¿Qué hay antes y después de la muerte? ¿Una intensa luz nos muestra siempre el camino? ¿Todos atravesamos un largo túnel para volver a la vida? ¿Qué vemos desde allí y qué sentimos? ¿Con quién nos encontramos?
Desde una aproximación divulgativa pero de carácter científico, el psiquiatra José Miguel Gaona explica en las páginas de ‘Al otro lado del túnel‘ en qué consisten las experiencias cercanas a la muerte (ECM).
Con numerosos testimonios de personas creyentes y no creyentes que han sufrido el llamado «efecto túnel», analiza cuáles son los elementos que forman parte de este viaje de ida y vuelta: los sonidos de la muerte, la luz, los viajes astrales, las visitas de familiares anteriormente fallecidos…
Como afirma en el prólogo Raymond Moody, autor del exitoso ‘Vida después de la vida‘:
Los investigadores de todo el mundo comienzan a descubrir que las profundas experiencias espirituales de los moribundos resultan difíciles de explicar.
Y en palabras del Dr. Gaona:
Lo que nos estamos jugando al intentar comprender en qué consisten las ECM no es solo si existe vida más allá de la presente, sino también si podemos entender los complejos modelos de conciencia, incluyendo la percepción sensorial o la memoria, ya que estos procesos podrían estar enfrentados a los conocimientos actuales de la neurofisiología.
ENTREVISTA AL AUTOR DE ‘AL OTRO LADO DEL TÚNEL’
Las personas con una experiencia cercana a la muerte tienen sensación de placer, puede haber una experiencia extracorpórea o ser testigo de conversaciones que ocurren en otras estancias. Suele haber un túnel, una luz, encuentros con personas ya fallecidas.
De ese otro lado del túnel algunas personas no quieren volver y algunas son literalmente empujadas a volver.
Realmente la ciencia no tiene una explicación a las experiencias cercanas a la muerte.
Desde el punto de vista ortodoxo no tiene sentido que los cinco sentidos sigan funcionado cuando el sustento biológico está siendo degradado.
A veces nos olvidamos de que todo lo que nos rodea es un mero constructo de la realidad. En el fondo vivimos encerrados en una caja de calcio que se llama cráneo y tenemos cinco miserables sentidos que nos van nutriendo de información. Como si fuese un teatro de sombras chinas vamos construyendo esa realidad pero hay muchísimas cuestiones que escapan a esa construcción.
Que una partícula se encuentre en dos lugares a la vez o que por ejemplo existan más de tres dimensiones o mundos paralelos, realmente es mucho más de ciencia ficción que las experiencias cercanas a la muerte, son cuestiones que rayan casi lo incomprensible porque exceden el universo de los cinco sentidos.
El director de la revista Cortex, una de la mayores autoridades que existe sobre neurofisiología, a la hora de poder establecer algún lugar donde pudiera estar la consciencia (que parece mentira pero en pleno siglo XXI no sabemos dónde está la consciencia, en qué lugar anatómico del cerebro se encuentra) se llevó la mano al bolsillo y dijo ‘bueno, para la consciencia a lo mejor podría haber algún tipo de añadidura’ cogió su Blakberry y dijo ‘podría estar de alguna manera periférica’. Me llamó la atención que un científico tan escéptico pudiera en un momento dado plantearse, aunque fuera de manera ínfima, que pudieran existir cuestiones a las que todavía no nos hemos enfrentado.
La experiencia cercana a la muerte es un campo abonado para que quizá algunas personas, no es menos cierto que es una parte mínima, puedan ser personas que hayan tenido un desequilibrio psicológico; pero la mayor parte, de hecho, tienen un buen equilibrio psicológico, son personas totalmente normales. Se observó en un estudio que las personas incluso tenían un perfil psicológico de normalidad y puntuaban incluso más normales que otras personas que no habían tenido experiencias cercanas a la muerte.
De hecho, muchos incluso esconden estas experiencias a su propia pareja y familias por temor a ser tomados por desequilibrados, por locos.
La experiencia cercana a la muerte a día de hoy todavía no ha podido ser explicada. Ha habido estudios en los que se compara el efecto túnel con un aumento del dióxido de carbono o con una insuficiencia respiratoria pero estos estudios se olvidan de algo que es muy importante: cuando aumenta el dióxido de carbono se suele producir una confusión mental importante y en aquellas personas que tienen una experiencia cercana a la muerte es muy importante subrayar que, aunque pueda existir un aumento del dióxido de carbono, existe hiperclaridad, la persona recuerda en detalle todo lo que ha ocurrido y es capaz de relatarla de una manera muy coherente.
Cualquier persona que ha sufrido una experiencia cercana a la muerte no queda incólume: los que son religiosos suelen aumentar su fe, los que son ateos aumentan la espiritualidad; el materialismo suele quedar relegado a un segundo plano, hasta el punto de que si la persona tiene una pareja o una familia se disparan los casos de divorcio, de problemas conyugales… Porque comienza a ocurrir una verdadera asimetría en la relación: la persona no queda igual que antes, tiene que ajustar su relación, no solamente con la pareja sino con la vida. Muchas personas cambian de trabajo. Cambian totalmente entre ese antes y ese después.
Algunas personas han revivido toda su vida en detalle en pocos segundos.
Se da un fenómeno que hoy por hoy la ciencia no ha podido explicar: ¿Cómo es posible revivir toda la vida en sólo cuatro segundos? Y muchas personas incluso aseguran que ha sido en detalle, no de manera superficial. Ahora bien, eso es algo previo a llegar al otro lado del túnel, por así decirlo, es decir, que forma parte todavía de nuestra atadura más terrenal. ¿Qué pasa después? Evidentemente no lo sabemos.
Aquellos que han tenido un intento de suicidio no necesariamente tienen una experiencia infernal, no se corresponde con las amenazas religiosas que, en un momento dado, son vox pópuli.
Las experiencias cercanas a la muerte son comunes a todas las culturas y todos los tiempos.
He desarrollado una modesta hipótesis: no sería extraño que hace equis miles de años aquellas personas que sufrieron una experiencia cercana a la muerte sirvieran de punto de referencia para aquellos escribas religiosos que querían transmitir al puebo qué es lo que había más allá de la muerte.
En la vida hay un encuentro con la vida y luego una despedida en la cual intentamos redondear toda nuestra fase terrenal, y en ella hay una serie de fases en las que debemos aprender a despedirnos de los demás, a cerrar cabos sueltos. Debemos aprender a cerrar esa puerta detrás de nosotros.
Tengo algunos compañeros que son médicos, se dedican a enfermos terminales y ponen especial hincapié en este tipo de cuestiones: intentan ayudarles a despedirse, a no aferrarse a la vida en los momentos finales para evitar ese sufrimiento. Intentan ayudarles a fluir dejándolo todo solucionado a sus espaldas.
En un momento dado la propia experiencia cercana a la muerte debe de ser rentabilizada, aprovechada hasta los últimos momentos que podemos tener en nuestra vida. Es nuestra última experiencia.
Hay que aprovechar para pedir perdón, hay que aprender a perdonar también. Ante la inmensidad de lo que va a suceder a continuación, este tipo de mezquindades no tiene cabida. Hay que saber partir en paz.
En la sociedad occidental existe una negación de la muerte y eso nos perjudica muchísimo porque nos empuja hacia el materialismo.
El materialismo ha provocado estragos en nuestra sociedad: huimos de la parte espiritual, de la parte más trascendente que tiene el ser humano. Y vivir de espaldas a ello nos ha perjudicado porque no nos deja desarrollar otro tipo de cuestiones de relación con el mundo, con la vida, con las personas que queremos.
El libro intenta dibujar de la mejor manera posible esa franja gris en la que la ciencia no puede explicarlo todo: la magia de la vida, por un lado, cuando se confronta, por otro lado, al misterio de la muerte.
JOSÉ MIGUEL GAONA, ‘AL OTRO LADO DEL TÚNEL’ (LA ESFERA DE LOS LIBROS)
Entrevista de Ana Villarrubia