Más de 9 millones de enfermos de SIDA no accederán a antirretrovirales

Más de 9 millones de pacientes de todo el mundo que necesitan con urgencia iniciar un tratamiento contra el VIH/sida no tendrán acceso a los antirretrovirales y unos 4,5 millones, los que se tratan en la actualidad, están viéndose obligados a abandonar su terapia porque los grandes financiadores internacionales han decidido reducir, incluso congelar, sus aportaciones a la lucha contra esta epidemia.

Así lo ha denunciado, en vísperas de la Conferencia Internacional de Sida, que se celebrará en Viena entre los próximos días 18 y 23 de julio, la presidenta de Médicos Sin Fronteras (MSF), Paula Farias, quien ha presentado un estudio que explica la situación que ha provocado, en el último año y medio, la escasez de fondos en ocho países del Africa Subsahariana: Malaui, Mozambique, Zimbabue, Sudáfrica, Lesoto, Kenia, Uganda y República Democrática del Congo.

«A finales de 2008, había aproximadamente 4,5 millones de personas en tratamiento con antirretrovirales, lo que venía a ser la mitad de los pacientes que estaban necesitando un tratamiento urgente», apunta.

«Con los nuevos protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), unos cinco millones más deberían estar recibiendo tratamiento», añade Faria, precisando que, en total, habría «más de 9 millones de personas que necesitan tratamiento urgente y no lo están recibiendo, dos tercios de ellas en el Africa Subsahariana».

Sin embargo, según la presidenta de MSF, tanto el acceso como la continuidad de los actuales tratamientos está en peligro por la escasez de fondos, ya que los grandes financiadores de la lucha contra el VIH/sida han decidido reducir sus aportaciones, incluso congelarlas en algunos casos.

«Los principales financiadores de la lucha contra el sida, que ha sido lenta pero que está avanzando de forma positiva, están retirando su apoyo, lo que es el equivalente a una condena a muerte para millones de personas», advierte.

Este es el caso del Fondo Mundial, principal financiador contra el VIH/sida, que tiene estancadas sus aportaciones desde 2009 y del Plan Presidencial de Emergencia de Respuesta al Sida de Estados Unidos (PEPFAR), que no dará más fondos hasta 2014. También actúan en esta linea el Banco Mundial, que ha eliminado de sus prioridades la financiación de fármacos, y el Fondo Internacional para la Compra de Medicamentos de la ONU (UNITAID), que ha retirado su apoyo a la Fundación Clinton.

MEJORAR LA EFICACIA CON LOS MISMOS RECURSOS

En concreto, según la presidenta de MSF, «los financiadores están congelando sus aportaciones y retirándolas de algunos ámbitos –como es la financiación de fármacos– y están reduciéndola de forma indirecta al ampliar las tareas que quieren cubrir con los mismos fondos. Se busca mejorar la eficiencia con los mismos recursos y, en definitiva, se está dejando de ver el sida como una emergencia».

A su juicio, esta sería la filosofía del nuevo plan de Naciones Unidas en la lucha contra el VIH/sida, una iniciativa presentada este martes que se ha dado en denominar ‘Tratamiento 2.0’ y que apuesta por evitar 10 millones de muertes para 2025 y un millón de nuevas infecciones al año y a su vez, por reducir los costes.

«Esto no se sostiene por ningún lado. Los países más afectados por el VIH también padecen la crisis económica y no es momento de reducir las ayudas», aseveró Farias, quien de momento no se queja de la actitud de España en este sentido porque, dice, «mantiene sus compromisos como quinto país con más financiación».

La consecuencia de estas decisiones es que numerosos programas de tratamiento están frenando la incorporación de nuevos pacientes y que el suministro de fármacos está siendo amenazado a medio y largo plazo, pues se están agontando los ‘stocks’.

Según la doctora Ana Zaratiegui, coordinadora de terreno de MSF, esto se traduce en un menor acceso a los tratamientos –que podrían tener que reservarse, dice esta doctora, «para embarazadas o casos muy graves»– y en un mayor número de enfermos que acuden a los centros de salud, aumentando la presión asistencial. También significa un aumento de la mortalidad, tanto por VIH/sida como por enfermedades relacionadas con esta infección, como la tuberculosis, y más nuevos huérfanos.

Para los pacientes en tratamiento, el que falten fármacos puede suponer tener que cambiar de tratamiento, con el riesgo de que se reduzca su eficacia o aumenten las resistencias. Asimismo, supone poder conseguir menos pastillas en cada visita al centro de salud, lo que «desmotiva al paciente», quien por lo general no suele tener fácil el traslado a uno de los escasos hospitales que hay en Africa. También pueden darse situaciones en las que los pacientes «decidan reducir sus dosis o compartirlas», con el riesgo de seguridad y eficacia que conllevaría para su salud.

A su juicio, esta situación no sólo dará al traste con la consecución del objetivo del Milenio en la lucha contra el sida, que era alcanzar este año el acceso universal a los antirretrovirales, sino que acabará con muchas vidas, pues un pacientes con VIH «puede vivir un máximo de cinco años» y con sida «sólo meses». «Con un tratamiento adecuado, estos pacientes pueden vivir hasta 40 años», acotó.

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