CIENCIA DEL SUEÑO, LUZ Y CURIOSIDADES

El secreto para dormir bien radica en la luz

La ciencia ha demostrado que la luz natural es el principal regulador de nuestro sueño, pero su influencia va mucho más allá de simplemente apagar la lámpara antes de dormir.

El secreto para dormir bien radica en la luz
Dormir, sueño, descanso y horario. PD

Imagina que dentro de ti hay un reloj invisible. No marca horas ni minutos, pero sí determina cuándo es tu momento de dormir, cuándo debes despertar y, por supuesto, cómo te sientes al levantarte.

Ese reloj se conoce como ritmo circadiano y, aunque pueda sonar a jerga científica, es tan real como el hambre o el cansancio.

Lo realmente interesante es que este mecanismo interno no actúa solo: necesita una señal externa para ajustarse. Y esa señal es la luz.

Durante años, los especialistas han subrayado que un buen descanso es esencial para mantener nuestra salud física y mental.

Sin embargo, ahora entendemos que el elemento clave no se limita a las horas de sueño, sino que incluye también la calidad del mismo.

Aquí es donde entra un aspecto fundamental: la exposición a la luz natural. En la actualidad, pasamos más tiempo bajo techos y rodeados de pantallas y bombillas LED que nunca.

Y aunque parezca inofensivo, esto está alterando nuestros patrones de sueño de maneras sorprendentes.

Luz natural: el director de orquesta del sueño

La luz solar —en especial la que tiene tonalidad azul— actúa como el principal afinador de nuestro reloj interno. Cuando la luz penetra en nuestros ojos, se desplaza hacia una pequeña zona del cerebro llamada núcleo supraquiasmático, que funge como “director de orquesta” para nuestro organismo. Esta estructura recibe información lumínica y ajusta funciones esenciales: desde el ciclo sueño-vigilia hasta la producción de hormonas como la melatonina, conocida popularmente como “hormona del sueño”. Cuando el entorno se oscurece, el cuerpo comienza a liberar melatonina, preparándose para el descanso. Sin embargo, si hay demasiada luz —especialmente artificial— esa producción se ve interrumpida, lo que retrasa el inicio del sueño y afecta su calidad.

Un dato curioso: la luz diurna puede alcanzar más de 10.000 lux (unidad que mide la iluminación), mientras que una habitación bien iluminada rara vez supera los 250 lux. Esta diferencia resulta crucial para activar correctamente nuestro reloj biológico y asegurar un sueño reparador. Por ello, los expertos aconsejan exponerse a luz natural durante el día —ya sea dando un paseo o trabajando cerca de una ventana— y limitar el uso de luces brillantes y pantallas por la noche.

El lado oscuro de las pantallas

El desafío no radica únicamente en cuánta luz recibimos, sino en qué tipo es. La luz azul emitida por dispositivos móviles, tablets y ordenadores engaña a nuestro cerebro haciéndole creer que aún es de día. Esto retrasa la producción de melatonina e incrementa las posibilidades de sufrir insomnio o despertarnos varias veces durante la noche. Incluso encender una luz en medio de la madrugada —por ejemplo, para ir al baño— puede tener un efecto negativo en nuestro ciclo del sueño, ya que el sistema circadiano es especialmente sensible durante esas horas.

Las soluciones son sencillas pero requieren disciplina: reducir la intensidad lumínica por las noches, evitar las pantallas antes de dormir o utilizar aplicaciones diseñadas para filtrar la luz azul. Algunos estudios sugieren incluso que las luces rojas o ámbar interfieren menos con nuestro descanso porque no inhiben tanto la melatonina.

Más allá de la luz: hábitos y curiosidades

La ciencia ha revelado que otros factores también juegan un papel importante en la calidad del sueño:

  • Rutinas fijas: Irse a dormir y levantarse a la misma hora ayuda a estabilizar el ritmo circadiano.
  • Alimentación: Comer tarde puede alterar los relojes internos del sistema digestivo y dificultar un buen descanso.
  • Temperatura: Dormir con calor puede interrumpir los ciclos del sueño, especialmente durante la fase REM —donde tenemos sueños— aumentando así las probabilidades de recordar lo soñado porque nos despertamos justo en ese instante.
  • Edad: Las personas mayores tienden a pasar más tiempo en sueño ligero y menos en profundo, lo cual impacta su sensación de descanso.
  • Microdespertares: Pequeñas interrupciones —como ruidos o luces— pueden fragmentar el sueño ligero y disminuir su calidad.

Curiosidades científicas sobre el sueño y la luz

  • Despertar con luz natural mejora nuestra alerta: Un estudio japonés demostró que quienes reciben luz natural antes de levantarse están más despiertos y experimentan menos somnolencia matutina. Incluso 20 minutos expuestos a esta luz pueden marcar una gran diferencia.
  • El calor nocturno incrementa los recuerdos oníricos: Dormir con calor provoca más despertares durante la fase REM, aumentando así las probabilidades de recordar nuestros sueños.
  • Existen enfermedades genéticas raras que impiden dormir: El insomnio familiar letal es una patología extremadamente infrecuente causada por una mutación genética que destruye neuronas en el tálamo, área cerebral clave para regular el sueño. Quienes sufren esta enfermedad pierden progresivamente su capacidad para dormir y su esperanza de vida se ve drásticamente reducida.
  • La exposición a luz diurna predice mejor los patrones del sueño que cualquier otro factor ambiental estudiado.
  • Las personas con trastornos del sueño pasan más tiempo en fase ligera y menos en profunda, lo cual explica por qué se sienten cansadas incluso tras haber dormido muchas horas.
  • Las aplicaciones para seguir el sueño utilizan sensores para estimar cuánto tiempo pasamos en cada fase; sin embargo, su precisión puede variar.

Integrar ciencia en el día a día

Aunque parezca evidente, respetar nuestros ritmos naturales resulta complicado en un mundo hiperconectado e iluminado artificialmente. La clave está en buscar ese contraste entre máxima luz natural durante el día y mínima artificial por las noches. Aunque no siempre sea sencillo —el trabajo o simplemente las obligaciones cotidianas lo dificultan— pequeños cambios pueden generar un impacto significativo: abrir las cortinas al despertar, dar un paseo matutino o cenar antes son pasos simples pero efectivos.

El cuerpo humano funciona como una máquina perfectamente sincronizada… siempre que le proporcionemos las señales adecuadas. Y esas señales están ahí fuera esperando ser captadas; aunque sean invisibles al ojo humano. Al final del día, dormir bien no solo depende de cerrar los ojos; también implica saber abrirlos a tiempo cuando llega ese necesario nuevo amanecer.

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