Francisco Barreiro acaba de cumplir 77 años, edad que ha estrenado en el Complejo Hospitalario Clínico Universitario de Santiago (CHUS) donde estaba ingresado. Este septuagenario posee diversas patologías, dio positivo en COVID-19 y este domingo ha recibido el alta: «Yo tengo las vidas de un felino», confiesa.
Paco, como se le conoce, ironiza sobre su situación. «Lo dice la leyenda, pero deben tener diez o doce… Porque siete ya las llevo yo y no ha pasado nada», agrega. No anda mal encaminado y es que este hombre ha superado tres infartos, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), diabetes, insulino dependiente, hipertensión, septicemia, un fallo multiorgánico por el que llegó a tener niveles propios de «alguien inerte» y, ahora, coronavirus.
Paco notó fiebre estando en su casa, y al ver que empeoraba decidió llamar a los profesionales sanitarios. Una ambulancia le trasladó al hospital, donde ha permanecido aislado durante una semana, aunque no ha visitado la unidad de cuidados intensivos (UCI). «Mi madre me decía que yo tenía una mala salud de hierro», cuenta. Ha estado conectado a oxígeno, algo que no es nuevo para él, pues llegó a convivir con «el domiciliario hasta quince horas» al día.
Los parientes de Paco estaban preparados para lo peor, su historial de patologías previas no contribuían. «Mal pronóstico» fueron las palabras de su doctora de cabecera, María Jesús Freiría, para él «Chus y una profesional como la copa de un pino».
Con él, el humor va siempre por delante. «Y aquí me tenéis de nuevo», relata Francisco, y que no le gustaban demasiado las sábanas de «ese sitio», porque las suyas caseras se le hacen «más calentitas». Y admite que su secreto se encuentra en el cocido gallego, un plato que no perdona ni en agosto.
«Las tenía todas para estar en el otro barrio. Estoy agradecido a la vida»
Cardiópata, portador de no sabe cuántos stent (endoprótesis) para evitar que las arterias se cierren, sufrió su primer gran susto cardiovascular en septiembre de 1995. Estaba tomando un «cubata». Ahí decidió dejar de fumar. Pero tuvo que enfrentarse a ello dos veces más. Y lo superó. De hecho, en 2004 padeció una rarísima afección y estuvo ingresado desde el 31 de diciembre de ese año hasta el 15 de enero del siguiente, «con una patita aquí y otra allá».
Paco afirma que tiene buena suerte. En una ocasión le tocó el segundo premio del Gordo de Navidad «Nueve millones cuatrocientas mil pesetas», rememora. Y un abril recibió el Cuponazo. «Poseía cinco boletos, así que 25 millones de pesetas. ¡Si es que habré nacido con una flor en el culo, como coloquialmente se comenta! Qué sé yo».
«Respetemos el encierro. El amor de la familia es el principal condimento de una buena comida, también si lo que está en la mesa es un buen cocidito, que es lo que me mantiene en forma… Ay, si es que… tripa vacía, corazón sin alegría».