Las campañas antisida en África fracasan por no tener en cuenta la realidad cultural

(Agencias / PD).- Las campañas contra el Sida en África han fracasado porque su concepto de promiscuidad es distinto al de Occidente y porque no han tenido en cuenta su realidad cultural, según la bióloga Helen Epstein, autora de «El remedio invisible», una obra que analiza las causas de su propagación.

En una entrevista con Efe Epstein ha defendido que la distinta forma de entender este concepto es lo que ha hecho que en África oriental y meridional se haya propagado la epidemia mucho más que en otras zonas del mundo, y que los contagios sean menores entre los grupos tradicionales considerados de riesgo como prostitutas, drogadictos o usuarios de la prostitución que entre la población supuestamente segura.

En 1993 Helen Epstein viajó a Uganda para investigar una vacuna contra el Sida, pero conocer de primera mano las circunstancias de la epidemia hizo que se planteara la vigencia de teorías que en Occidente se daban por sentadas y empezara a pensar en el papel que llevaba a cabo la realidad sexual africana.

Según explica, en África un porcentaje relativamente elevado de hombres y mujeres tiene relaciones simultáneas con varias parejas, dos o tres, que pueden prolongarse meses e incluso años, que se basan en el compromiso y en las que hay un factor de confianza.

Defiende que este comportamiento, habitual en muchas sociedades africanas, especialmente entre los hombres, y que lo adoptan muchas personas que no se dedican a la prostitución ni son particularmente promiscuas, «ha sido la vía por la que se ha propagado el Sida con tanta rapidez, porque se ha establecido una enorme red de relaciones sexuales».

Para Helen Epstein, esta red, que tenía unas condiciones ideales para contagiar, ha sido una especie de «autopista del Sida» en la que muchos de sus miembros se han contagiado porque al no considerar esta conducta como promiscua, vivían una falsa sensación de seguridad y no consideraban necesario utilizar preservativos.

Asegura esta escritora que, además, los mensajes de las campañas de que la promiscuidad es lo que contagia el Sida les daban una sensación de seguridad porque en su realidad sexual esta conducta no es promiscuidad, y en las relaciones sexuales no se protegían.

Para la autora de este libro, esto ha provocado además una gran estigmatización entre los afectados.

En el caso de las mujeres porque se ha asociado infección con prostituta, y en los hombres con usuarios de prostitución y de conductas de riesgo, y en ambos casos con promiscuidad, cuando la realidad era bien distinta.

Explica que cuando se empezaron a elaborar estudios sobre las diferencias en el patrón de contagio que había respecto a Occidente, se descubrió que en Uganda, donde la tasa de Sida era del 18% a principios de la década de los 90, la población tenía menos parejas a lo largo de su vida que en EUA, donde la tasa estaba en un uno por ciento, y la promiscuidad era mayor.

En Uganda el 40% de los hombres y el 30% de las mujeres dijo en una encuesta que al menos dos de sus relaciones más recientes fueron simultáneas durante meses y años, y en el caso de los polígamos muchos seguían un sistema de rotación para dormir con sus esposas, novias o amantes, lo que facilitaba la propagación del virus.

También ha denunciado que casi ninguna campaña de prevención ha hecho alusión a estas redes de relaciones y de los riesgos que implica, incluso para los más fieles, y que la única excepción fue Uganda, en donde el Gobierno no habló de abstinencia y de uso de preservativo, sino que lanzó el mensaje de «Quédate en campo propio y no salgas a buscar nada».

Ahora en algunos países como en Mozambique también se alude a estas «autopistas del Sida», pero la realidad es que en África «el grupo de riesgo es todo el mundo» y no como en otros continentes, en los que están más definidos.

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