El uso de las mascarillas está cada vez más extendido entre la población desde la llegada del coronarivus, pero su principal uso es filtrar las bacterias nocivas para la salud como virus, polvo, humo o aerosoles. Es relevante destacar que el uso de mascarillas no garantiza el no contagio de una infección y hay que combinarlos con otras medidas.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que las mascarillas solo son eficaces si se combinan con un lavado frecuente de manos con agua y jabón en el caso del coronavirus y que se deberá llevar si se atiende a una persona que pueda estar infectada.
En muchas ocasiones el uso de la mascarilla se hace de manera errónea ya que no se coloca de forma correcta para evitar el contagio. Para ello, antes de ponerse la mascarilla, hay que lavar las manos con desinfectante a base de alcohol o con jabón y agua. A continuación, se cubre la boca y la nariz comprobando que no haya espacios entre la cara y la mascarilla.
Es importante que el tiempo que llevamos la mascarilla no se toque y, si se hiciese, hay que lavarse posteriormente las manos. Además, hay que cambiar la máscara si está húmeda y quitarla por detrás sin tocar la parte delantera. Una vez la hemos retirado, debe tirarse a un recipiente cerrado y limpiar las manos con desinfectante o con agua y jabón.
Antes de comprar una mascarilla, verá que existen diferentes tipos FFP1, FFP2 y FFP3. Estas siglas quiere decir máscara filtrante o, en inglés, filtering facepiece. Así, el personal sanitario y las personas que puedan entrar en contacto con infectados por el coronavirus, utilizarán las mascarillas FFP2 y FFP3 ya que son aquellas capaces de filtrar los elementos patógenos.
En definitiva, se utilizarán las mascarillas siempre que sea necesario para evitar un desabastecimiento en hospitales y en aquellas personas que necesitan esta protección como algunos enfermos oncológicos y el personal sanitario.