Integrar a un perturbado mental en un centro sanitario tiene un enorme peligro. Se han conocido noticias de médicos que inoculaban altas dosis de un medicamento a sus pacientes para acabar con sus vidas, de sanitarios que descuartizaban a los enfermos alegando que su intención era analizar su enfermedad o de anestesistas drogadictos que inyectaban sustancias perjudiciales a las personas a las que trataban. La última noticia llega desde le República Checa, donde un enfermero mató a siete pacientes para «comprobar los conocimientos de los especialistas».
El enfermero Petr Zelenka, que causó este año la muerte de siete pacientes e intentó eliminar a otros diez en el hospital checo de Havlickuv Brod, ha declarado a la policía que lo hizo para evaluar las aptitudes de los médicos.
Petr Zelenka, de 30 años y con un historial profesional intachable, administró sobredosis del fármaco anticoagulante Heparin a enfermos graves, causándoles la muerte. Zelenka, que se ha declarado culpable del crimen, quería, según su abogado Vitezslav Mensik:
«Confundir al equipo de médicos y tenía intención de comprobar los conocimientos de los especialistas».
El mayor crimen de este género cometido en la historia del país centroeuropeo sorprendió a la familia de este enfermero, cuyo novio describió al sanitario como alguien:
«Siempre muy cariñoso y agradable».
Tras realizar estudios secundarios de economía agraria, obtuvo el título en la escuela de enfermería y trabajó como sanitario en un centro de socorro de Jihlava, hasta ingresar un año después en el hospital de Havlickub Brod, donde trabajó más de siete años.