primigenio y, por tanto, con la misma efectividad para subsanar el perjuicio sanitario.

La mayor ventaja de los genéricos frente a los originales es su menor precio. El argumento más repetido para defender este tipo de compuestos farmacéuticos es, precisamente, que aporta la misma efectividad contra las enfermedades a un precio más bajo, lo que beneficia al consumidor final y contribuye a rebajar el gasto sanitario público.

Sin embargo, en la otra cara de la moneda se encuentra la opinión de la industria farmacéutica. Los laboratorios rechazan el uso cada vez más extendido de los genéricos amparándose en que resta beneficios a la industria y, por consiguiente, reduce la capacidad de investigar e innovar para sacar al mercado nuevos medicamentos para nuevas enfermedades.

Así, la industria de la farmacia reclama que se amplíe el periodo de protección de las patentes, es decir, el tiempo durante el cual los laboratorios tienen los derechos para comercializar el medicamento sin que haya posibilidad de que se vendan compuestos genéricos derivados de su investigación. Actualmente, la patente tiene una vida de diez años. Después de una década, ese medicamento deja de pertenecer al laboratorio creador y pueden comenzar a proliferar las copias.

El presidente de Farmaindustria, Humberto Arnés, sentenciaba así en el transcurso de una entrevista:

«Sin medicamentos orginales no existirían genéricos: el genérico de hoy es una innovación de ayer y se beneficia de la investigación del fármaco titular».

Por tanto, en un lado de la balanza encontramos que los genéricos son más baratos, igual de eficaces y contribuyen a democratizar la sanidad, al permitir que los medicamentos lleguen a la gente con menores posibilidades económicas. Mientras, en el otro lado aparecen los argumentos de la industria, que relativizan la cuestión al apuntar que para que se siga investigando es necesario obtener esos beneficios que se pierden al perder los derechos sobre los medicamentos creados por los laboratorios en primera instancia.

Así están las cosas. Son ustedes quienes deben juzgar.

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