Desde el frente… contra el Ébola

BBC Mundo.- Zoe Young, de la organización no gubernamental Médicos sin Fronteras (MSF), comparte su diario con BBC Mundo desde una aldea en la República Democrática del Congo, donde lucha con su equipo contra un brote del letal virus del Ébola.

Desde que llegaron a Kampungu, a principios de septiembre, 25 pacientes con cuadros graves de Ébola han sido hospitalizados en el centro asistencial local.

Desde entonces, han muerto ya ocho personas.

Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) cree que ya son 166 las víctimas en la provincia de Kasai Occidental, y que hay al menos 372 casos de contagio.

La OMS se ha unido a las autoridades locales junto a grupos como MSF para enfrentar a la temible fiebre hemorrágica. El Ébola es un virus altamente contagioso, que ocasiona severos dolores estomacales y hemorragias internas.

Su tasa de mortalidad es de entre el 50% y el 90%.

Cuando regresé a la oficina de Médicos sin Fronteras la semana pasada tras unas vacaciones, todo el mundo hablaba de una enfermedad misteriosa en República Democrática de Congo.

Al parecer, habían muerto muchas personas, pero no estaba claro cuál era el problema.

En la oficina circulaban diferentes teorías, pero debíamos esperar hasta que estuvieran los resultados de las muestras que fueron enviadas a tres laboratorios distintos.

Mientras, habíamos enviado a nuestro equipo de emergencia en el Congo a Kampungu, una de las áreas afectadas, para preparar la sala de aislamiento.

El primer resultado que tuvimos fue un positivo de shigella (otra de las epidemias que circulan en la región, que provoca disentería).

Luego llegaron resultados del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (CCDA): algunas de las muestras daban positivo de Ébola.

En ese momento todo se dio vuelta.

Un aterrizaje emocionante

La Unidad de Emergencia de MSF coordinó una reunión con nuestros expertos en agua y saneamiento, epidemiólogos, especialistas en salud pública y gente de Recursos Humanos, para decidir qué equipamientos y personal enviaríamos.

Subimos al avión que partía para Kinshasa, la capital de la R.D. del Congo, dos días después.

Los siete viajamos desde Kinshasa a Kampungu en una avioneta para diez personas, cuyo piloto lucía un gran bigote en forma de «u» invertida.

El paisaje era precioso: kilómetros y kilómetros de selva que parecían una colcha de brócoli bien apretado, con algún árbol seco blanco que asomaba de vez en cuando en el toldo verde.

No vi la pista de aterrizaje hasta que el piloto enderezó el avión: perecía un angosto camino en el terreno ondulado. Fue un aterrizaje emocionante.

Cuando salimos del avión multitud de niños y adultos curiosos se empujaban para vernos y luego se acercaban para preguntar «comment ça va», «comment tu t’appelles», «comment ça va»… una y otra vez.

El alboroto era impresionante, atronador.

Mi trabajo

Luego viajamos por una hora hasta Kumpungu por caminos que hacían que el auto se inclinara hacia un lado.

Y por fin, mi trabajo.

El Ébola se transmite por el contacto con los fluidos, y por eso los pacientes deben ser tratados con muchas precauciones y ser aislados del resto de la comunidad.

Montamos una sala de aislamiento que está conformada por una zona de riesgo bajo, donde nos vestimos con ropas de protección, y luego una zona de alto riesgo, donde están los pacientes.

El edificio formaba parte de un centro asistencial y está rodeado de una pequeña verja de red color anaranjado, para mantener a la gente fuera y evitar que los pacientes salgan por accidente.

Cuatro de nosotros trabajamos en el área de aislamiento: un experto en logística responsable de la contrucción de nuevas estructuras, camas, mesas, verjas, que necesitemos; un enfermero; un médico y yo, que estoy encargada del agua y los aspectos sanitarios.

Malvaviscos

Poco a poco hemos ido mejorando las salas de los pacientes, pero todo lleva mucho tiempo, porque debemos vestirnos con los equipos de protección antes de ingresar.

Llevamos cascos, enormes trajes de seguridad blancos con puños y tobillos elastizados, que se inflan y nos dejan con pinta de malvaviscos.

Dos pares de guantes de látex, gafas que parecen para la nieve, máscaras con pico de pato y delantales.

Parecemos astronautas.

Por adentro es un sauna. Ahora sé lo que es el significado de transpirar a chorros.

La más mínima actividad, como trasladar a un paciente o mover una cama, hace que la transpiración caiga en cascada por mi cara.

Claro que no puedo secármela, porque estoy toda recubierta y no tengo acceso a mi piel hasta que estoy desinfectada y dejo la zona de alto riesgo del centro.

Valientes

Tenemos algunos enfermeros que han sido entrenados pora trabajar en la zona de alto riesgo y algunos voluntarios de la Cruz Roja que ayudan en la desinfección y el traslado de los pacientes.

De a poco aumenta el personal, pero lleva mucho tiempo porque primero debemos encontrar a quienes quieran ayudarnos, y luego debemos entrenarlos cuidadosamente para asegurarnos de que estén a salvo en la zona de alto riesgo, y de que no cometan errores que pongan a otros en peligro.

Uno de los pacientes murió hoy.

Era uno de los enfermeros del centro asistencial. Estuvo internado unos pocos días; era muy valiente y estaba decidido a curarse.

Cada mañana se sentaba en una silla de mimbre en el balcón para observar qué estaba pasando, y una o dos veces se escapó a casa.

Pero no pasó nada.

Cuando volvió debimos ir a la choza donde se quedó para desinfectarla.

Gemidos y llantos

Bueno, pero murió, y entonces fui a su sala con dos de los asistentes para arreglarlo un poco y ponerlo dentro de una bolsa para cadáveres.

Esto es muy importante, porque es posible infectarse aún con los fluidos de personas que han muerto.

Estábamos probando un nuevo tipo de bolsa resistente al agua, por lo que tuvimos algunos problemas con el cierre al ponerlo dentro, pero pronto estuvo listo y lo dejamos sobre una cama mientras traían el ataúd.

Pude ver cómo lo hacían a través de la ventana.

También escuchaba los gemidos y el llanto de los parientes del muerto: viven a unos 200 metros del centro.

Cuando trajeron el cajón, sacamos el cadáver y los llantos aumentaron.

Pusimos el cuerpo en el ataúd y lo montamos en una camioneta con caja, que partió hacia el cementerio acompañando al cortejo fúnebre.

Me desinfecté y corrí para alcanzarlos en el camposanto.

Trabajo duro

Había una gran montaña de tierra desde donde sobresalían estacas. En el foso habían sido enterrados los demás, me dijeron.

Pero no había lápidas.

La tumba había sido cavada, pero no había forma de que los sepultureros se acercaran para depositar el ataúd sin caer adentro.

Removí la tierra con la pala para facilitarles el trabajo y se inclinaron un poco hacia dentro. Pero el cajón comenzó a resbalar y debí sujetarlo con la pala hasta que se acomodaran y finalmente pudieron depositarlo con cuidado.

Busqué a mi alrededor a alguien que quisiera cubrirlo de tierra. Nadie se ofreció.

Ayudándonos con las manos -puesto que sólo había una pala- rellenamos la tumba. Un trabajo duro.

Creo que debemos mejorar el proceso funerario, y sobre todo aclararles a los familiares que no es peligroso acercarse cuando el cuerpo ya está dentro del ataúd.

Entre la gente

Vivimos en un campo que ha sido dividido y tiene una zona para acampar en una de las esquinas.

Cinco de nosotros dormimos en una gran carpa sobre colchones de una pulgada de alto, cubiertos de redes contra los mosquitos suspendidas de cuerdas extendidas de una punta de la carpa a otra.

Hay un pequeño montículo debajo de la carpa, que mi colchón no logra disimular, por lo que duermo enroscada como una serpiente.

Cada noche nos reunimos después de la cena, y así me voy enterando de lo que pasa fuera de la unidad de aislamiento.

Otros equipos salen a visitar los lugares donde pueden haber más infectados y otros centros asistenciales, para hablar con la comunidad y las autoridades, y recolectar información.

Una larga lista

Cada vez está más claro dónde se originaron los casos en los meses pasados, y se está intentado ver qué pasará en el futuro.

Algunas muestras también han dado positivo para tifoidea, así que ahora tenermos tres enfermedades en simultáneo.

Mañana haré algunos cambios en las salas para conseguir que llegue más agua.

Debo entrenar a una mujer que se encargará de la limpieza y a algunos otros voluntarios de la Cruz Roja.

Tengo que desinfectar la casa del fallecido.

Puede que intente recubrir con cemento algunos agujeros que hay en los pisos del centro, para facilitar la limpieza.

Mmm, ¡una lista muy larga!

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