Tu barba puede contagiarte del coronavirus

Nuevos estudios sobre el coronavirus alertan del contagio por aerosoles y del peligro para los que tienen barba. ¡Entérate aquí!

Tu barba puede contagiarte del coronavirus

¿Tu barba puede contagiarte del coronavirus? Esa es una de las tesis que sostiene el científico español de la Universidad de Colorado José Luis Jiménez, uno de los mayores expertos mundiales en aerosoles, quien en los últimos meses se ha ganado un hueco en muchos medios de comunicación al defender que la mayor parte de los contagios de coronavirus no son por gotículas que viajan 1-2 metros o por contacto con objetos… sino por dichos aerosoles.

Sin menospreciar las otras dos vías de transmisión mencionadas, para Jiménez y otros expertos mundiales como él cada vez hay más evidencias científicas «abrumadoras» de que el principal problema son los aerosoles, que causan 3 de cada 4 contagios; se trata de partículas en suspensión que salen de nuestra boca al respirar o al hablar -especialmente si hablamos fuerte- y que se quedan suspendidas en el aire incluso durante horas, pudiendo además recorrer distancias mucho mayores que los 2 metros.

Para este bioquímico, la forma más fácil de que la población general entienda este concepto es imaginar que todo el mundo exhala humo cargado de virus. «Si estamos en un espacio abierto ese humo se desvanece, pero si es un sitio cerrado ese humo se va acumulando», explica. De ahí la importancia que él y otros científicos están poniendo en que se ventilen los sitios cerrados: no 5 minutos cada hora -algo «ridículo», señala- sino continuamente.

A pesar de que hay evidencias claras del papel clave que juegan los aerosoles en la transmisión del virus -y que explican muchos casos de contagios en los que se guardaba la distancia de seguridad- el principal obstáculo que se ha encontrado este científico zaragozano y otros expertos como él a la hora de tomar precauciones contra la transmisión por aerosoles ha sido -paradójicamente- la OMS, que a juicio de Jiménez «está atascada en la ciencia del siglo XIX«.

«La OMS está atascada en la ciencia del siglo XIX»

Jiménez afirma que esta reticencia de los expertos de la OMS se debe a que se niegan a aceptar que el viejo dogma de que las enfermedades infecciosas no se transmiten por el aire no es cierto. Las raíces de esta reticencia hay que encontrarla en la ciencia de finales del siglo XIX, cuando en 1896 el bacteriólogo alemán Karl Flügge confirmó en un experimento que los gérmenes se transmitían en las gotículas -las «gotas de Flügge​»- que los enfermos expulsaban al hablar.

En 1910 el estadounidense Charles Value Chapin, considerado un pionero y un referente mundial en salud pública, publicó una obra en la que resumía el saber de la época desde que Pasteur descubrieran los gérmenes medio siglo antes; Chapin había visto cómo las enfermedades respiratorias se transmitían si la gente estaba cerca, por lo que basándose en los hallazgos de Flügge determinó que esas gotículas debían ser las que transmitían la enfermedad, descartando como algo casi imposible la transmisión por el aire.

Sin embargo, tal y como recuerda Jiménez, hoy día se sabe que el bacilo de Koch -causante de la tuberculosis– se transmite principalmente por vía aérea a través de los aerosoles que la persona infectada expulsa con la respiración o al hablar. A pesar de ello, los expertos de la OMS se han aferrado «inexplicablemente» a la idea de que la transmisión por el aire es irrelevante, lo que a juicio del experto español en parte explica el avance de la pandemia.

Finalmente y ante la presión de científicos de otros países, especialmente en Europa y Estados Unidos, la OMS ha terminado cediendo y reconociendo que la transmisión aérea por aerosoles podría jugar un papel, lo que la ha obligado a modificar sus recomendaciones frente al coronavirus para introducir ciertas medidas, como la necesidad de ventilar y renovar el aire; no obstante, muchos creen que la organización aún no hace lo suficiente a este respecto.

De hecho, algo que lamenta Jiménez es que en España se sigan como un dogma los dictados de la OMS sin tener en cuenta las opiniones y hallazgos de otros expertos -aunque sea por prevención- como sí hacen en Alemania, Reino Unido o EE.UU. El propio Fernando Simón -también de Zaragoza- es reticente a la idea y afirma que «no hay suficientes evidencias» que demuestren que los aerosoles juegan un papel importante en la transmisión del virus.

La ventilación es fundamental

Como uno de los abanderados del papel clave que juegan los aerosoles en la propagación del nuevo virus SARS-CoV-2, Jiménez subraya la importancia para prevenir la COVID-19 de permanecer el máximo tiempo posible al aire libre en el caso de que estemos con más personas, y de ventilar lo suficiente los espacios cerrados si tenemos que permanecer en ellos. «Por 150 euros se pueden comprar medidores que controlan el nivel de CO2 y nos dicen si un sitio está bien ventilado o no», recuerda.

«No hace falta abrir las ventanas de par en par», explica: lo importante es que el aire se esté renovando para que el virus no pueda permanecer más de 5-10 minutos flotando en la estancia. También insiste en que la ventilación por sí sola no es una garantía, ni exime de mantener la distancia social y usar mascarilla. «Son capas de protección», recuerda el experto, que añade que evitar las aglomeraciones y no permanecer mucho tiempo en ellas es también clave.

Otro factor a tener en cuenta que aumenta el riesgo de contagios se da cuando una persona canta o grita; él mismo advirtió la importancia de los aerosoles cuando investigo el caso de un contagio por coronavirus en un coro de EE.UU. donde el paciente cero no había hablado cerca con nadie. Y es que al cantar o gritar, expulsamos hasta 50 veces más partículas que si hablamos o respiramos; y si estamos en un espacio cerrado no ventilado, esas partículas cargadas de virus se quedan flotando hasta dos horas.

«Es 20 veces más probable contagiarse en interiores» insiste Jiménez, quien señala que cuando se han investigado casos de contagios masivos, sólo uno o dos de cada mil contagiados estaban en exteriores, y se habían infectado por permanecer hablando juntos mucho tiempo. Por contra, permanecer fuera, con mascarilla y respetando la distancia de seguridad de 2 metros hace que el contagio sea «prácticamente imposible».

Cerrar las terrazas y los parques no tiene sentido

Teniendo en cuenta todas estas premisas, Jiménez no acaba de entender algunas de las medidas que se están tomando en España y con las que no está de acuerdo, como la decisión de reducir el aforo en bares y restaurantes por igual en el interior y en las terrazas. «Eso es un problema» alerta este científico, que advierte que es en interiores donde se debe limitar la actividad.

En este sentido, otras de las medidas que el bioquímico español considera que no tienen sentido es la de cerrar espacios públicos abiertos como los parques. «Cerrar los parques y abrir los bares es un desastre«, dice. A su juicio se hace justo lo contrario a lo que se debería, porque el peligro en un sitio al aire libre como un parque es «mínimo», mientras que los estudios demuestran que sitios cerrados donde se acumula el aire exhalado por aerosoles, como bares, karaokes, gimnasios, etc, son los principales focos de contagio.

También critica Jiménez la instalación de mamparas de plexiglás, que -salvo en casos concretos y puntuales- considera no sólo un malgasto de dinero -basado en la vieja teoría de las gotículas de Flügge- sino incluso algo contraproducente, ya que estas mamparas actúan como barreras que impiden que el aire se mueva, circule y se renueve, provocando que aumente la concentración del virus. Es un dinero que se debería gastar en ventilación y en colocar filtros HEPA para el aire, asegura.

La mayoría de los españoles no usamos bien la mascarilla

Puesto que el virus se transmite sobre todo por vía aérea, no por salpicaduras o gotículas al hablar sino mediante aerosoles suspendidos en el aire, surge rápidamente una duda: ¿Hasta qué punto son efectivas las mascarillas? Pues todo depende del tipo de mascarilla, y de cómo se use.

«Hay quienes piensan que por llevar mascarilla ya están totalmente protegidos. Eso es falso«, subraya Jiménez, que insiste en que unas medidas complementan a otras. Para explicarlo utiliza el símil de las medidas de seguridad de un coche: cinturones, airbags, ABS… Cada elemento por sí solo no protege al 100%, pero juntos ofrecen una protección cada vez mayor.

Sin embargo, el principal problema que observa es que en España no usamos bien las mascarillas. No se trata sólo de usar la mascarilla con la protección adecuada, o de cambiarla según las indicaciones del fabricante para que no pierda efectividad. La cuestión -advierte- es que la gente la lleva «muy mal puesta».

«La gente la lleva mal ajustada, con huecos por la nariz, por los lados, por abajo… No debe haber huecos, porque por ahí entra el virus«, subraya el experto, que recuerda que las mascarillas son una barrera frente al coronavirus sólo si están bien ajustadas a la cara.

El peligro de usar la mascarilla con barba

Sobre esta cuestión, recientemente durante una entrevista para un medio online el entrevistador le preguntaba a José Luis Jiménez si, a la luz de las evidencias científicas sobre la transmisión por aerosoles y la importancia de llevar la mascarilla bien ajustada sin dejar huecos, una persona con barba que se pusiese una mascarilla encima estaba bien protegida. La respuesta del bioquímico español fue contundente: «Yo me la afeitaría«, espetó.

Y es que, tal y como Jiménez ha recordado en numerosas entrevistas y charlas, puesto que el virus se transmite principalmente por aerosoles no puede haber huecos por los que el aire «contaminado» pueda entrar a las vías respiratorias, algo muy difícil de evitar o directamente imposible si tenemos barba, especialmente si ésta es muy poblada.

De hecho, la barba tampoco es una barrera frente al coronavirus, e incluso puede ser un factor añadido de riesgo al tener que mantenerla limpia. Además, las mascarillas más baratas y usadas (las quirúrgicas, desechables al cabo de 4 horas), cuya seguridad ya se está cuestionando en espacios cerrados, difícilmente pueden abarcar ni cubrir una barba mínimamente tupida, que además hace que se abran grandes huecos exponiéndonos al virus.

Precisamente debido al problema y la incomodidad que puede suponer usar mascarilla con barba, desde el inicio de la pandemia se ha observado un cambio en la moda antes tan popular de las barbas pobladas o las de tipo hipster, que en los últimos años los famosos y las películas de Hollywood habían convertido en toda una tendencia.

El coronavirus está acabando con las barbas

Pero este cambio -uno de los muchos que ha traído el coronavirus a nuestras vidas- no sólo se está notando en la moda de los hombres, que ahora procuran lucir barbas más cortas o directamente se la han afeitado; también se constata un cambio en los hábitos de consumo y en la demanda de ciertos tipos de operaciones, como es el caso del trasplante de barba.

En países como Turquía y especialmente en Estambul, considerada la capital mundial de los injertos de pelo, las clínicas que se dedican a realizar este tipo de operaciones han constatado efectivamente que desde marzo han caído bruscamente las consultas de hombres que buscan realizarse un implante de barba: una operación que antes era bastante demandada y que ahora está perdiendo fuerza.

Así lo asegura Eyad Attar, responsable de una de las clínicas de injerto capilar más importantes de Estambul, quien señala que las consultas para injertos de barba han disminuido notablemente en favor de otras operaciones más habituales como el trasplante capilar para solucionar problemas de calvicie, cuya demanda sigue creciendo.

Si esto se confirma, es muy posible que estemos asistiendo a un claro cambio de tendencia: los hombres barbudos podrían tener los días contados, aunque no sea por voluntad propia sino por las imposiciones de un coronavirus que nos ha obligado a preocuparnos más que nunca por la higiene y la salud, y nos ha privado de muchas cosas que antes dábamos por sentadas.

En definitiva, en estos tiempos de pandemia, si un experto te dice que tu barba puede contagiarte del coronavirus, quizás lo más prudente -por mucho que cueste- sea afeitártela… y confiar en que vengan tiempos mejores para los barbudos.

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