«Workahólicos»: huida al trabajo

(PD).- Viven para trabajar. Son adictos a la oficina, a su despacho, a las reuniones y a la empresa. Se llaman «workahólicos», personas que hacen del trabajo su único fin en la vida.

Pasan las horas enganchados al móvil y al portátil. Llegan de noche a casa, a veces de madrugada, y renuncian a sus días libres, fines de semana y vacaciones. No ven a los amigos de siempre, apenas a la pareja y tampoco comparten los momentos especiales de sus hijos.

El deporte no les divierte y desprecian las actividades de ocio y hasta las reuniones familiares. Cuando la espiral laboral les tiene completamente absorbidos achacan el estrés, el insomnio, los ataques de ansiedad y de pánico e incluso se enganchan a otras adicciones -tabaco, alcohol o cocaína- para mantener su ritmo frenético y de vértigo.

Es entonces cuando sufren los efectos más devastadores: el matrimonio se viene abajo, la mayoría se divorcia o se separa. Y la salud física y psíquica se deteriora hasta tal punto que aparecen serias patologías como depresión, hipertensión, infartos, accidentes cardiovasculares, úlceras de estómago… En el peor de los extremos, incluso riesgo de suicidio y muerte.

«Es la única adicción políticamente correcta, porque no lleva ningún estigma sino que es presentable en sociedad como una virtud», explica el Iñaki Piñuel, psicólogo y autor del libro «La dimisión interior». «Es muy habitual decir que uno mismo es un poco adicto al trabajo y está bien visto», matiza.

Sin embargo, el «workaholismo» esconde otra realidad. Cuando el trabajo se convierte en un refugio, en una huida, se trata «de una forma de eludir problemas psicológicos, familiares y personales -señala el experto-.

Desde la insatisfacción de la vida con la pareja hasta problemas de baja autoestima, de relación con los demás… Los «workahólicos» suelen ser poco sociables. Pero en el trabajo se sienten útiles, gratificados, satisfechos y pueden mantener relaciones con los compañeros».

Este perfil de los adictos al trabajo resulta más frecuente encontrarlo en puestos directivos, mandos intermedios, empresarios, agentes de publicidad, consultores y profesionales liberales (abogados, periodistas y profesionales de compañías dedicadas a las tecnologías de la información y comunicación).

Suelen ser hombres de entre 25 a 40 años, que abandonan su papel de marido, padre y amigos. «Sólo se sienten trabajadores -apunta Piñuel-. Y es muy difícil que se reconozcan como tales. Siempre tienen una justificación. Suelen decir que «la vida es así», que «nadie dijo que fuera fácil» o que «el que algo quiere algo le cuesta». No dan importancia a un problema que termina destruyéndoles».

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