Un modo de inmortalidad es poder llevar nuestra presencia como humanos más allá del sistema solar, al menos, prueba de nuestra existencia. Si la estrella más cercana está a unos dos millones de años de luz, a día de hoy, llevarnos allí es todo un reto para la inmortalidad. Pero en este camino nos pueden ayudar las máquinas.
Este es el proyecto de John von Neumann quien con su máquina de von Neumann nos ayudará a conquistar el Sistema Solar sin necesidad de levantarnos del sofá. Esta historia la cuenta el portal Inget.net que relata que llevar humanos a otros mundos es complicado y muy caro.
De ahí que tengamos que enviar máquinas replicantes, las de von Neumann, para hacer el trabajo duro. Imagina un robot pequeño, pongamos del tamaño del perro-bot de la Boston Dynamics, capaz de horadar el suelo en busca de materiales con los que construir una copia de sí mismo.
Tras semanas, meses o años de pasearse por la superficie, podría “dar a luz” o construir otro robot idéntico que haría lo mismo.
Han leído bien, cuando el robot esté en las últimas, este habrá sido capaz de engendrar un robot nuevo, sus compañeros clones podrían desmontarlo y reciclarlo, aprovechando los materiales para hacer otra copia y seguir la misión.
Para que este robot pueda metabolizar distintos materiales y componer con ellos otra máquina idéntica, es necesario que obtenga energía de algún lugar.
Los animales y las plantas usamos energía química quemando oxígeno y otros compuestos, pero las máquinas de von Neumann probablemente usen placas solares ya que los fotones están en todo el Sistema Solar.
Esta noticia nos conecta con el futuro y, a la vez, nos habla de un binomio que será indispensable para ese futuro. No en vano, la charla de apertura del I Congreso Internacional de Longevidad y Criopreservación, a cargo del abogado Antonio Garrigues Walker llevó por título “Ciencia y Humanismo” y fue leída por Felipe Debasa, secretario académico de la Fundación Vidaplus.