La curva de sobrepeso infantil creció dos puntos entre 2003 y 2007

(PD/Agencias).- Gorditos y sedentarios. Así son vistos más del 30% de los niños entre 2 y 14 años, según la Encuesta Nacional de Salud. Una imagen sin freno, ya que la población infantil con exceso de peso aumentó casi dos puntos entre 2003 y 2007, aunque no siguen dieta alguna y el 20% de ellos sólo practica deporte, sentado, ante los videojuegos y la televisión. En la última encuesta Nacional de Salud, con datos referidos por las familias, éstas declaran que un 18,5% de los menores entre 2 y 14 años tiene sobrepeso y un 11,9% obesidad, frente al 17,5% y 11,2% del estudio realizado en 2003.

Y la realidad puede ser más cruda, porque uno siempre cree que es «más alto y más delgado», en opinión de Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC). Paradójicamente, por franjas de edad, la prevalencia es más alta entre los niños de 5 a 9 años -de los que un 21,4% tiene sobrepeso y un 15,38% es obeso- una etapa en la que son más permeables a las recomendaciones de los padres y éstos un referente en cuanto a los hábitos de vida.

Los casos de obesidad mórbida en niños -que supone un 1% en adultos- no son muchos, «pero se van a empezar a ver», augura Aranceta, director técnico del Programa Perseo, que gestionan los ministerios de Sanidad y Educación y las consejerías de seis comunidades autónomas, Ceuta y Melilla, y proveerá de datos sobre el estado nutricional de casi 14.000 escolares de 6 a 10 años.

Los expertos atribuyen a los malos hábitos alimentarios, la falta de ejercicio físico, un entorno socioeconómico desfavorecido y herencia genética -ésta en un 20% de los casos- la evolución de esta «epidemia», que ha colocado a España entre los tres primeros países europeos en obesidad infantil, «aunque en una situación todavía favorable para el cambio», asegura el presidente de la SENC.

El exceso de peso en los niños, explica, es tres veces superior en familias de entorno modesto, donde no hay tantas posibilidades y recursos intelectuales para prevenir o enfocar la cuestión. «No solo ahí nace una buena parte del problema, sino que ahí se mantiene: al menos el 50% de esos niños serán adultos obesos», señala.

Una de las razones es que «es más fácil y más barato comer mal que comer bien». En un «fast food», por unos euros, te das un «homenaje» de proteínas, grasas y calorías -añade-, pero si quieres unas verduritas, un pescadito y una fruta, «te pegan una clavada». Y si lo compras en el mercado también es más caro, a parte del trabajo que lleva la elaboración de toda la cocina saludable. Pero tan importante como la alimentación es el ejercicio, y el hecho es que el deporte compartido por padres e hijos es, en la práctica, escaso, aunque sí es frecuente verlo juntos por televisión.

Las clases de Educación Física en los colegios están lejos de las recomendaciones de cinco horas semanales y, en el tiempo libre, requiere el esfuerzo de llevar y traer a los pequeños, hasta nadar con ellos o montar en bicicleta. Así, un 20% de los escolares no hace nada de ejercicio al salir de clase, son sedentarios, y de forma más acusada las niñas, según la Encuesta Nacional de Salud 2006-2007.

Entre semana, más del 90% ve la televisión, la mayoría entre una y tres horas, pero hay otro 18% que pasa ante la pantalla más de tres horas diarias, porcentaje que se dobla el fin de semana. Seis de cada diez añaden un «ratito» de hasta una hora más con la consola o el ordenador. Y esa inactividad propicia el «picoteo» de alimentos energéticos. Una comparativa de las dos encuestas de Salud refleja que ha aumentado el consumo diario de embutidos y dulces y bajó el de fruta y pescado. De hecho un 45% de los menores declara comer dulces todos los días, el 15% refrescos con azúcar, y un 36% no toma fruta a diario.

En compensación se incrementa un poco el consumo de verduras y hortalizas y levemente de legumbres. Sólo un 4,6% de los menores de 15 años sigue dieta, un 55% para perder peso o vivir más saludablemente y el resto por problemas de salud. Javier Aranceta previene sobre las dietas restrictivas en etapas de desarrollo. «Lo que interesa -explica- es que el niño no gane peso, el crecimiento irá compensando su composición corporal». Hay que sustituir algunos alimentos por otros más adecuados, «negociar los tentempiés, las golosinas… sin sensación de estar a dieta».

La prevalencia de la obesidad casi se ha triplicado en los últimos 20 años, y el aporte energético en las comidas supera el gasto. El coche, el ascensor, los electrodomésticos, hacen que ahorremos, como media, unas 400-500 calorías diarias respecto a hace unas décadas. Ahora comemos menos, pero la densidad calórica es mayor. «El consumo de productos elaborados representa ya el 30-40% de nuestra alimentación», indica el presidente de la SENC.

Desde distintos sectores se reclama una intervención coordinada en el entorno familiar, escolar y sanitario que frene el sobrepeso infantil. Los pediatras piden a los padres más atención en la alimentación de los hijos e insisten en que se están viendo consecuencias que eran raras hace unos años: niños con diabetes tipo 2 o hipertensión, menores de nueve o diez años con 90 kilos, alteraciones en los niveles de colesterol y triglicéridos, o problemas articulares en pies y rodillas por el sobrepeso, casi como sus abuelos.

Un estudio sobre la educación física y los estilos de vida de los estudiantes de primaria y secundaria, coordinado por el catedrático de la Universidad Autónoma Juan Luis Hernández, describe su «pasividad»: muchos de los niños no van andando al colegio, pasan tiempo del recreo paseando o charlando, no juegan en la calle, y los adolescentes tienen baja resistencia al esfuerzo y poca flexibilidad. Un 45% no llega a tocarse los pies con la punta de los dedos y, a partir de los 14 años, más del 50% son sedentarios. La consecuencia más visible de la poca actividad física -señala- es el incremento de los índices de grasa corporal: el 17% acumula niveles «altos» y el 35% «moderadamente altos».

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